lunes, 30 de diciembre de 2019

Para Reyes

No fueron los autores en los que más me detuve este año, ni las obras que más frecuenté. Por distintas razones. En este momento, las recomendaciones tienen que ver con circunstancias particulares; dando por descontada la calidad que aprecio en estos trabajos. Dos álbumes y tres textos, de más de 140 caracteres, libros para ser preciso.

Ghosteen es la obra más reciente del músico y escritor australiano Nick Cave. Una obra conmovedora, incluso para quienes desconocen los hechos recientes en la vida del artista. Cave está a medio camino entre los autores clandestinos del rock y las superestrellas pop, pero nadie niega que es uno de los mayores talentos de la música popular de las últimas cuatro décadas. “Todos están perdiendo a alguien / Es un largo camino para encontrar paz mental, paz mental / Y ya solo espero la paz que vendrá”.

By the way, I forgive you es el álbum más reciente de Brandi Carlile como solista. Ella es una de las cantautoras más talentosas de los Estados Unidos en el siglo que corre, hasta el punto de que ha logrado colarse en unos Grammy dominados por el pop y los artistas negros. El álbum es una oda a la familia contemporánea homosexual; ella, por su parte, es una de las líderes de buena parte de las causas progresistas en su país. Mis lectores saben que no le hago concesiones a la corrección política; ella es una gran artista.

No había leído a Arturo Pérez Reverte. No tengo problemas con los autores vendedores, ni con los libros ídem; sí con los escritores nuevos: en una vida tan corta nos quitan mucho tiempo para los clásicos de toda época y lugar. Pero Sidi, su más reciente novela me fascinó: una novela de acción, que no se deja cerrar, con una urdimbre política que le habla a los tiempos de hoy. Quizás sea una desgracia afirmar que el drama de ciertos parajes ibéricos del siglo XI se parece al de algunas regiones colombianas del siglo XXI.

Mi colega Jorge Iván Bonilla publicó La barbarie que no vimos (Editorial Eafit), resultado de su tesis doctoral. ¿Por qué no vimos o supimos ver la barbarie en la que estábamos inmersos? ¿Por qué no comprendimos o no quisimos comprender qué estaba pasando a nuestro alrededor? El trabajo de Bonilla se preocupa por la memoria a partir de la fotografía. Una ayuda más para que no nos vuela a pasar.

Alasdair MacIntyre es uno de los mayores pensadores ocupados de la ética desde la segunda posguerra. En su 90° cumpleaños llegó a mis manos su obra más reciente, Ética en los conflictos de la modernidad. Si cualquier decisión política, corporativa o social empezara por “comprender las creencias… y capacidades relevantes de aquellos a quienes nos dirigimos”, las cosas podrían ir mejor.

El Colombiano, 29 de diciembre.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Gustos privados con plata pública

Armando Estrada Villa cuestionó hace poco la construcción del autódromo que llevaría el engañoso y arribista nombre de Central Park (El Colombiano, “El autódromo de Bello y el medio ambiente”, 19.12.19). Estrada Villa fue uno de los últimos políticos republicanos de Antioquia, con una larga trayectoria en cuerpos colegiados y rama ejecutiva, y ahora es un distinguido profesor e intelectual; bellanita, a propósito del tema.

Sus argumentos contra la construcción de la pista son contundentes. Giran alrededor de la emergencia global por el cambio climático, pero también por condiciones regionales como el lastre que supone este rubro para la competitividad departamental y las malas condiciones de aire y ruido en el valle de Aburrá. Por si fuera poco, señala la destrucción del humedal del Tulio Ospina —algo que nuestros ambientalistas no han hecho notar. Y, también, el despropósito de invertir recursos públicos en una obra de este tipo, en un departamento con las carencias sociales que tiene Antioquia. En este último punto me detendré.

Antioquia, como departamento, tiene unas condiciones de pobreza, exclusión y desigualdad iguales o peores que las del país. Vivir a orillas del Aburrá engaña. Esta administración departamental se ha desentendido de sus obligaciones mínimas en materia, por ejemplo, de vías secundarias o nutrición infantil (después de lograr cero muertes por desnutrición, volvimos a tener varios casos por año en este cuatrienio); y ha puesto todo su empeño en darle a los que más tienen —el oriente cercano— e ignorar a los más necesitados. La gobernación le ha endosado responsabilidades al estado central, cuando podía haber contribuido a atender casos críticos. Esta falta de cooperación no contribuye al bien común y agrava el desprestigio de los políticos y del gobierno.

Veamos el caso elemental de la seguridad. Hace tres meses este diario denunció que la gobernación quería aplicar recursos Fondo de Seguridad Territorial al autódromo (El Colombiano, “¿Plata de la seguridad iría para el Central Park?”, 23.09.19). Y esto, en momentos en los cuales regiones como el Nordeste, el Norte y, sobre todo, el Bajo Cauca viven situaciones calamitosas en materia de orden público.

Vergonzoso resulta que, ante la necesidad de iniciar los planes de desarrollo territorial en las zonas más afectadas por el conflicto, hayan tenido que ser empresarios y fundaciones los que realizaran las primeras inversiones. En Santa Lucía (Ituango), la fundación alemana Hoffnungs Träger y Coop-Emprender compraron tierra para impulsar proyectos productivos (El Tiempo, “Exguerrilleros en Ituango tienen nuevo predio para producción agrícola”, 14.12.19). En Llanogrande (Dabeiba), fueron las fundaciones Proantioquia y Fraternidad Medellín, con fondos de empresas antioqueñas, quienes emprendieron la iniciativa (El Espectador, “La tierra que empresarios antioqueños entregarán a excombatientes de Farc”, 17.12.19).

La sociedad haciendo lo que corresponde al estado, mientras el gobernador quiere satisfacer un gusto privado a costa del erario. Atento gobernador entrante.

El Colombiano, 22 de diciembre

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Pensar para hablar

Hay conversaciones sintomáticas. En Medellín, a lo largo de los años noventa hubo decenas de foros sobre ética, relativamente diversos por la convocatoria, los participantes y los enfoques. La crisis moral de Medellín era evidente y esa conversación ayudó a tonificar un poco nuestro cuerpo social. Parcialmente. Después llegó la parapolítica y continuó con peso grande la cultura mafiosa, muy fuerte entre constructores y jóvenes intrépidos de los sectores privado y público. Ya tendremos que volver a hablar de ética.

En el cambio de siglo empezaron conversaciones nacionales sobre el tipo de país que queríamos. Significaba eso, ni más ni menos, que el acto constituyente no bastaba: había que afinar políticas, ampliar acuerdos y trasladar la nueva carta a la cultura política. Es que uno no puede agitar un texto constitucional o sacarle en cara a los inconformes diez millones de votos creyéndose que con eso basta. Ahora recuerdo dos ejercicios. Destino Colombia (1997), que tuvo por escenario a Antioquia y por mentores a importantes franjas del empresariado y la intelectualidad pública, fue uno. El otro, Repensar a Colombia (2002), promovido por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Mírense las fechas: el primero, en plena crisis del proceso samperista; el segundo; en la noche de los últimos días de El Caguán y el pináculo militar de las Farc.

Silenciosamente, en el último año, han ocurrido ejercicios similares. ¿Cómo mejorar a Colombia? (2018), fue una contribución de 25 intelectuales colombianos organizada por Mauricio García Villegas. Reimaginando a Colombia (2019), es un aporte de 47 prácticos de distintos campos promovida por la consultora McKinsey. Era evidente que el acuerdo con las Farc, importante como fue, era insuficiente para la reconstrucción nacional. Ambas reflexiones coincidieron con el inicio de la implementación práctica de los acuerdos y el bicentenario de Boyacá, tristemente desperdiciado por el Estado y las élites políticas y económicas. Síntomas ellas de que nos falta diálogo, estudio, proyección colectiva. Hay mucho trabajo sectorial, como el bienvenido en el sector educativo o el que hicieron las fuerzas militares hace tres años (Damasco), pero una nación es más que la suma de sus partes y una estrategia es más que el pegote de metas específicas. Estos dos ejercicios muestran una fisura preocupante; nosotros —la élite intelectual— por un lado; y la élite práctica —empresarios, periodistas, artistas— por el otro. (La farándula de los conferencistas internacionales no nos une.) Y, además, una falta de socialización y conexión con los políticos y los medios de comunicación que le quita cualquier influencia al esfuerzo.

Ahora que el presidente Duque promueve la “conversación nacional” sería bueno retomar esas y otras reflexiones. Pensar en caliente en medio de cacerolazos y bolillazos es difícil; pensar bien es casi imposible. Ignorar los aportes del pensamiento colombiano —incluso, los de hace dos décadas— sería un desperdicio.

El Colombiano, 15 de noviembre

lunes, 9 de diciembre de 2019

Aplauso

Infortunadamente carecemos de evaluaciones serias de los administradores públicos. Parte del problema radica en las propias instituciones que han cultivado los indicadores de gestión, que terminan siendo sesgados, que no miden la eficacia, y que carecen de indicadores de impacto. Las encuestadoras viven de las encuestas de favorabilidad y la prensa vive de las encuestas. Cuando manda el “me gusta” dejamos de tener ciudadanía y pasamos a tener admiradores, como dijo hace poco el politólogo búlgaro Ivan Krastev. Como si fuera poco, nos acostumbramos a aplaudir la mediocridad y el mero cumplimiento de las obligaciones. Yo quiero señalar tres funcionarios públicos sobresalientes en el último cuatrienio, que hicieron una labor destacable.

