sábado, 29 de septiembre de 2018

martes, 25 de septiembre de 2018

Chile

Hace 45 años ocurrió el golpe de estado de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende. Ese fue el once de septiembre célebre del siglo XX, antes de que fuera tapado por aquel otro, de consecuencias globales, de comienzos del XXI. La dictadura expulsó casi el 3% de la población; una porción mucho mayor en capital humano. Casi diecisiete años habría de durar el régimen.

Hace 30 años vimos en Bogotá a Los Prisioneros. La banda de rock chilena impuso en América Latina el estribillo “el futuro no es ninguno / de los prometidos en los doce juegos”; el futuro de los jóvenes es patear piedras, decían. Un mes después, Pinochet convocó un referendo que lo sacó del poder y llevó a la convocatoria de elecciones libres en 1989.

Hace 27 años, cuando se inició la apertura económica en Colombia, se abrió una gran discusión sobre el modelo económico chileno. Buena parte de los analistas económicos pronosticaron el desastre que le esperaba a Chile y el mismo destino para Colombia, si se atrevía a seguir ese camino. Que no se podía vivir de las materias primas y, prácticamente, sin industria.

En 1973, el producto interno per cápita de Chile era igual al colombiano multiplicado por 1,6. En 2016, era necesario multiplicar el producto colombiano por 2,4 para igualar al chileno. El porcentaje de chilenos que ganan menos de dos dólares diarios ha sido entre una cuarta y una quinta parte del porcentaje de colombianos pobres, hasta hace poco cuando el país austral redujo esa cifra alrededor del 1%. El desempleo chileno, incorporando nuestras maromas estadísticas, se mantiene dos puntos debajo del nuestro. Chile ocupa el lugar 38 en el Índice de Desarrollo Humano y Colombia está 59 puestos más atrás.

El camino económico y social chileno, impulsado con el retorno de la democracia y las nuevas condiciones globales de los años noventa, ha sido el más exitoso de América Latina. De hecho, Chile es el único país de la región que pertenece al primer mundo, suponiendo que la categoría todavía tenga aplicación.

Quienes hablan solo de economía suelen olvidar que la política es más determinante. Cuando se consolidó la dictadura chilena Colombia empezó a padecer el conflicto armado y la agresión del narco. También nuestros punkeros gritaron “no futuro” dos años antes de 1991, cuando reverdeció nuestro régimen político. El 8% de la población se fue del país desde entonces. La brecha económica entre los dos países se abrió justamente cuando la guerra se escaló en Colombia desde mediados de los noventa. En ningún indicador hay más diferencia entre Chile y Colombia que en la tasa de homicidios; las diferencias llegaron a ser de más de veinte veces.

Resignarse a la guerra o regodearse en ella es condenarse a la pobreza y a un menor desarrollo.

El Colombiano, 23 de septiembre

martes, 18 de septiembre de 2018

Colombia: así en la guerra como en la paz


"Más conocida por su guerra civil, Colombia es un país diestro en buscar negociaciones con guerrillas, paramilitares y narcos; pero ha sido mucho menos diestra en la construcción de unas instituciones políticas eficaces, de un territorio integrado y de una sociedad decente.

Este ensayo recorre la historia de esos múltiples intentos de paz 'tan antiguos como el conflicto armado. Está escrito por quien ha sido testigo del último gran intento por lograr esa 'paz inestable' en un país cuya tarea, ahora, es esa construcción que afiance la tan anhelada paz".

Título: Colombia
Autor: Giraldo Ramírez, Jorge
Colección: La Huerta Grande Ensayo
Edición: Rústica
Páginas: 96
Fecha: Septiembre 2018
Lugar: España
PVP: 12 €

Leer el primer capítulo aquí:
http://www.lahuertagrande.com/publicacion/colombia/

lunes, 17 de septiembre de 2018

Victimismo

Serena Williams es mujer, adulta, madre, negra, muy rica, estadounidense y la mejor tenista de la historia, incluyendo a cualquier hombre. Tiene otros rasgos identitarios que desconozco (religión, política, filiaciones culturales). Hace una semana fue amonestada por una falta en la final del US Open. La penalizó un árbitro hombre, adulto, padre, blanco, clase media y portugués (desconozco otros rasgos identitarios). Ella lo acusó de mentiroso, ladrón y de discriminarla como mujer. Ignoro si su susceptibilidad incluía otros reproches. El problema evidente es que —dado el caso que el juez se hubiera equivocado (cosa que nadie ha confirmado)— la beneficiaria de la supuesta discriminación fue otra mujer, joven, soltera, mestiza (hija de negro y japonesa), proletaria aún, japonesa y deportista novata en ascenso.

