Hace pocas horas el profesor George Crowder me preguntó cómo había llegado yo a la obra de Isaiah Berlin; le respondí que por Marx. Esto no es nada sorprendente. El primero y prácticamente único libro premeditado de Berlin fue su biografía intelectual de Marx con quien compartía muchas condiciones: judío laico, exiliado, ilustrado crítico de la Ilustración. Si Alexander Herzen fue el héroe de Berlin
[1] su antihéroe fue Marx, cosa que se deduce al instante por la presencia que hace de ese nombre el más abundante en los índices analíticos de las obras de nuestro autor.
Esa misma pregunta está respondida en uno de los prólogos de los libros del profesor Crowder. Él confiesa que llegó a Berlin a través de sus estudios sobre el anarquismo del siglo XIX. Y cada uno de los ponentes y asistentes a este seminario tendrá sus razones, y seguramente muchas pueden resultar tan inesperadas como estas. Lo único seguro es nuestro pretexto que no es otro que el centenario de su natalicio. Podríamos hablar de algunas situaciones que saturan nuestro entorno y que proyectan nuestras intuiciones hacia las ideas que expone el autor de “Dos conceptos de libertad”, pero tan finas cavilaciones debemos dejarlas al fuero de cada uno, apenas hayan terminado nuestras sesiones.
Alguna persona muy curiosa encontrará que el pluralismo hace parte de la definición misional de esta universidad, pero eso no explica nada por sí mismo. El pluralismo debe poder sostenerse desde plurales teorías y concepciones, aunque habrá muchos aquí que van a sacar a relucir sus mejores argumentos para decir lo contrario, y está bien que así sea. Todo indica, también, que veremos quienes devalúen al buen Isaiah y otros que lo llevemos por senderos poco decorosos. Finalmente, de eso se trata la filosofía y no de la construcción de iglesias teóricas. En la Universidad EAFIT tratamos de hacer algo distinto a los altares paganos de la teoría crítica germana, el posestructuralismo francés, los analíticos ingleses o la filosofía de la liberación, para mencionar algo más criollo.
A mi particularmente me encanta la definición que Isaiah Berlin proporciona de la filosofía política. Ella es, dice, “filosofía moral aplicada a situaciones sociales”
[2]. Uno no resucita pensadores medianos y oscuros –como Hamann o Belinsky, por ejemplo– por vanidad intelectual. Algo de eso habrá. Pero ese andar de Berlin por los extramuros de la tradición filosófica y ese afán de rescatar a los vagabundos y mendigos expulsados por los sacerdotes del canon intelectual tiene intenciones muy claras, que no han sido vistas por los ufanos buscadores de sistemas, pero que después de cada lectura y cada discusión quedan más claras.
Es obvio que este seminario pretende promover el estudio de la obra berliniana para ir un poco más allá de la lectura deliciosa y ligera, a la que es tan fácil llegar por esa prosa cálida y encantadora que la distingue. Que así sea.
Antes de iniciar nuestras sesiones, algunos agradecimientos deben expresarse en público. En primer lugar a los conferencistas, que sin hacerse de rogar, acogieron esta invitación. Después al
The Isaiah Berlin Literary Trust y, en especial, al doctor Henry Hardy y a la señora Kate Cooper. A Eduardo Posada Carbó, que se moría por venir pero no pudo. A los colegas y estudiantes que silenciosamente cooperan para que esta actividad sea posible. Finalmente al señor Rector Juan Luis Mejía Arango y a Liliana María López, la jefe del Departamento de Humanidades, que alcahuetean estas ocurrencias mías.
[1] “Durante todo el resto de mi vida Herzen ha sido mi héroe”, dice Berlin. Berlin, I. 1993. En diálogo con Ramin Jahanbegloo. Madrid, Anaya & Mario Muchnik, p. 49. Trad. Marcelo Cohen.
[2] Ibídem, p. 69.