Empiezo por Eugenio Prieto, director del Área Metropolitana. Prieto efectuó dos iniciativas estratégicas que marcarán el rumbo de la ciudad región en los lustros venideros: el ingreso de Envigado y la medición y control de la calidad del aire. El Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá – SIATA fue creado durante la dirección de Mauricio Faciolince y la alcaldía de Alonso Salazar, pero fue esta administración la que convirtió los indicadores de polución en factor de información pública, movilización ciudadana y detonante de política pública. En este rubro, Prieto también le deja al Valle de Aburrá el Plan de movilidad empresarial sostenible (que vincula ya más de 200 empresas) y un Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire del Valle de Aburrá que debe ir hasta el 2030. Terminando su periodo deja un acuerdo relativo a la contaminación por ruido en los municipios del Área, tema crucial en el futuro cercano.

Sigo con la secretaria de salud de Medellín Claudia Helena Arenas, funcionaria discreta y, si tenemos en cuenta los datos de Medellín cómo Vamos, la mejor secretaria de la administración que termina. En efecto, los resultados de 2019 muestran que bajó la morbilidad y mejoró significativamente la satisfacción con el servicio de salud en el municipio. En este cuatrienio, la mejor obra social fue impedir la liquidación de Savia Salud. El mérito político es del alcalde Federico Gutiérrez y el administrativo de la Secretaría, el gerente de la entidad, Juan David Arteaga y, quizá (sin determinar el grado), Comfama.

Cierro con Pilar Velilla, Gerente del Centro, un oasis de experiencia y conocimiento en medio de una administración inmadura. Las intervenciones municipales en el centro de Medellín han sido recurrentes en todas las alcaldías populares, pero no sistemáticas; eso explica que después de la Beirut que éramos en los años ochenta, ahora apenas seamos una Calcuta. Pero, la señora Velilla les introdujo cultura ciudadana, participación y confianza a los andenes, los separadores y las materas. Es un cambio fundamental que deberá continuar el tan ansiado alcalde del centro, que aún no llega.

Seguro, hay gestiones plausibles en otros niveles y localidades.

El Colombiano, 8 de diciembre

lunes, 2 de diciembre de 2019

Seis propuestas para destrabarnos

Recursos escasos, descoordinación institucional, desfase entre protestas y necesidades, afán social y morosidad estatal, discurso gubernamental anacrónico y consignas callejeras maximalistas. Seis propuestas viables para que en el corto plazo, digamos seis meses, la sociedad vea resultados, recupere algo de esperanza y nos demos un respiro para tomar medidas mayores posteriormente.

Diálogo con metas precisas. Una fase inmediata con temas acotados (aunque algunos sigan inconformes y haya presión); con participantes reducidos y respetados (no hay representación posible hoy); con medidas concretas en poco tiempo (así no sean el resultado de acuerdos). El gobierno debe poner entre paréntesis su agenda, su camiseta partidista y actuar como si fuera el representante de toda la nación. La sociedad debe poner en cuarentena a los violentos y los incendiarios del twitter.

Concentrarse en la desigualdad territorial. Focalización de los recursos en la región Pacífico y las regiones definidas en los PDET, procurando la convergencia de las inversiones nacionales y departamentales. Ojalá, también, del esfuerzo privado y de la cooperación. Infraestructura, institucionalidad, educación y salud básicas, para la población de las regiones más pobres del país.

Concentrarse en los jóvenes vulnerables entre 14 y 24 años. Aquellos que pierden el sentido de la educación en noveno grado, los que —entre el crimen y la universidad— carecen de ofertas de trabajo accesibles distintas a la rappización. La juventud urbana está sometida a la frustración resultante de promesas altisonantes y realidades precarias (expectativa vs. realidad es tema infantil y juvenil abundante en redes sociales).

Concentrarse en los adultos mayores, sin pensión, a cargo de sus familias de clase media vulnerable, o francamente pobres. Quizás, privilegiar una renta monetaria fija para ellos. La sociedad colombiana envejeció rápido, sin política social seria y sin equipamientos urbanos amigables para los viejos. La clase media paga los impuestos y, además, presta la asistencia social que no hace el estado.

Cortar todo nexo entre la clase política y los organismos de control, especialmente la Contraloría General de la República y las contralorías regionales. El robo de los recursos públicos es un crimen enorme, y mayor el daño que hace a la democracia. La Contraloría es a la corrupción, lo que el DAS y otras agencias ya desmanteladas fueron al uso criminal de la fuerza pública. La acción lenta y el castigo leve no satisfacen a la ciudadanía. La gente quiere ver que el crimen ya no paga.

Meterle conocimiento a las soluciones. El país tiene las mejores capacidades de su historia en ciencias sociales. Hay que moderar la disputa política con la intervención de los estudiosos de la sociedad. Es necesario que los abogados y economistas le cedan más turnos y más tiempo a sus pares sociólogos, antropólogos y filósofos prácticos. La moderación en la esfera pública y en el debate político proviene más del conocimiento que de las buenas maneras.

El Colombiano
, 1 de diciembre

sábado, 30 de noviembre de 2019

Guerra civil y decadencia sectorial

Las guerras de religión tuvieron, para la aristocracra que se hundía, la misma función que las guerras civiles respecto de las capas que van arruinándose: les ocultan lo inevitable de su destino.

Norbert Elias, La sociedad cortesana

lunes, 25 de noviembre de 2019

Malentendidos

Todo quien piense con un sentido de comunidad política debe preguntarse, ante situaciones críticas o acontecimientos notables, cómo hacer que ellas redunden en resultados positivos para todos. Las marchas del 4 de febrero de 2008 se convirtieron en un punto de inflexión que marcó la derrota política de las Farc y abrió la posibilidad de la negociación. Las marchas del 21 de noviembre pueden marcar un punto de quiebre, así su único mensaje claro sea de inconformidad.

Para que ese esfuerzo tenga consecuencias positivas para todos hay que tratar de hacerlo legible. Para hacerlo legible, para entenderlo, hay que empezar por determinar sus dimensiones y por clarificar su sentido. A ello no ayudan las tácticas infantiles de minimizar su volumen, como las cifras increíbles de movilizados que dieron Duque y el alcalde de Medellín, o de meter a marchantes tan diversos en el mismo costal. Las marchas fueron más grandes que la izquierda, el petrismo o los sindicatos. El cacerolazo, espontáneo, masivo e inédito, no lo ordenó Maduro.

Para empezar a leer bien, es conveniente despejar algunos malentendidos.

El problema no es Duque, es el régimen. A Duque le ha tocado la coyuntura en que buena parte de los colombianos ya no soportan las promesas incumplidas de lucha contra la corrupción, reforma a la justicia, reforma tributaria equitativa, trabajo decente, equidad territorial, y demás, que se han aplazado desde la primavera constituyente de 1991. A Duque le toca —y esa es su responsabilidad— pero los problemas de hoy son las asignaturas perdidas desde Samper hasta Santos pasando por Uribe.

El problema no es de números. El afán racionalista de los administradores públicos es de una candidez casi estúpida. Los valores que mueven a la mitad de la población colombiana están guiados por valores inmateriales (Inglehart): a quien pide paz no se le convence mostrándole el crecimiento del producto interno, a quien pide equidad racial y sexual no le dicen nada las cifras de desempleo, a quien quiere protección del medio ambiente no le dice nada la estabilidad macroeconómica, a quien pide respeto no le dice nada que el gobierno haya presentado o no una mala propuesta de reforma.

El problema es político, como todos los grandes problemas, pero no fue un asunto electoral, como lo señaló Germán Vargas Lleras en su columna dominical. Es una interpretación que no ayuda a buscar soluciones y que solo pide un plazo de dos años para dirimir el pleito en las urnas.

Del otro lado, hay que saber leer a los sectores de la inercia. A quienes se opusieron a las marchas, a quienes expresaron miedos auténticos, hay que escucharlos y dialogar con ellos, ahora que vuelva la calma. Primero entre razonables y conversadores. Después veremos si es posible hacerlo con los fanáticos. Con los malintencionados no hay nada que hacer.

El Colombiano, 24 de noviembre.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Marcha, ¿adónde?

Tenía mi columna escrita sobre la incongruencia del gobierno nacional y de algunos opinadores a propósito de las justificaciones del bombardeo en el que murió cerca de una decena de menores de edad. Resumo: no se puede, al mismo tiempo, invocar el derecho humanitario y negar el conflicto armado (leer texto completo en: giraldoramirez.blogspot.com). Pero, se viene la marcha del 21 de noviembre, que no parece ser una marcha más.

Primero, haré el papel del humorista uruguayo Hebert Castro: se les dijo, se les advirtió. Hace poco recordaba un análisis nuestro, realizado en 2014, sobre la inminencia de un auge en la movilización social. Muchos estudiosos —entre ellos Daniel Pécaut— advirtieron que uno de los efectos del acuerdo con las Farc sería el destrabe de la expresión de una inconformidad social contenida por la violencia política.