Uno de los sesgos más peligrosos del mundo contemporáneo es la absorción de las individualidades por un sinnúmero de comunidades ficticias. Una cosa es que los homosexuales, por ejemplo, puedan movilizarse por sus derechos (con todas las garantías que un Estado de derecho liberal debe ofrecerles) y otra es que se les presente o se presenten como una comunidad. Las restricciones a la libertad o las violaciones de los derechos tienen su sentido básico en cuanto se cometen contra un individuo. Es innecesario inventar colectividades para lograr ese propósito (dice el filósofo Jürgen Habermas). Ni las mujeres, ni los homosexuales, ni siquiera los negros en las sociedades modernas, conforman una comunidad. Serena no sufrió una injusticia; se arropó en una condición que es desventajosa en muchos contextos (ser mujer) para hacer una protesta improcedente.

Nuestras identidades son complejas. Algunos componentes de nuestra identidad nos afilian con características y preferencias que son mayoritarias o que se aceptan como normales en la sociedad. Es muy extraño que un individuo reúna sobre sí todos los rasgos de la hegemonía social y cultural o que reúna todos los rasgos dominados; incluso Frida Kahlo (mujer, discapacitada, con gustos sexuales de baja aprobación), pertenecía a una élite cultural y económica. Quienes ven limitado el uso de sus capacidades o la realización de sus planes por las reglas o las creencias de la mayoría de la sociedad, usualmente conservan otros espacios en los cuales se pueden desplegar sin mayores obstáculos. En las sociedades modernas, por ejemplo, la riqueza, suele compensar ciertos rasgos que son objeto de discriminación social. Serena puede alegar que gana menos que Federer, pero su grado de riqueza es tal que esa inequidad no es perjudicial ni para ella ni para la sociedad. Da lo mismo tener ochenta yates que cien, sobre todo cuando solo se puede usar uno cada vez.

La “mitología de la víctima” (Daniele Giglioli) se ha erigido sobre esta serie de falacias. Una víctima no es ni más ni menos que eso; su victimización no le da derechos, ni méritos en otros campos.

El Colombiano, 16 de septiembre

lunes, 10 de septiembre de 2018

Benevolencia

Diré algo sobre una palabra que se menciona poco pero que resuena. Benevolencia. No la he estudiado, así que ese algo es, por fuerza, ajeno y fragmentario.

De la etimología. En occidente, el origen de la palabra es romano pero el del concepto es griego. Los griegos clásicos usaron eudokia que significaba recibir bien lo que parece conveniente para uno. Aristóteles no vio mayor mérito en esa idea elemental y propuso que se debería dar un sentido de la eudokia por el cual la opinión conveniente se manifestara hacia el otro distinto a uno.

Los romanos alteran por completo esta acepción desde el vocablo mismo. Benevolencia es buena voluntad; mantener una actitud de buena voluntad hacia los demás. Según el filólogo y sacerdote español Manuel Guerra, los primeros cristianos ya distinguían entre benevolencia y beneficencia, que es hacer el bien. La beneficencia es una expresión de la caridad.

De la historia de la filosofía. Para Aristóteles la eudokia era una virtud menor; da la impresión de que la tradición cristiana tampoco le da un lugar central. En todo caso, la beneficencia y la caridad en sus expresiones más materiales se convirtieron en el centro de la práctica cristiana. Una solución materialista y fácil que se expresa en la limosna. Mencio, el filósofo chino contemporáneo de Aristóteles, pone a la benevolencia (rén) entre las cuatro virtudes cardinales. En esta doctrina, “la benevolencia no es simplemente una cuestión de sentir de cierta manera: también tiene aspectos cognitivos y conductuales. Una persona totalmente benevolente estará dispuesta a reconocer el sufrimiento de los demás y a actuar de manera apropiada” (Stanford Encyclopedia of Philosophy).

De mi caletre, recordando que es una palabra prima de carácter. Se escapa un aspecto importante en esta aproximación. De la idea griega original, se pierde el recibir; de la idea romana, se pierde la buena voluntad. La benevolencia podría ser, también, recibir bien lo que hace el otro así a primera vista no pareciera conveniente para mí; es decir, recibirlo presumiendo que el otro tiene buena voluntad. No debiera, por tanto, distinguirse al hombre de buena del de mala voluntad, al menos en principio.

