miércoles, 30 de marzo de 2022

Hay un camino para lograr el cambio que Colombia requiere

Los extremos nos quieren hacer creer que la única alternativa es votar por el continuismo de Uribe-Duque-Fico o por la incertidumbre que representa el populismo de Petro. ¡Están equivocados!

Hoy, siete de cada diez colombianos quieren un cambio. Esa alternativa, ese cambio, lo representa Sergio Fajardo que convoca una fuerza serena, decidida y conciliadora que permitirá construir un mejor país en este momento crucial de nuestra historia. Su fórmula vicepresidencial, Luis Gilberto Murillo, representa diversidad, inclusión, defensa de nuestra biodiversidad y el poder y potencial de las regiones tan esencial para avanzar como sociedad. El liderazgo de ambos, sus valores y su experiencia nos permitirán afrontar exitosamente los grandes retos de la inseguridad, la corrupción, la desigualdad, el racismo y la falta de producción y de empleo y oportunidades de desarrollo que hoy afectan a tantos colombianos.

El experimentado equipo de la coalición que respalda la fórmula Fajardo-Murillo es la respuesta al reclamo que tiene el país de lograr una modernización acelerada del Estado, para que provea con eficiencia y sin despilfarro los bienes colectivos que rescaten la dignidad humana de quienes han sido ignorados por las instituciones y se hunden en la desesperación y la pobreza. Un Estado que esté vigente en todo el territorio y que valore la probidad y la independencia de la Justicia, y que recobre la presencia y credibilidad internacional que Colombia tuvo.

Tenemos la esperanza de integrar territorialmente al país dentro de una economía productiva, equitativa y sostenible que le apuesta a la educación y al conocimiento para liberar a millones hoy sometidos a la tiranía de las organizaciones criminales, eliminar sus rentas ilícitas e impedir su conversión en recursos de violencia para el control territorial, que debe recuperarse en cabeza del Estado. Hay que detener ya el asesinato sistemático de los líderes sociales, de los desmovilizados que se acogieron a la paz, el flagelo económico de la extorsión y los horrores humanos del confinamiento y el desplazamiento de la población, resultados del fracaso total de las políticas de seguridad. La paz se construye desde el territorio, de abajo hacia arriba. Representamos el poder desde las regiones. Asumimos plenamente el reto de hacer la reforma rural integral definida en el Acuerdo de Paz.

Por todo lo anterior, los firmantes creemos que Sergio Fajardo representa la fuerza de la esperanza que necesita hoy al país, que se cansó de la corrupción y del desprecio de los gobernantes hacia los gobernados, del abandono de los pobres a su suerte, del trato violento contra la protesta legítima y de la barbarie de la reproducción del conflicto armado que agobia a las víctimas. Invitamos a las colombianas y colombianos votar por Fajardo Presidente, para unir al país en una agenda de cambio, para construir entre todos el futuro soñado por las nuevas generaciones. ¡Cambiemos para tener la Colombia que queremos!

lunes, 28 de marzo de 2022

Ucrania y las malas ideas

Más que la economía o la geopolítica, detrás de la invasión rusa a Ucrania están las malas ideas, como las de raza o imperio, y una narración mitológica contrapuesta a la complejidad de la historia. Esta es la tesis que Timothy Snyder expuso hace poco (The Emory Wheel, 06.03.22). Snyder es profesor de Yale y, quizás, el más destacado historiador occidental de Europa del Este.

En su libro Tierras de sangre (2011), Snyder muestra lo que sucedió en la región que enmarcan los países bálticos, Polonia y Ucrania antes y durante la Segunda Guerra Mundial, esa geografía a la que no llegaron las fuerzas occidentales. Catorce millones de personas asesinadas allí por los regímenes de Hitler y Stalin, de los cuales “ni uno solo era soldado en servicio activo”. Lo que se vio y se cuenta ritualmente desde entonces, el Holocausto, “no es toda la historia; por desgracia, ni siquiera es una introducción”. La convergencia de nazismo y estalinismo hizo que durante ese periodo “en Ucrania fuera asesinada más gente que en ninguna otra parte”.