Segundo, haré el papel de la lechera del cuento: lloraré sobre la leche derramada. Durante la campaña electoral del 2018, las élites políticas y económicas tuvieron la oportunidad de auspiciar una salida reformista a la encrucijada que dejaba el acuerdo con las Farc y al bloqueo político esperable después de los resultados del plebiscito del 2016. La mesa estuvo servida para un acuerdo que le permitiera ganar a una opción de centro, pero no cuajó. La dirigencia liberal —encabezada por César Gaviria— la saboteó, al no facilitar un acuerdo entre Fajardo y De la Calle. Cuando Fajardo tenía probabilidades de pasar a la segunda vuelta, las élites económicas y mediáticas se aculillaron, no lo apoyaron y terminaron apoyando a Iván Duque. Una visión conservadora de la política los hizo dar dos pasos atrás en lugar de dar uno adelante.

Entonces ganó Duque. Hasta ahora ha demostrado que es un mandatario del pasado, que ni siquiera cuenta con el respaldo mayoritario de la población ni del congreso. Nunca tuvo luna de miel, no tiene ninguna posibilidad se sacar una sola de las reformas que necesita el país, ignoró la consulta anticorrupción y su impericia está haciendo que los problemas se aglutinen.

Tercero, no haré el papel de Casandra: no sé qué va a pasar. Como las élites políticas y económicas no fueron capaces de dar el cambio tranquilo, intentando congelar un estado social y económico mediocre, la inconformidad se acumula. Es una ley social: el inmovilismo desata rebeliones. Ahí entra la marcha de esta semana: una sumativa de agravios y de sectores sociales, a la sombra de crisis callejeras como las de Ecuador, Bolivia y Chile. Puede que no pase nada, puede que pase mucho. Lo cierto es que es difícil que el país aguante dos años más de marasmo institucional e inestabilidad. La dirigencia actual —no solo el gobierno— está llegando a su máximo nivel de incompetencia. Se necesita un relevo, de mecanismos y políticas, que marque un rumbo.

El Colombiano, 17 de noviembre

viernes, 15 de noviembre de 2019

Semana Internacional de Western University

Imagen de la conferencia: "Colombia: An Unstable Peace". London, Ontario, 13 de noviembre.

(Fotografía: Tata Méndez)

jueves, 14 de noviembre de 2019

Bombardear sin guerra

A raíz de los eventos que condujeron a la renuncia del ministro de Defensa aparecieron reacciones de periodistas, expertos y autoridades que son intrínsecamente coherentes, literariamente técnicas y políticamente contradictorias.

La periodista María Isabel Rueda escribió una sesuda columna (“Cuando se disipa el humo”, El Tiempo, 09.11.19) explicando por qué el Derecho Internacional Humanitario (DIH) no solo no rechaza sino que permite dar de baja a menores de edad. Cita, de manera acuciosa, una guía del Comité Internacional de la Cruz Roja que admite que “existe la posibilidad de que… los niños que no tienen edad legal para ser reclutados, pierdan la protección contra los ataques directos”. Es decir, que puedan ser matados.

Rafael Nieto Loaiza, experto en el tema y precandidato presidencial, también explicó las razones que permiten sostener que no solo el bombardeo sino la muerte de menores sea admitida por el derecho de guerra. Advierte Nieto que la precaución con los bombardeos y los menores puede tener dos efectos perversos: “incrementará el reclutamiento de menores y afectará la seguridad de todos los colombianos” (“Ataque al campamento de las Farc y el DIH”, El Colombiano, 10.11.19).

En entrevista con El Tiempo, el general Luis Fernando Navarro, ministro encargado, dijo que “a la luz de los protocolos del Derecho Internacional Humanitario (DIH) que ejecutamos para planear esta operación no hubo error” (“El objetivo no eran los menores, era 'Gildardo Cucho': Mindefensa (e)”, El Tiempo, 09.11.19).

Casi perfecto. El problema es que la aplicación del DIH tiene como premisa la aceptación de que el país se encuentra en una situación de conflicto armado interno. Además, el DIH no es discrecional. No se puede aplicarlo para unas cosas y para otras no. Y el DIH no solo permite matar a cierto tipo de personas; también obliga a proteger a muchas más (como los líderes sociales y los reincorporados, por ejemplo). Así que en los tres casos nos encontramos con un argumento falaz, porque ni Rueda ni Nieto ni el gobierno admiten que en Colombia exista un conflicto armado. De hecho, el 30 de octubre el gobierno renovó el mandato de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y excluyó la caracterización de la situación colombiana como conflicto armado.

En Colombia nunca hubo mucha coherencia en el uso del DIH. Empezando porque se volvió un tabú admitir que había conflicto armado, y de guerra ni se podía hablar. Pero casi todos los gobiernos hicieron un uso pragmático de ese instrumento. Siguiendo una senda ideologizada, el presidente Duque se enreda la vida porque se obliga a asumir un parámetro más alto (como los derechos humanos) que no será capaz de cumplir. Y vuelve a meter a los militares en el lío de hacer la guerra como si no hubiera guerra.

martes, 12 de noviembre de 2019

Deas: problemazo

La tendencia colombiana, en mi experiencia, es aglomerar problemas hasta que todo es un problemazo y entonces uno dice no hay nada que hacer. Hay tanto problema sobre la mesa que mejor vamos a otra parte y almorzamos.
Malcolm Deas, entrevistado por Juanita León.
La Silla Vacía, 11.11.19

lunes, 11 de noviembre de 2019

Dos en una

Que ellos crezcan:
Todos los cristianos deben haber escuchado alguna vez el versículo 3:30 del evangelio de san Juan que dice: “Que él crezca y yo disminuya”. Ese enunciado de carácter sapiencial está emparentado con distintas tradiciones, la más notable de las cuales quizás sea el I Ching. Se corresponde con una concepción parabólica de la vida que contempla etapas de crecimiento, apogeo y declive, tan lejana de la idea que se instaló en el siglo de las luces de que el tiempo es lineal, ascendente, progresivo.

Sin embargo, el significado más directo tiene que ver con la relación entre dos generaciones que se mueven en el mismo plano vocacional. Juan El Bautista la pronunció para cederle el paso a Jesús. He creído que tiene aplicación más allá de esa especialización de los profetas. Tiene que ver con los dirigentes, los maestros, los padres.

En el ámbito educativo se ha extendido la idea de que la excelencia se prueba superando al maestro. Hay referencias clásicas en el taoísmo, Platón y Marcial. Se trata también de mostrar que el buen maestro logra que sus discípulos le aventajen, en un aspecto u otro. Que esa sea la consecuencia de un buen trabajo, depende de más factores que las solas virtudes del educador. El buen maestro organiza una disposición, pero los resultados suelen ser aleatorios. Por ello es tan desalentadora y censurable la conducta del maestro que recela de sus alumnos y se dedica a entorpecer su trabajo, su carrera, y a empañar sus logros.

Del mismo esperamos que los buenos dirigentes contribuyan a la formación de buenos sucesores. Cabe decir lo mismo de los padres. Es una propiedad de las sociedades jerárquicas que el caudillismo (social), el mandarinato (académico) y el paternalismo (familiar) obstaculicen la movilidad y la equidad.

Inseguridad:
El caudillismo de Álvaro Uribe impidió que el Centro Democrático se dotara de un equipo de expertos en seguridad. El presidente Iván Duque no lo es y ni siquiera tuvo buen ojo para elegir a su ministro de Defensa. El buen dirigente tiene que saber quién sabe y si nombra por amiguismo más que por mérito, pues que se atenga a las consecuencias. El problema es que el que sufre es el país. Hoy, en materia de seguridad, muchas ciudades y regiones del país están peor que hace dos años —y ahí entran Antioquia y Medellín. El Centro Democrático le ha fallado al país, precisamente, en el campo que convirtió en bandera.

Parte del problema es que el país no cuenta con una caracterización de cuáles son los riesgos que afronta. Temas como las regiones fronterizas, la migración ilegal, la amenaza cibernética, los carteles internacionales, el contrabando de oro, las redes internacionales de prostitución, las pandillas urbanas, la industria de los juegos de azar, requieren examen y actualización.

El Colombiano, 10 de noviembre

lunes, 4 de noviembre de 2019

Mi carretera

Para las gentes sin arraigo hay muchas carreteras en la vida. Como las que fotografió el recién desaparecido Robert Frank (1924-2019) en Nuevo México. Los telúricos tenemos pocas; yo una: la llamada Troncal del Café que transito constantemente, hace 55 años, entre Envigado y Jardín. Hasta comienzos de los ochenta fue una trocha serpentina que se tragaba cinco horas y más de nuestras vidas en cada trayecto. Poco menos que eso ha vuelto a ser ahora, atisbando la tercera década del siglo XXI.

En algunas cosas es peor. Se paga peaje en Amagá por una vía que no existe. El Ministerio de Transporte tuvo la amabilidad de triplicar el peaje con dos casetas temporales, creadas para un pago preferencial, en las cuales los buses de servicio público deben demostrar que son tales para que les descuenten la mitad de la tarifa. El gobierno tomó esta medida para aliviar a los habitantes del Suroeste, pero el descuento no aplica para vehículos particulares como si ellos sí tuvieran carretera y no sufrieran perjuicio. Poco después de la aplicación de las medidas de mitigación, las empresas transportadoras subieron los pasajes y, en los pueblos, los precios de las mercancías siguieron iguales. El resultado neto fue que los únicos beneficiados por el gobierno fueron los trasportadores y comerciantes pues la gente llana siguió pagando los sobrecostos de la emergencia.

