Hace 45 años ocurrió el golpe de estado de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende. Ese fue el once de septiembre célebre del siglo XX, antes de que fuera tapado por aquel otro, de consecuencias globales, de comienzos del XXI. La dictadura expulsó casi el 3% de la población; una porción mucho mayor en capital humano. Casi diecisiete años habría de durar el régimen.
Hace 30 años vimos en Bogotá a Los Prisioneros. La banda de rock chilena impuso en América Latina el estribillo “el futuro no es ninguno / de los prometidos en los doce juegos”; el futuro de los jóvenes es patear piedras, decían. Un mes después, Pinochet convocó un referendo que lo sacó del poder y llevó a la convocatoria de elecciones libres en 1989.
Hace 27 años, cuando se inició la apertura económica en Colombia, se abrió una gran discusión sobre el modelo económico chileno. Buena parte de los analistas económicos pronosticaron el desastre que le esperaba a Chile y el mismo destino para Colombia, si se atrevía a seguir ese camino. Que no se podía vivir de las materias primas y, prácticamente, sin industria.
En 1973, el producto interno per cápita de Chile era igual al colombiano multiplicado por 1,6. En 2016, era necesario multiplicar el producto colombiano por 2,4 para igualar al chileno. El porcentaje de chilenos que ganan menos de dos dólares diarios ha sido entre una cuarta y una quinta parte del porcentaje de colombianos pobres, hasta hace poco cuando el país austral redujo esa cifra alrededor del 1%. El desempleo chileno, incorporando nuestras maromas estadísticas, se mantiene dos puntos debajo del nuestro. Chile ocupa el lugar 38 en el Índice de Desarrollo Humano y Colombia está 59 puestos más atrás.
El camino económico y social chileno, impulsado con el retorno de la democracia y las nuevas condiciones globales de los años noventa, ha sido el más exitoso de América Latina. De hecho, Chile es el único país de la región que pertenece al primer mundo, suponiendo que la categoría todavía tenga aplicación.
Quienes hablan solo de economía suelen olvidar que la política es más determinante. Cuando se consolidó la dictadura chilena Colombia empezó a padecer el conflicto armado y la agresión del narco. También nuestros punkeros gritaron “no futuro” dos años antes de 1991, cuando reverdeció nuestro régimen político. El 8% de la población se fue del país desde entonces. La brecha económica entre los dos países se abrió justamente cuando la guerra se escaló en Colombia desde mediados de los noventa. En ningún indicador hay más diferencia entre Chile y Colombia que en la tasa de homicidios; las diferencias llegaron a ser de más de veinte veces.
Resignarse a la guerra o regodearse en ella es condenarse a la pobreza y a un menor desarrollo.
El Colombiano, 23 de septiembre
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