La apreciación de Snyder sobre la situación actual es contundente: se trata de una invasión ilegal y no provocada, las atrocidades que estamos presenciado se derivan de la negación de la existencia del estado ucraniano, en esta guerra se concentran los efectos calamitosos de la propaganda y el autoritarismo personalista. Estas afirmaciones coinciden con las lecciones aprendidas del siglo XX y los avances del derecho internacional pero, sorprendentemente, ciertas corrientes “progresistas” han adoptado una postura cómplice con el régimen de Putin. En esa línea se pronunció el llamado Grupo de Puebla en un comunicado que firmaron, entre otros, Rafael Correa y Ernesto Samper.

Pero ni el Kremlin ni nuestros expresidentes “anti-imperialistas” tienen el monopolio de las malas ideas. Que Putin se haya sentido con la confianza para llevar a cabo una invasión en la tercera década del siglo XX se debe también a varias malas ideas occidentales.

Las malas ideas europeas se basaban en la certeza de que el sueño de Kant sobre la federación y la paz se estaba realizando. La inteligencia idealista de Europa se obstinó en negar el lado oscuro de la política y el poder, a pesar de la guerra en Los Balcanes (1991-2001) y las invasiones rusas a Georgia (2008) y Crimea (2014). En pocos días todo cambió: Alemania pasó del séptimo al tercer lugar en gasto militar mundial como efecto del cambio más drástico en su política exterior en los últimos 50 años; el presidente de BlackRock, la inversora más grande del mundo, anunció el fin de la globalización (El País, 24.03.22).

Las malas ideas estadounidenses también están a prueba. El discurso ruso es una copia de los que usó George W. Bush en Irak y la dirigencia norteamericana está empecinada en ignorar que el mundo actual es multipolar y que toda tentación de sostener el dominio de una sola potencia conducirá a otra catástrofe.

El Colombiano, 27 de marzo.

lunes, 21 de marzo de 2022

Cuidar, observar, medir

Si no se puede medir no es importante, si no se puede medir es prescindible, con ese axioma en mente el análisis de la vida social se reduce a números y todo lo que no pueda trasladarse a códigos numéricos deja de tenerse en cuenta. Por esta vía se estableció una ruta inversa a la que propone el título de esta columna: medir, observar, cuidar. Solo se cuida lo que se mide. Si el lector cree que este es un sesgo peligroso, hay otros más comunes y conducentes a la confusión de los propósitos y los valores de una sociedad.

Tomemos el caso más protuberante y discutido en las últimas décadas, el del producto interno bruto o PIB. La economista y ejecutiva Diane Coyle viene llamando la atención en los últimos años sobre la insuficiencia del PIB como medida de progreso económico de un país. Métricas alternativas existen. La señora Coyle menciona una propuesta de 2009 para incluir los activos naturales y ambientales —es decir, el largo plazo— formulada por un equipo dirigido por los premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen, y una norma reciente de Naciones Unidas (marzo, 2021) para tener en cuenta las variables de sostenibilidad (“GDP's days are numbered”, Project Syndicate, 16.12.21). El exministro de Hacienda y fundador de Fedesarrollo Rodrigo Botero propuso hace poco que se evaluara el desempeño económico por “la inflación y el nivel de empleo” o sea “el costo del mercado y las condiciones laborales” más que por el PIB (“Economía casera”, El Colombiano, 03.03.22). Todo esto sin mencionar la falacia de agrandar la torta antes de repartirla, sometida a examen con una fórmula que corregía el PIB con un indicador de desigualdad.

Economía aparte pensemos por ejemplo en una de las dos funciones primordiales del estado, la protección de la vida. Desde el extinto Observatorio para la Equidad Social recogimos hace veinte años la idea de darle preminencia a la tasa de homicidios. Esa medición tiene variantes más sutiles como el cálculo de las pérdidas en cuanto a esperanza de vida o la incidencia del homicidio por barrios o comunas. Lo mismo aplica para la relevancia que tiene hoy el seguimiento de las tasas de mortalidad y morbilidad por accidentes de tránsito, o la muerte en accidentes laborales. Si la valoración del derecho a la vida fuera asumida seriamente, estos fenómenos masivos atraerían la atención de quienes copan la voz en los espacios públicos.