Recuperamos algunas cosas viejas, como la vista imponente del bello Cerro Bravo y la reducción de la estrella de moda, el Cerro Tusa, a una cresta hundida y trajinada detrás de las torres de la iglesia de Venecia. Vemos cosas nuevas, como los pequeños grupos de muchachos venezolanos que deambulan malviviendo de la cosecha cafetera. Me contaron que en Casanare les pagan menos de 200 mil pesos mensuales y aquí, juzgando, por sus vituallas y ropas, por su imposibilidad de subirse a un bus, no debe ser mucho más.

Los políticos —que no han aparecido para ayudarle a la gente— llenaron la carretera de afiches pidiendo el voto. Los diputados de la Asamblea, al fin, quince días antes de elecciones, hicieron una tímida crítica al gobernador. “La declaratoria de la calamidad pública no ha sido abordada por la Gobernación de Antioquia con el debido rigor”, declararon (“Critican baja gestión en vía al Suroeste”, El Colombiano, 12.10.19.). Desidia e ineficacia de Luis Pérez.

Con calma y de buenas maneras se han hecho dos plantones pidiendo soluciones. Nadie responde. Nadie explica nada ni da noticias. Todo indica que la concesión se tomará el año que anunció, y que están felices sin tráfico. El gobierno nacional prometió 11 mil millones para arreglar la vía alterna que ahora transitamos. Si cumple y empieza trabajos que debieron hacerse hace dos años, los tiempos de viaje serán más largos que en la época de Guillermo León Valencia.

El Colombiano, 3 de noviembre

lunes, 28 de octubre de 2019

Octubre ardiente

Hong Kong, Barcelona, Beirut, Quito, Culiacán, Santiago; otras plazas de menor envergadura. Colombia, con baja intensidad, aunque a fines de septiembre los daños en la sede del Icetex en Bogotá fueron grandes y el riesgo personal de sus empleados alto. Movilizaciones masivas, violentas, ubicuas. Por separado pueden ser vistas como casos particulares, pero ocurren al mismo tiempo en un ambiente global de ira y desconfianza. En su mayoría son manifestaciones inorgánicas, es decir, no responden a una organización vertebrada, no hay posibilidad de interlocución pública, no se resuelven satisfaciendo demandas expresas. En Chile suspendieron el aumento en la tarifa del metro y en Hong Kong retiraron la ley de extradición; nada de esto aplacó los ánimos. Los analistas e intelectuales andamos preocupados, pero los políticos no se dan por enterados; parece que necesitan que el sillón se les incendie.

Hay respuestas reflejas. Los gobiernos acuden a la fuerza pública y a la ley marcial; respuesta tradicional que no resuelve nada y casi siempre empeora las cosas. Las voces democráticas condenan la violencia, las voces reaccionarias condenan la protesta; declaraciones inocuas que solo hacen quedar bien a quien las pronuncia pero que carecen de destinatario atento y de cualquier probabilidad de eficacia. La oleada democrática y la globalización económica destruyeron —muchas veces sin proponérselo y otras adrede— los organismos mediadores con la población: sindicatos, asociaciones campesinas y comunales, partidos políticos. La sociedad pluralista se debilitó; al frente solo quedó la masa amorfa, inestable, sorda y muda, impredecible.

El problema básico —como siempre— es de comprensión. No entendemos nada. Más grave aún: creemos que sabemos. Pero no. Las movilizaciones actuales no tienen nada que ver con las tecnologías de masas que crearon el anarquismo, el populismo y el comunismo. Pueden tener parecidos gramaticales, pero difieren completamente en su lógica. Se acercan más a la violencia expresiva que a la violencia instrumental. No responden al encuadramiento tradicional de la protesta social y se acercan a fenómenos violentos como la intifada palestina o la kale borroka vasca.

En procura de entender, deberíamos revisitar las especulaciones de Hans Magnus Enzensberger sobre los perdedores radicales y la guerra civil molecular; en discutir los ensayos de Peter Sloterdijk sobre la economía de la ira y la gestión de la venganza; estudiar los últimos libros de Francis Fukuyama sobre el orden político y la lucha por el reconocimiento.

En la búsqueda de marcos normativos para atender este tipo de fenómenos debemos superar los enfoques tradicionales que nos ponen en la disyuntiva de la guerra o el crimen. Ni el derecho de guerra ni el derecho penal ayudan en estos casos, como lo señaló el constitucionalista estadounidense Bruce Ackerman (Antes de que nos ataquen de nuevo, 2007). Hay que buscar nuevas fórmulas que protejan las libertades, eviten el perjuicio a los ciudadanos y garanticen el orden.

El Colombiano, 27 de octubre

lunes, 21 de octubre de 2019

Medellín conforme

Las alertas sobre el estancamiento en el rendimiento de las políticas públicas aplicadas en Medellín no son nuevas. Las señales amarillas han sido recurrentes desde hace un par de años la ausencia de una oposición política seria impidió que estas señales permearan significativamente la dirección de la ciudad. Los indicadores y estudios recientes sobre la ciudad y la región las confirman, entre ellas la Encuesta de Percepción Ciudadana de Medellín 2019, efectuada por el proyecto Medellín cómo Vamos.

Mi comentario demanda cuatro premisas: las calificaciones de Medellín son, en su mayoría, muy buenas y suelen ser las mejores del país; la calidad de vida es el resultado de muchas variables sociales e intervenciones técnicas y políticas; la ciudad sigue siendo vulnerable al entorno crítico de algunas zonas de Antioquia, Chocó y Córdoba; el analista no es un animador psicosocial.

Los habitantes de Medellín mostraron en 2019 los niveles más bajos de optimismo, y es la primera vez en 14 años que hay tres mediciones consecutivas inferiores al 70%. Durante este cuatrienio el optimismo cayó 5 puntos por debajo del periodo 2008-2015. Los medellinenses son orgullosos, pero por primera vez el indicador baja de 80% y durante tres años continuos.

¿Cuáles son los factores que parecen haber afectado el optimismo y el orgullo de los habitantes de la ciudad? Pues los sospechosos de siempre. Para un 60% de la población, la economía doméstica está 60% igual o peor que antes. No es raro, entonces, que haya aumentado la percepción de desigualdad en los aspectos más relevantes para la calidad de vida: el empleo, la seguridad, la vivienda, la salud y la educación (5% o más). No es fácil encontrar empleo y el emprendimiento no tiene suficientes incentivos.

La percepción de seguridad en la ciudad no mejora respecto a la década pasada y oscila en guarismos inferiores al 51%. La seguridad en el barrio se mantuvo por debajo de los promedios históricos, aunque repuntó en el 2019. La victimización entre 2015 y 2019 fue la más alta de los últimos 12 años. La favorabilidad de la Policía Nacional sigue cayendo.

La ciudadanía muestra la menor satisfacción con el estado de las vías de la década. Aumentó la insatisfacción con la calidad del aire y con el ruido. Descendió la satisfacción con la atención a primera infancia (4%), aunque es alta. Se consolidó la tendencia a la baja de la satisfacción con la oferta cultural, recreativa y deportiva de la ciudad. La satisfacción con la educación está en los niveles del 2008. Los mejores resultados en percepción y autorreporte están en salud: mejoró la satisfacción con el servicio y bajó la necesidad de atención.

Recapitulo. Los indicadores subjetivos de calidad de vida de Medellín son muy buenos, pero la tendencia a lo largo de diez y más años es decreciente.

El Colombiano, 20 de octubre.

jueves, 17 de octubre de 2019

Así es la vida (That's life)

Por Dean Kay y Kelly Gordon (1932-1981)

(versión libre)

Así es la vida (así es la vida)
Eso es lo que dice la gente
Te va bien en abril
Te va mal en mayo
Pero voy a cambiar ese ritmo
Cuando me vuelva a ir bien en junio

Dije así es la vida (así es la vida)
Y por muy curioso que parezca
Algunas personas disfrutan
Pisoteando un sueño
Pero no dejaré que eso me desanime
Porque este gran viejo mundo
Sigue dando vueltas

He sido marioneta, pobre, pirata,
Poeta, peón y rey
He estado arriba y abajo
Adentro y afuera
Y una cosa sé
Que cada vez que caigo de bruces
Me levanto y vuelvo a la competencia

Así es la vida (así es la vida), ya lo dije,
No puedo negarlo
Pensé en rendirme
Pero mi corazón no lo aceptaría
Y si no creyera que vale la pena un solo intento
Me dejaría de tonterías y volaría

Así es la vida (así es la vida)
Así es la vida y no puedo negarlo.
Muchas veces pensé en terminar
Pero mi corazón no lo acepta
Aunque si nada vibrante me trae julio
Voy a enrollarme
Hasta formar una gran bola...
Y morir

lunes, 14 de octubre de 2019

Tres aniversarios intelectuales

El 19 primero y el 9 luego dieron ocasión para discretas conmemoraciones de tres textos académicos fundamentales, surgidos de la voz y la pluma de pensadores de alto vuelo que tienen en común la condición de pensar dentro del mundo, no desde alguna torre de marfil. Benjamin Constant (1767-1830), Max Weber (1964-1920) y Francis Fukuyama (1952) son sus autores, escribieron en las lenguas que han marcado cada época del pensamiento occidental: francés, alemán, inglés.