Los filósofos y profetas que han creído que los hombres son buenos, mantienen sus reservas. Mencio sigue la tradición de predicar las virtudes entre los cercanos; Jesús hacia el prójimo, que es lo mismo. Y después de algunas malas experiencias se distingue entre los hombres de buena y de mala voluntad.

Pero solo después de una mala experiencia individual. Cada persona debería recibir la oportunidad de que su opinión, su acto, su silencio, sean tomados como venidos de la buena voluntad. Solo después, cuando se verificara una mala intención, entraría a ser objeto de desconfianza. Solo después y solo él. Todos los demás deberían conservar intacta su presunción de buena voluntad.

El Colombiano, 9 de septiembre

domingo, 9 de septiembre de 2018

Draco Rosa, Medellín, 02.09.18


Robi Draco Rosa

Medellín, 2 de septiembre de 2018

1. Seven Nation Army (The White Stripes cover)
2. Divididos
3. Pasion
4. Try Me
5. Tu tren se va
6. Te fumaré
7. Lie Without a Lover
8. Mad Love
9. Livin' la Vida Loca
10. Hablando del amor
11. Madre Tierra
12. Llanto subterráneo
13. Vagabundo
14. Penélope
15. Delirios
16. Para no olvidar
17. Blanca mujer
18. Vértigo
19. Vivir
20. Brujería
21. La flor del frío
22. Amantes hasta el fin
23. Roadhouse Blues (The Doors cover)

lunes, 3 de septiembre de 2018

Fractura social y cambio

Desde lejos se debe ver una sociedad muy extraña. Una a la cual se le consultó en las urnas dos veces en menos de dos años sobre los que —según todos los diagnósticos— eran los principales problemas del país, la guerra y la corrupción, y la ciudadanía no pudo dar un veredicto claro como fruto de sus fracturas. Desde la historia se dirá quiénes fueron los líderes que se opusieron al cambio en dos asuntos tan cruciales. De cerca y en el curso de los acontecimientos, las cosas no son tan tremendas. Digo que no hubo veredicto claro porque la victoria del no en 2016 fue tan pírrica como falsa la derrota del 26 de agosto pasado.

Aceptemos que el país está dividido por tercios entre los que rechazan cualquier cambio, los que queremos varios cambios en el régimen político y los indiferentes, que nunca cuentan para nada. Las fuerzas del no carecen de futuro. Desde que la sociedad occidental entró en la modernidad, el flujo, la variación, la dinámica, es lo único que permanece. Cuando las fuerzas del no tienen suficiente obstinación, el resultado previsible es una ruptura turbulenta del orden político. Esa es la situación que afronta el régimen político hoy.

El problema es que el gobierno de Duque es débil: tiene la menor favorabilidad para un recién llegado a la Casa de Nariño desde 1998 (40%, según Gallup Poll), la coalición que lo candidatizó es minoritaria en el congreso y su partido no le tiene confianza. Un gobierno débil necesita un presidente hábil y audaz, y está por verse si Iván Duque es ese tipo de gobernante. Y el camino más claro que tiene ante sí es el del acuerdo nacional que salió de sus labios varias veces hasta el 7 de agosto.

Hace veinte días la ruta no estaba clara, según Eduardo Posada Carbó (“Gran pacto: ¿con quién?”, El Tiempo, 10.08.18). El miércoles 29 de agosto, sin embargo, se avizoró una salida. El presidente Duque convocó una cumbre con todos los partidos políticos, los promotores de la consulta y los presidentes de Senado y Cámara para discutir la agenda legislativa anticorrupción. De ese hecho se derivan dos conclusiones. La primera, es que los once millones y medio de ciudadanos que votamos el 26 de agosto no perdimos el voto: la consulta perdió jurídicamente y triunfó en términos políticos. La segunda, es que la consulta le permitió a Duque encontrar materia y oportunidad para adelantar el pacto nacional.

Si el gobierno logra sacar adelante esta iniciativa, habría logrado superar la principal —aunque no la única— razón del malestar ciudadano y de la fractura social que vive el país. Como siempre, esto implicará provocar un disgusto en las fuerzas que se resisten al cambio y, hoy por hoy, es difícil predecir su reacción más probable.

El Colombiano, 2 de septiembre