Definir qué queremos cuidar, qué es lo que realmente importa, para dedicarnos a observarlo y atenderlo (sea posible no medirlo) es lo indicado. A contraluz, una sociedad puede ser juzgada por lo que observa. ¿Importa más el movimiento de la bolsa que las fluctuaciones en el precio de la papa? ¿Importa más el resultado anual del PIB que el de las pruebas de evaluación educativa PISA? También un gerente, un medio de comunicación, debieran hacerse sus respectivas preguntas.

El Colombiano, 20 de marzo

lunes, 14 de marzo de 2022

Heroidas

Una buena amiga se quedó a la espera de una declaración mía sobre mujeres destacadas, me dijo, cuando mencioné a Oriana Fallaci como una de mis heroínas. No es una tarea fácil porque la historia contada ha sido dominantemente masculina, como lo hizo saber el poeta romano Ovidio hace dos milenios. Menciono las que he ido cultivando a lo largo de la vida —mujeres de mi siglo— y que se destacan por la cualidad que les atribuía Sócrates a los héroes —la capacidad de preguntar, qué también es desafiar— y por la valentía. 

Empiezo por Fallaci, a quien he dedicado varias columnas en la última década: fuerte en su lucha contra el poder y los poderosos, en sus convicciones y en el afrontamiento del ostracismo, la soledad, la enfermedad y la muerte. Su par impar en América fue Nina Simone (1933-2003). Nacida Eunice Waymon quiso ser la mejor pianista clásica de los Estados Unidos y se transformó en una de las figuras más destacadas del blues y en personalidad emblemática de la lucha por los derechos civiles. Nunca se halló en el mundo; se fue a África después del asesinato de Martin Luther King; se exilió en Holanda y murió en Francia. Dura, durísima, como todo quien tiene que ganarse cada milímetro de espacio en su vida: mujer, negra, explotada como trabajadora, mujer y negra, se expresó con pasión y, a veces, con violencia.

Otras dos, Laura Montoya y Hannah Arendt, no fueron menos valientes. Si sobrevivieron con menos penas fue, quizá, porque su medio era menos pétreo y tuvieron la fortuna de contar con el aprecio de algunas autoridades. Laura supo entreverar su desafío femenil, su vocación pedagógica y su sensibilidad hacia los indios, con una fe religiosa intachable y una rebeldía organizativa bien disimulada. Cumplió sus metas y, casi sin proponérselo, se convirtió en una notable escritora. Arendt pudo prevalecer como judía en la Alemania nazi, de apátrida durante la guerra y de mujer en la filosofía estadounidense. Su libertad intelectual, especialmente la que expresó en “Eichmann en Jerusalén”, le costó la animadversión de la intelectualidad judía; amigos como Hans Jonas y vacas sagradas como Berlin, Hobsbawm o Steiner no perdieron ocasión de rebajarla y atacarla.

La última que quiero mentar es Úrsula Iguarán. Es la fortaleza, el sentido común, la decencia y el carácter frente a la conducta aventurera, violenta y fanática de los hombres que fueron su esposo y sus hijos. Úrsula es la persona que hace posible la vida, gracias a la capacidad de lograr que el mundo permanezca cuando llega cada noche; la que sabe que lo más real y lo que vale la pena es lo que está al alcance de sus manos; y que se protege de los delirios de los varones de su familia. Alguien dirá que Úrsula no existe. Yo la conozco; son la mayoría de las mujeres presentes en mi vida.

El Colombiano, 13 de marzo

jueves, 10 de marzo de 2022

Innerarity: Confianza

Hoy el mundo se nos ha ampliado enormemente: podemos hacer cosas que a nuestros antepasados les parecerían insólitas y conocemos mil aspectos de la realidad que ellos desconocían, pero no olvidemos que se trata de un conocimiento de segunda mano; no proviene de una experiencia personal, sino que son otros quienes nos lo cuentan. Por esa razón, necesitamos confiar; la confianza es el gran valor de este tiempo. Nuestra sociedad descansa cada vez más en cadenas de confianza; las tuberías de la sociedad están hechas de confianza. El problema es que se genera incertidumbre, al no estar en contacto directo con la realidad, y se produce la sensación de que es necesario 'recuperar el control', que fue, si se recuerda, el lema exitoso del Brexit en el Reino Unido.