“La libertad de los antiguos comparada con los modernos” es una conferencia pronunciada en 1819 dirigida a mostrar la diferencia entre la libertad de ejercer colectiva y directamente la soberanía y la libertad individual y civil de no ser oprimido y dedicarse a ejercer todo tipo de actividad sin ninguna restricción distinta a la ley. Ambas libertades son necesarias y ambas encierran sus peligros. La libertad antigua deriva fácilmente en el despotismo; la moderna puede conducir a que personas absortas en su vida privada renuncien con “facilidad al derecho de tomar parte en el gobierno político”. La manera en que la sociedad contemporánea ha politizado los asuntos privados y ha privatizado la función pública demanda una nueva reflexión sobre las fronteras de la intimidad, la libertad personal, el poder corporativo y el poder estatal.

“¿El fin de la historia?” es un artículo publicado en 1989, que se adelantó en meses a la caída del Muro de Berlín y en años a la disolución de la Unión Soviética y al triunfo global de la democracia liberal. Además, ha sido el diagnóstico más preciso del curso del mundo contemporáneo y, de lejos, el texto más polémico y discutido (aunque no leído) de los últimos 30 años. Suscita escándalo por decir con todas las letras lo que toda la filosofía occidental estaba sosteniendo desde la década de 1970; que la discusión sobre los propósitos políticos no superaba los confines de los ensambles posibles entre libertad y democracia. Más profunda y sugestiva para nuestros días es la discusión propuesta sobre el “último hombre” —el satisfecho y conformista— y la forma como la democracia liberal ignora la importancia del reconocimiento. El contraste entre las sociedades históricas y las poshistóricas ofrece, a mi manera de ver, un ángulo novedoso para discutir los problemas colombianos.

“La política como vocación” es una conferencia dictada en 1919, vertida a lenguaje escrito poco después, en vísperas de la muerte del autor, cuyo centenario conmemoraremos el año venidero. Me limito a citar a Weber: “no hay más que dos pecados mortales en el terreno de la política: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que frecuentemente, aunque no siempre, coincide con aquella”.

Un curso, un seminario, un debate público merecían durante este año en Colombia cada uno de estos textos que plantean preguntas acuciantes y temas profundos para nuestra vida social.

El Colombiano, 13 de octubre

lunes, 7 de octubre de 2019

Devaluación electoral

Antes de 1990 los procesos electorales establecían una diferencia sustantiva entre una democracia liberal y cualesquiera otros tipos de régimen político. Después —y con más veras en este siglo— no pasa lo mismo. Regímenes autoritarios a los que nadie, institucional y académicamente, reconoce como democráticos han incorporado diversos tipos de sistemas electorales. Elecciones hay en Irán, Rusia y Venezuela. Fidel Castro se ufanó de que Cuba tenía más eventos electorales y mayor participación que cualquier democracia liberal. Las elecciones han dejado de ser la prueba ácida de la democracia y son, ahora, uno de sus componentes. Es decir, han sufrido una devaluación en la teoría democrática.

Pero también sufren de una devaluación práctica. La filósofa española Amelia Valcárcel advierte que nos estamos acostumbrando a votar con tanta frecuencia que corremos el riesgo de “votar en unas elecciones como en un concurso”. “Convocar [a elecciones] a menudo produce desafección y, si ésta avanza, la cosecha no la recoge la democracia, sino su pariente aciago, el populismo” (El País, “Votar”, 28.09.19). Habla de España que se apresta a sus cuartas elecciones generales en cuatro años sin poder formar gobierno. En Colombia vamos a realizar el decimosegundo torneo electoral en 18 años, a un promedio de una elección cada año y medio. Los dos referendos fueron fracasos, sobre las dos reelecciones hay reservas, la democracia local (cuatro comicios) se está desprestigiando aceleradamente, según Lapop.

“Votar como en un concurso” me parece una frase clave de su reflexión. Votar como en un reality, con un hashtag en una trasmisión deportiva, con un like para cualquier cosa. Votaciones que dan como resultado un parlamento de chimpancés, como en el óleo de Banksy conocido esta semana; o un congreso en el que no todos son como Aída Merlano. Comicios que pierden trascendencia y que van dejando en la mente del ciudadano medio la idea de que da lo mismo quién gane. Elecciones en las que nos movemos a las urnas como reflejo ritual más que como práctica auténtica.

Valcárcel advierte que esta trivialización conduce al populismo. Pero ese camino no siempre es directo y va acompañado por la ausencia de motivos que justifiquen la democracia electoral. En Europa fue la convergencia de socialcristianos y socialdemócratas que anuló las diferencias políticas. En lugares como Colombia, especialmente en el nivel local y regional, el caso es otro: la desaparición de la propuesta política. Las carpas partidistas no marcan distinciones: ¿qué diferencia hay entre la U, Cambio Radical, el Partido Conservador o el Liberal? Más allá del amor u odio hacia la persona de Álvaro Uribe, ¿qué diferencia marca el Centro Democrático? Alianza Verde y los movimientos indígenas han asimilado las prácticas tradicionales sin acentuar sus peculiaridades fundacionales. La oferta disponible es una cara limada con photoshop, con un logo y un número al lado.

El Colombiano, 6 de octubre

viernes, 4 de octubre de 2019

Coloquio Fukuyama


El Coloquio A 30 años de ¿El fin de la historia?, realizado en la Universidad EAFIT el 19 de septiembre, contó con la participación de profesores de ocho universidades colombianas de Medellín, Bogotá, Manizales y Rionegro, y de una universidad chilena. Además, de doctorandos y maestrandos de universidades de Colombia y Argentina.

El profesor Francis Fukuyama se hizo presente a través de una videoconferencia exclusiva para el evento, que celebraba los 30 años de su relevante artículo, discutiéndolo -como debe ser.

A propósito de la obra de Fukuyama, su valor y los prejuicios que la han rodeado, cito a Peter Sloterdijk (Ira y tiempo, 2010, p. 50):
[El fin de la historia y el último hombre representa] Junto a los trabajos tempranos de Boris Groys... el sistema mejor ponderado hasta hoy de declaraciones sobre la situación mundial del poscomunismo... y de la antropología política del presente. En mi opinión, el curso del mundo desde 1990 ha confirmado el ensayo general de Fukuyama.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Golpe maestro

Robaron las antenas
La miel de las colmenas
No nos dejaron ni banderas que agitar

Cambiaron paz por deudas
Ataron nudos, cuerdas
Y la patrulla nos detuvo por mirar

Llevaron los finales
A tierra de neutrales
No nos dejaron líneas ni para empezar

Fue un atraco perfecto
Fue un golpe maestro
Dejarnos sin ganas de vencer
Fue un atraco perfecto
Fue un golpe maestro
Quitarnos la sed

Robaron las linternas
La lumbre en las cavernas
No nos dejaron mapas de la oscuridad
Vendieron humo y calma
Lingotes de hojalata
Palacios de ceniza y cartas sin marcar

Fue un atraco perfecto
Fue un golpe maestro
Dejarnos sin ganas de vencer
Fue un atraco perfecto
Fue un golpe maestro
Quitarnos la sed

Fundieron plomo y cobre
Pusieron sal en sobres
Alerta, hay un testigo
Nos han dejado vivos

Fue un atraco perfecto
Excepto por esto
Nos queda garganta, puño y pies
No fue un golpe maestro
Dejaron un rastro
Ya pueden correr
Ya vuelve la sed

Vetusta Morla

lunes, 30 de septiembre de 2019

Hagamos una rifa

Medellín se enfrenta a unas elecciones insospechadas, con doce candidatos cuyas postulaciones no pudieron ser filtradas por los partidos (con excepción del Centro Democrático), sin la simplificación que producen las alianzas entre fuerzas convergentes, con piñata de avales. Un escenario en el que los que tienen alguna experiencia no son muy conocidos y los más conocidos generan poca confianza. Este fenómeno es común en las democracias y ha contribuido al descrédito de los mecanismos electorales tradicionales y de la dirigencia política.

Ante este tipo de situaciones, algunos politólogos y activistas (Sortition Foundation) están impulsando una forma para proveer la representación adaptada de una fuente antigua. En Grecia se llamaba kleroteria y se usó en algunas ciudades italianas y en la Suiza que celebró Borges en “Los conjurados”. Se trata del sorteo y su fundamento democrático es impecable, si partimos de que la democracia es el gobierno de todos y de que constitucionalmente todos tienen derecho a elegir y ser elegidos. El dispositivo que se popularizó en el siglo XX para producir la representación fue el de los partidos. Este dispositivo tiene muchas condiciones: parte de la idea de que los partidos son capaces de agregar intereses, formar y entrenar dirigentes, fijar programas y seleccionar a las personas más aptas para llevarlos a la práctica. Después de las eliminatorias partidistas, la gran final se decidía en unas elecciones generales.

