Es difícil ubicar a Michael Jackson. No sólo porque su vida transcurrió en una dimensión desconectada del mundo, sino porque rompió con los límites de lo que puede aprehenderse dentro de la música o la cultura populares.
Si nos atenemos al número de páginas que ocupa en Rock of Ages (The Rolling Stone History of Rock and Roll) se trata de una figura importante. Eso sí, muy distante de Elvis Presley o Bob Dylan y detrás de grandes artistas negros como Chuck Berry, Jimi Hendrix o James Brown. Jackson apenas aparecería si habláramos de compositores o instrumentistas, pero la música popular no trata solo de eso.
Michael Jackson es de un tiempo que apenas está llegando. De cyber personajes que dependen de una mezcla de talento, tecnología, empresa y comunicaciones y que se mueven en el plano global. Su funeral fue un intento de la comunidad negra por rescatar a un miembro que habían perdido, al menos, desde 1982.
Las palabras más frecuentes en los obituarios fueron performer y entertainer. Y están bien. Jackson fue una mezcla de payaso, bailarín y mago, cuyo éxito está ligado indisolublemente a la televisión, el video y la publicidad. Pero, sobre todo, a su propia transformación en un personaje de ficción, extra-humano, que corona su carrera con una muerte propia de la industria del entretenimiento.
2 comentarios:
Definitivamente la vida de MJ ha sido un reflejo de la trasnformación de la música pop, algo que empezo siendo real y original y que terminó convertida en la música prefabricada que oimos hoy.
No advertiste, empero tu lucidez habitual, la coincidencia de la muerte con el ascenso de Obama a la White House. Allí hay tela para cortar, creo. Imagínate lo que pasaría aquí si se murieran -de repente- Shakira, Juanes o Carlos Vives, nuestros performers, entertainers y transformers.
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