El Confidencial, 06.03.22

Entrevista con Daniel Innerarity 

lunes, 7 de marzo de 2022

Cambio o no cambio

Las protagonistas de la jornada electoral del 13 de marzo son las dos instituciones más desprestigiadas del país: el Congreso, con una favorabilidad del 10%, y los partidos políticos, con el 5% (Invamer Poll, 02.22). En los últimos cuatro el congreso no cumplió bien ninguna de sus funciones principales, ni la legislativa ni la de control político. Aprobó una reforma tributaria que no apoyó la mayoría de los partidos ni de los jefes ni la población. Ante la mala gestión de algunos ministros, se hizo cómplice y tres de ellos se cayeron por presión de la opinión y la protuberancia de sus equivocaciones o dolos. Tres años de protestas masivas y el descontento general de la población son, en parte, responsabilidad de los congresistas.

Las democracias electorales competitivas, como la nuestra, siempre tienen una oportunidad periódica. 2022 representa una urgencia, pues el pesimismo y la angustia ciudadanas están exigiendo un cambio. El problema es que las condiciones para aprovechar el momento no son favorables. Partidos desordenados sin programas claros o creíbles, pocas figuras destacadas en las listas, dejan al elector confuso. Además, las campañas a senado y cámara están dominadas por vacías técnicas de mercadeo (marque así) o por “ideas” demagógicas e irresponsables como la del candidato que promete Sisben para las mascotas. No hablemos de las clientelas y otros demonios.

Esto significa que no basta contar con personajes relativamente profesionales y exentos de antecedentes penales lo que, para nuestro parámetros, no es poca cosa. Una lista de nombres en ese sentido fue proporcionada por mi colega Alejo Vargas Velásquez (“Sí hay por quién votar para el Congreso”, El Colombiano, 27.02.22). En mi opinión, la gran decisión del electorado el próximo domingo tiene que ser sobre el cambio. 

Como veo las cosas, la ciudadanía tiene cuatro opciones. Las listas de candidatos que están contra la constitución de 1991 y contra su guardiana, que es la Corte Constitucional, enemigos de la libertad y del estado laico, cuya oferta implica un conflicto improductivo para el país: ahí están los llamados cristianos y gran parte del partido conservador, Cambio Radical y del Centro Democrático. Algunas excepciones en estos partidos aspiran a enderezar las cosas en materia de seguridad y de asistencia social, pero eso no basta. En todos los partidos hay listas de potenciales congresistas que harán lo que les diga cualquier presidente, los mismos que hicieron lo que les dijeron Uribe, Santos y Duque. Votar por ellos es dejar todo sujeto a las presidenciales; da lo mismo votar en blanco o anular el voto. Después están las listas del cambio moderado en la que aparecen, con lunares evidentes, algunos candidatos liberales y de los partidos étnicos y feministas, el Nuevo Liberalismo, la Alianza Verde. Por último, las listas del Pacto Histórico o del cambio disruptivo e infecundo.

El ciudadano promedio debería tomarse con mayor seriedad esta elección y no votar por descarte.

El Colombiano, 6 de marzo

miércoles, 2 de marzo de 2022

Recapitulación

Magic and loss - The summation

Recapitulación

[fragmento]


Cuando el pasado te da risa

Y puedes saborear la magia

Que te permitió sobrevivir a tu propia guerra

Descubres que ese fuego es la pasión

Y que en lo alto hay una puerta, no un muro

Cuando pases por el fuego

Trata de recordar su nombre

Cuando pasas por el fuego lamiéndote los labios

No puedes seguir siendo el mismo

Y si el edificio está ardiendo

Dirígete hacia la puerta

Pero no apagues las llamas

Hay un poquito de magia en todas las cosas

Y alguna pérdida para equilibrar las cosas.

Lou Reed

Trad. Javier Calvo y Cruz Rodríguez