Este dispositivo ya no funciona. El sistema bipartidista sucumbió ante la fuerza de la fragmentación social, los partidos más poderosos del mundo o han entrado en bancarrota o han sido tomados por aventureros. El siglo XXI está demostrando que cualquiera puede ser presidente de un país ante el fracaso del método de selección partidista: un futbolista en Liberia, un cómico en Ucrania, un tuitero en El Salvador, un crápula en los Estados Unidos. En suma, las elecciones no garantizan la representatividad, cosa que saben las mujeres y los honrados, y terminan sobrerrepresentando a otros sectores. Por ejemplo, fue mayor el porcentaje de congresistas que representaban a la mafia y a los paramilitares que la proporción de mafiosos y paramilitares en la sociedad.

La mayoría de las propuestas de sorteo se han hecho para cuerpos colegiados porque se dirigen a regímenes parlamentarios. No me parece atrevido elegir algunos miembros del ejecutivo por esta vía, también para municipios tomados por grupos particulares. En Bello y Envigado ganaría la ciudadanía por primera vez en décadas. En Medellín cogeríamos los perfiles de los candidatos actuales: adultos entre 35 y 50 años, formación universitaria de pregrado, dos años experiencia en el sector público o cinco en total. Supongamos que eso nos dé un universo de 30 mil candidatos, entre ellos hacemos una rifa y el que gane será alcalde. Dudo que el beneficiario del sorteo lo haga peor que el ganador de octubre.

El Colombiano, 29 de septiembre

viernes, 27 de septiembre de 2019

Bruce 70th Birthday

If I lived in that post-industrial world, this anniversary would be, personally, with a toast, a marathon of known songs and others without frequenting, a sixth immersion in the most recent album. But -in a country as Colombia- it is not enough. The shortage of direct conversations about Bruce - so we say in confidence - throws one into monologues printed in print and thrown into the air, without further ado.

[Read full article in the "Artículos sobre música popular" section, right column.]

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Prosperidad y descontento

Un rasgo del mundo actual es la convergencia de prosperidad y descontento. En particular, las condiciones generales de la población han mejorado dramáticamente en Europa oriental, Iberoamérica, China, el sudeste asiático y el Medio oriente, pero también ha crecido la inconformidad de amplios sectores de población que se expresa, pero también se moviliza en eventos sucesivos como la Occupy Wall Street, Primavera árabe, los indignados o —ahora mismo— Viernes por el Futuro.

El descontento global hace parte del campo de los hechos. No es fruto de la mente caliente de colectivos de activistas ni de los ardides conspirativos del populismo. Si no pregúntesele a Emmanuel Macron si el levantamiento de los chalecos amarillos es un espejismo o a los gobernantes de Brasil, Polonia o Hong Kong si les parecen irreales los protestas por los incendios amazónicos, la reforma judicial o la ley de extradición, respectivamente. Los datos de Latinobarómetro o Eurobarómetro muestran una profunda desafección por las instituciones democráticas y los liderazgos políticos. (Véase la última Gallup Poll para el caso colombiano.)

El descontento global no es fruto de la falta de información. Los esfuerzos de la Fundación Gapminder o de Steven Pinker para convencer al mundo de que vivimos mejor que nuestros abuelos, en un caso, o que los Caballeros de la Mesa Redonda, en el otro, son casi impecables, y en todo caso meritorios, pero parten de premisas erróneas: que la gente no sabe o que sus reproches tienen que ver con sus condiciones materiales. Sin dudas, hay falacias, posturas desinformadas, datos falsos en circulación, pero la movilización global de insatisfechos que ya sobrepasa una década de duración debe tomarse en serio. No se resuelve con series de tiempo ni con alabanzas al progreso.

¿Por qué la gente está molesta si estamos mejor? Una respuesta clásica está en la teoría de las necesidades. Las necesidades humanas cambian, se diversifican y se amplían a medida que asuntos más primarios se van resolviendo. Los umbrales de tolerancia a la violencia y la precariedad material suben geométricamente mientras los logros sociales lo hacen aritméticamente. Las personas no comparamos nuestros niveles de satisfacción con los abuelos, sino con los amigos y vecinos. Nuestros amigos y vecinos de hoy son alemanes, noruegos y canadienses: nos muestran sus vidas todos los días en la televisión y en la internet.

Otra explicación, más antigua aún, se remite a la dignidad humana. Un profeta dijo que no solo de pan vivía el hombre, y tenía razón. La gente demanda respeto, dignidad, reconocimiento, repite hoy el pensador Francis Fukuyama. Creo que tiene razón. El peor efecto de la desigualdad y la corrupción no es económico, es moral. Se trata de la humillación que produce saber que el heredero, el tramposo o el delincuente llevan una vida mejor que el trabajador y el empresario honrados.

El Colombiano, 22 de septiembre

martes, 24 de septiembre de 2019

Bruce 70

El hombre y el artista, el héroe y el hermano: Bruce Springsteen cumple setenta años este 23 de septiembre. Hace tres décadas profesé mi amor por su arte en un texto que publicó el Magazín Dominical de El Espectador y que se reeditó en la antología que hizo la Universidad de Antioquia años después (“Memoria impresa”, 1998). Casi cuatro décadas de audiciones, discos, videos, traducciones, iconografía, lecturas, películas, un par de conciertos, han contribuido a afirmar su obra como parte de mi comprensión de la vida.

Casi toda su producción está al alcance de un botón, no así las experiencias. El nexo empático que se reitera a lo largo del tiempo, que se multiplica en la variedad de situaciones sociales y anímicas, el encuentro en las actitudes —que a veces es coincidencia, otras consejo—, ese tipo de conexión hace que la comunicación trascienda la levedad presumible en la relación entre un músico popular y un consumidor cualquiera, así sea leal.

El apego que existe entre Bruce Springsteen y su público hace parte de la cultura popular contemporánea en el mundo desarrollado. Ha infiltrado los estudios académicos, la literatura, el cine, la política. Es un dato general que no depende del gusto, algo así como que cualquier congoleño sepa, en el Congo, que se juega una copa mundial de fútbol. Fuera de allí, es decir, en países como Colombia, todo esto es una excentricidad. Un caso curioso, como el de un club de lectores de “En busca del tiempo perdido”, pero carente de refinamiento.

Si viviera en ese mundo posindustrial, este aniversario se saldaría, en lo personal, con un brindis, una maratón de canciones sabidas y otras sin frecuentar, una sexta inmersión en el álbum más reciente. Pero no basta. La escasez de conversaciones directas sobre Bruce —así le decimos en confianza— lo lanza a uno a monólogos puestos en letra de imprenta y tirados al aire, sin más.

[Leer artículo completo en la sección "Artículos sobre música popular".]

lunes, 16 de septiembre de 2019

Individualismo y crítica

La publicidad es como el humor: conserva una capa de inmunidad ante los despropósitos, las tonterías y las falacias que usa para vender un producto. Existe cierto acuerdo tácito en la sociedad al respecto y solo cuando se trasgreden de manera grave ciertas líneas atinentes al plagio o al engaño se acude al control estatal. De allí que no podamos asumir con seriedad ciertos postulados que se usan en las piezas publicitarias o en los lemas de las empresas.

Pero hay oportunidades que no se deben dejar pasar. La campaña promocional de la caminata de la solidaridad, que organiza anualmente la Fundación Solidaridad por Colombia, apeló este año a la frase “Para que Colombia sea 100% solidaria quitémonos el individualismo y la crítica” (El Colombiano, 24.08.19, pág. 32). La sentencia luce auténtica, nacida de la entraña de la organización. Carece del formalismo, del carácter estereotípico y la vaguedad propias de los publicistas, incluyendo los que trabajan para causas sociales.

Es importante discutirla, primero, porque si hay santo y señas propios de las sociedades premodernas esos son el desconocimiento de la individualidad, con lo que ella trae consigo, y el reproche a la disensión, a la controversia con la autoridad, pues toda autoridad proviene de un acto divino. Y lo es también porque, segundo, lo que puede derivar de la primacía de la comunidad sobre el individuo y de la obediencia ciega a la autoridad no es la solidaridad. Lo que surge de allí es el paternalismo, autoritario siempre en su esencia, y la caridad como acto gratuito del dador y medio de sujeción simbólica del receptor.

Aunque la individualidad es un sello de la ilustración, la personeidad (Xavier Zubiri) o afirmación de la primacía del ser individual en la tierra no es una exclusividad suya. Ya Pico della Mirandola (1463-1494) había puesto al ser humano en el centro del orden cósmico. Tomás de Aquino ponía en el primer lugar de las obligaciones las que se derivan de la propiedad de sí o el cuidado de sí. Lo cierto es que sin la idea de individuo no es posible hablar de libertad ni de democracia. Cosa distinta al individualismo es el egoísmo y es distinta también la discusión moral sobre su utilidad o bondad.

Argumentar contra la crítica es ponerse en el bando totalitario. Sostener que la crítica afecta la práctica de la solidaridad es no entender nada. La solidaridad no es ciega. Siempre discierne, separa (uno de los significados de la palabra crítica), pondera y se inclina. La solidaridad está llamada a favorecer a colectivos específicos, porque la solidaridad es compensatoria, mitigante, subsidiaria. La solidaridad exige la construcción de un nosotros, pero la condición de todo nosotros no es otra que un yo. De este modo, se necesita más individualismo y más crítica para que haya auténtica solidaridad.

El Colombiano, 15 de septiembre

lunes, 9 de septiembre de 2019

Leer a contracorriente

A propósito de la Fiesta del Libro hago públicas algunas sugerencias para una lectura a contrapelo.

Cartas de los hombres, de Graciela Rodríguez Alonso (La Huerta Grande). Si Ovidio imaginó, hace dos mil años, las cartas de mujeres a sus amados (Las heroidas), la señora Gutiérrez rompe con la tendencia contemporánea e imagina qué habrían respondido esos hombres. Una lectura poética, de profunda empatía con situaciones que —milenios y ficciones mediante— iluminan el alma humana. “Qué estúpido era ‘buscar una salida’, qué estúpido caer en la red de la heroicidad y del deber, qué estúpido permanecer atados en la oscuridad”.

Álvaro: su vida y su siglo, de Juan Esteban Constaín (Random House). Un ensayo biográfico sobre Álvaro Gómez Hurtado escrito por el más bibliófago de nuestros escritores jóvenes. Un atrevimiento en un país que ha oficializado la historia liberal y ha madurado a punta de periódico a los portadores del trapo rojo. Para investigadores, la Obra Selecta del dirigente conservador en cinco tomos, editada por el mismo Constaín y publicada por Villegas Editores, la Fundación Álvaro Gómez Hurtado y la Universidad Sergio Arboleda

Loa a la tierra: un viaje al jardín, de Byung-chul Han (Herder). El pensador coreano —una de las voces más sugestivas de la filosofía de hoy, junto con Peter Sloterdijk— nos sumerge en sus reflexiones y luchas con las plantas de su solar berlinés. El auténtico trasfondo de sus tesis sobre las atrofias de la condición humana en el siglo XXI. “Así es como hoy todo lo que no es numerable deja de ser. Pero ser es un narrar y no un numerar. El numerar carece de lenguaje, que es historia y recuerdo”. El jardín de Ignacio Piedrahíta es tan grande como la tierra (haciéndole honor al apellido y a la profesión). Después de Un mar y Al oído de la cordillera, lanza ahora Grávido río (Editorial Eafit).

UnHerd.com. No es un libro, es un medio digital en inglés. Dice que “nuestro objetivo es atraer a las personas que instintivamente se niegan a seguir al rebaño” y hacer “escuchar ideas individuos y comunidades poco escuchados”. Twitter e Instagram son el gran rebaño, que puede ser mirado por encima del hombro por vacas y gallinas, pero las pequeñas recuas de muchos grandes medios no se salvan. Remedio contra la comodidad intelectual.

El error de los gregarios es “poner el fin de la actividad en la sociedad”; no, la sociedad es un medio para el individuo, así como lo es el trigo; el fin es el individuo”. Eso decía Fernando González en su trabajo para graduarse como abogado, ahora reeditado por la Editorial Eafit. El derecho a no obedecer fue su título. Propicio hoy cuando la rebeldía es pose de farándula o actividad criminal. Los rebeldes auténticos —como los pensó Albert Camus— siguen haciendo falta.

El Colombiano, 8 de septiembre

lunes, 2 de septiembre de 2019

Misericordia

Finalmente cayó, como tenía que caer, el Contralor departamental Sergio Zuluaga. Cayó después de muchas trampas que no merecieron la reacción del gobernador ni de la Asamblea Departamental: falsificar la hoja de vida, hacerse una cirugía estética de cuenta de los contribuyentes, apropiarse de un pedazo del lote del Space (Semana, 23.08.19).

Zuluaga es un caso insólito por el descaro con el que actuó y la complicidad con la que contó. Vivimos tiempos en los cuales muchos de los servidores públicos se posesionan para servirse a sí mismos, para sus intereses personales, usando los bienes del público. En el caso de los organismos de control tenemos un problema de diseño institucional ya “que los gobernadores y alcaldes comenzaron a tener una indebida influencia en la elección” (Luis Fernando Álvarez, “Control a los titulares del control”, El Colombiano, 30.08.19). El carácter sistémico que tiene la corrupción en el país incluye el mecanismo de asegurarse el dominio de los órganos de control para que los gobernantes actúen con impunidad.

Lo sorprendente en el caso de Zuluaga es la complicidad con la que contó. Una parte de las reglas del juego de la actividad criminal —y la corrupción hace parte de ella— es que el que cae pierde. El corrupto se expone a que, si es detectado, debe asumir su pena sin contar con el apoyo o la solidaridad pública de sus compinches. En Antioquia no pasó eso, lo cual muestra lo mal que estamos en cuanto a moralidad pública. Eso permitió que el individuo completara el 90% del periodo, lo que significó encubrir a sus socios durante el mismo tiempo.

El editorialista de El Colombiano les pidió al gobernador, la asamblea y los partidos que eligieron a Zuluaga asumir sus responsabilidades y darle explicaciones a los antioqueños (“Que no solo el contralor hable”, 25.08.19), pero —una semana después— su llamado permanece sin respuesta. Escuchamos, sí, una declaración del gobernador Luis Pérez Gutiérrez pidiendo “misericordia” hacia el incriminado y esperar la actuación de la justicia. Mal católico el gobernador. Lo que manda la iglesia en estos casos es “visitar al cautivo”; nada de exculparlo.

De todos modos es un avance que Luis Pérez hable de misericordia. Él, que confesó en su discurso de posesión que tenía “un cajón de odios de comino crespo”. Y que lo sacó desde el primer día para obstruir las obras de sus antecesores. Y que se lo entregó al contralor Zuluaga para que se dedicara a empapelar a los funcionarios de la administración precedente. Que Luis Pérez haya descubierto la misericordia ante la caída del hombre al cual impuso como contralor es asombroso. Él, que no tuvo misericordia, por ejemplo, con Beatriz Restrepo y Juan Felipe Gaviria, dos personajes públicos de honradez probada, pide misericordia para con un delincuente. ¿Por qué? Porque es suyo.

El Colombiano, 1 de septiembre

martes, 27 de agosto de 2019

Colombian Peace: the Third Agreement

This week began a cycle of events called Reincorporation that transforms lives. The organizing entities in Antioquia are the UNDP-EPM Alliance, Eafit University, Proantioquia, the UN Verification Mission and, by the national government, the Agency for Reintegration and Normalization. The events seek to show the projects in which the ex-combatants of the Farc participate through the testimonies of their protagonists and with commercial samples of their products.

From the first event, held on August 20, several conclusions remain. The unanimous recognition of project leaders for government support, through the ARN, the United Nations system and international cooperation. Which shows that there is some light amid the problems of implementation. The will of peace of the reincorporates that I would summarize with three words: discourse, politics and production (this I take from an intervention by Andrés Zuluaga, from Anorí), beyond the violence that is suffered in many regions and the dissidence.

With the will of the national government to ensure the reinstatement and support of the international community, the unknown comes from regional and local agents. That is, the places where mayors are linked to these initiatives (like Mutatá) or not (like Miranda); the places where governments do something for the implementation of the agreements or where they create a bad environment (as in Antioquia); the places where the inhabitants identify opportunities for joint work with the reinstated and those where they are perceived as a threat.

The projects that were exhibited focused on clothing, handicrafts, coffee and fish farming, but none is limited to that main activity and all of them articulate to a greater or lesser extent people on the sidewalks in which the Territorial Training and Reincorporation Spaces are located. There were items for sale and I took a pound of Tolima coffee with The third agreement (more striking than Marquetalia).

Calmly, at home, I find out from the label why the third agreement is called. At the end of the last century there was a truce, if it can be said, between the Nasa people and the Farc; The second agreement was that of 2016, with the national government, signed at the Teatro Colón. The third results from the cooperation between the reincorporates of the Farc in Planadas (Tolima), the Nasa and coffee families in the area, supported by the Faculty of Design of the University of Ibagué. It is in the third agreement where the track of reconciliation is in many regions of the country. The conjunction of peasants, reincorporated, academics, plus entities that contribute to credit and commercialization. And most importantly: the treatment between everyone as people, as Colombians, who begin to trust each other.

lunes, 26 de agosto de 2019

El tercer acuerdo

Esta semana empezó un ciclo de eventos nombrado “Reincorporación que transforma vidas”. Las entidades organizadoras en Antioquia son la Alianza PNUD-EPM, la Universidad Eafit, Proantioquia, la Misión de Verificación de la ONU y, por parte del gobierno nacional, la Agencia para la Reincorporación y la Normalización. Los eventos buscan mostrar los proyectos en los que participan los excombatientes de las Farc a través de los testimonios de sus protagonistas y con muestras comerciales de sus productos.

Del primer evento, efectuado el 20 de agosto pasado, quedan varias conclusiones. El reconocimiento unánime de los líderes de los proyectos al apoyo del gobierno, a través de la ARN, del sistema de Naciones Unidas y de la cooperación internacional. Lo que muestra que hay alguna luz en medio de los problemas de la implementación. La voluntad de paz de los reincorporados que yo resumiría con tres p: palabra, política y producción (esto lo tomo de una intervención de Andrés Zuluaga, de Anorí), más allá de la violencia que se padece en muchas regiones y de las disidencias.

Con la voluntad del gobierno nacional de asegurar la reincorporación y el apoyo de la comunidad internacional, la incógnita proviene de los agentes regionales y locales. Es decir, los lugares donde los alcaldes se vinculan a estas iniciativas (como Mutatá) o no (como Miranda); los lugares donde las gobernaciones hacen algo por la implementación de los acuerdos o donde le crean mal ambiente (como en Antioquia); los lugares donde los habitantes identifican oportunidades de trabajo conjunto con los reincorporados y aquellos en los que se perciben como una amenaza.

Los proyectos que se exhibieron se concentraban en confecciones, artesanía, café y piscicultura, pero ninguno se limita a esa actividad principal y todos articulan en mayor o menor medida a personas de las veredas en las que se encuentran los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). Había artículos para la venta y me llevé una libra de café tolimense con marca El tercer acuerdo (más llamativo que Marquetalia).

Con calma, ya en casa, me entero por la etiqueta por qué se llama el tercer acuerdo. A fines del siglo pasado hubo una tregua, si puede decirse, entre el pueblo Nasa y las Farc; el segundo acuerdo fue el de 2016, con el gobierno nacional, firmado en el Teatro Colón. El tercero resulta de la cooperación entre los reincorporados de las Farc en Planadas, los Nasa y familias caficultoras de la zona, apoyados por la Facultad de Diseño de la Universidad de Ibagué. Es en el tercer acuerdo donde está la pista de la reconciliación en muchas regiones del país. La conjunción de campesinos, reincorporados, académicos, más los entes que contribuyen al crédito y la comercialización. Y lo más importante: el trato entre todos como personas, como colombianos, que empiezan a confiar mutuamente.

El Colombiano, 25 de agosto

lunes, 19 de agosto de 2019

Madrugo con alborozo

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos, ni la página caída de la Dian, ni la fila en el banco me detienen, feliz honro la obligación con el estado. (Después de cada párrafo puede repetirse este coro.)

Aprendimos con Thomas Hobbes que la esencia del estado reside en la fórmula “protejo luego obligo” (protego ergo obligo), que significa que todos los ciudadanos se obligan a la obediencia al soberano pues este nos asegura la vida impidiendo que nos matemos entre nosotros y que los forasteros nos maten. Hobbes no imaginó que fuera posible que, aunque el estado no protegiera, siguiera obligando. Sobre todo, a pagar los impuestos.

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos…

Aprendimos con los colonos norteamericanos que no debe haber impuestos sin representación (no taxation without representation), que significa literalmente que uno no debe pagar impuestos si no tiene posibilidades de elegir a alguien que represente nuestros intereses y preferencias. El fraude electoral, el clientelismo y la judicialización de la política desvirtúan la representación; sin embargo, el impuesto no tiene rebaja.

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos…

Aprendimos con Friedrich Hayek (Los fundamentos de la libertad) que después de pagar los impuestos el estado se encarga de financiar un tipo de obras que nadie más puede hacer y de proveer unos bienes fundamentales a la población. Hayek —el prototipo de los economistas liberales— creía que las carreteras se financiaban con impuestos, no con peajes, y que la educación y la salud en niveles básicos debían ser gratuitas. No se cumple el precepto hayekiano, pero días después de que llega el mensaje de la Dian uno paga los impuestos.

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos…

Aprendimos de Étienne Cabet que la sociedad debía esperar de cada quien según su capacidad, cuyo significado en términos fiscales no implica otra cosa que el que más tiene más paga. Nuestro sistema tributario funciona con otro principio: quien más trabaja más paga. El impuesto no se enfoca en la riqueza sino en el ingreso. Los asalariados —incluyendo aquellos que tienen contratos precarios— son las personas naturales que más impuestos pagan.

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos…

La teoría política se aplica casi a la perfección por la cara de las obligaciones de los ciudadanos de clase media de pagar impuestos, respetar a las autoridades y cumplir la ley. La teoría política se aplica poco por el sello de las obligaciones del estado a proteger la vida y los bienes de la gente, proveer los bienes básicos fundamentales y tratar a todos con imparcialidad.

Madrugo con alborozo a pagar mis impuestos, nada me detiene para cumplir feliz mi obligación con el estado.

El Colombiano, 18 de agosto

lunes, 12 de agosto de 2019

Encontrarse a escuchar en un Jardín

“Soy paisa, arepa 100 x 100, como que nací en Jardín, Antioquia. De ahí mi cara. Me crié en Jericó del mismo departamento. El bigote me salió en Medellín y el corbatín en Bogotá. Es decir: soy un fenómeno intermunidepartamental”. Eso dice Enrique Aguirre López en las breves páginas de su Motobiografía. Pocos saben de Aguirre; muchos, de entre los menos jóvenes, supieron algo de Ci-mifú; de estos, casi nadie lo refería al país del suroeste.

Ci-mifú —el alter ego de Aguirre— vivió su época dorada en Bogotá como escritor de humor en El Tiempo y fundador, dueño y único empleado de la Fábrica Nacional de Discursos. Él y su obra serán objeto y pretexto de la tercera edición de Narrativas Pueblerinas, el encuentro literario y musical que se realiza en Jardín. En realidad, este año, entre el 16 y el 18 de agosto, la mezcla será mayor aún: cada jornada estará compuesta por conversaciones, teatro y música. Sergio Valencia, Fernando Mora, Elkin Obregón y Mico, hablarán sobre Ci-mifú, el cine y la caricatura. Patricia Arroyave, Carlos Mario Gallego y Acción Impro escenificarán obras propias y de Aguirre. Las agrupaciones de proyección de la Corporación Escuela de Música de Jardín estarán los tres días.

Narrativas Pueblerinas es una iniciativa local, dirigida a los residentes en Jardín y a los visitantes. Jardín es escenario, pero también protagonista a través de sus organizaciones culturales y las entidades públicas y privadas del municipio. Entre las segundas, la Alcaldía y Comfenalco.

Hablamos de narrativas porque nos parece un descriptor más amplio que literatura, en el que cabrían la historia, las canciones, el ensayo, la estética, toda la gama de expresiones orales. Decimos pueblerinas porque nos gusta reivindicar la valía de los pueblos frente al provincianismo de lo citadino. Queremos rememorar a los creadores que nacieron y se criaron en estos pueblos —no solo Jardín ni solo el suroeste— y mostrar el talento de sus músicos, pintores y escritores, y hacer escuchar y ayudar a comprender las expresiones que surgen de la vivencia local y regional.

Mucho se hablado del carácter universal de lo pueblerino. La frase con la que Aguirre López se presenta pone lo pueblerino en un plano abierto: “intermunidepartamental”. Podría agregársele global, para elaborar una palabra con más señas y más sílabas. Ese carácter se lo ponía la declaración de Manuel Mejía Vallejo —a quien se dedicó la primera versión en 2017— de que era de “dos pueblos”, a pesar de su peso internacional. Su paisano y coetáneo Jesús Botero Restrepo, que se presentaba del mismo modo, dio lugar a la reedición de Andágueda y a explorar la literatura indigenista el año pasado.

Narrativas Pueblerinas se suma a otras iniciativas que están emergiendo en el suroeste antioqueño lejano; el de los “pueblos allende el río Cauca”, como los nombró el historiador Juan Carlos Vélez. Hay un esfuerzo significativo en Jericó, Támesis, Bolívar, por impulsar las actividades que dan regocijo a la mente y al espíritu, que expanden la tarea de los educadores y enriquecen la cotidianidad de los pobladores y las alternativas del creciente número de turistas de la región. Algo bello está latente ahí.

Generación, 11 de agosto

Melville

De Moby Dick dice el gran ensayista Lewis Mumford (1895-1990) que “es uno de los monumentos poéticos supremos del idioma inglés”. Fernando Savater la define como “libro total que es novela, poema, ensayo... plegaria y blasfemia”. A partir de la trama de Billy Budd, marinero, la cientista política —como se definía— Hannah Arendt (1906-1975) explicó los peligros de la bondad absoluta que es “apenas menos peligrosa que la maldad absoluta”. (Ya hoy sabemos, después de Irak, el Mediterráneo y la JEP, que pueden ser más equivalentes de lo que nuestra autora pensaba.) La confesión de uno de los juristas clásicos que nos dejó el siglo XX, Carl Schmitt (1888-1985), engarza los desvaríos y confusiones de una vida intelectual bajo el totalitarismo con la historia que narra Benito Cereno. Barthleby, el escribiente ha dado lugar a una densa reflexión filosófica que involucró, entre otros, al filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995), entre los muertos, y al italiano Giorgio Agamben, entre los todavía vivos.

El autor de todas esas novelas es Herman Melville (1819-1891), el escritor estadounidense nacido hace dos siglos. Mumford lo compara con Dostoyevsky “en la profundidad de experiencia y conocimiento religioso”. Deleuze con Kafka y Beckett; Agamben nos remite a los comentaristas árabes y judíos de Aristóteles; a Savater le basta con decir que aprendió a escribir con el autor de la Biblia.

Yo no sé qué lugar ocupa Melville en la literatura universal. Solo sé que a fines del siglo XX no hacía parte del canon universitario. Que las librerías y las editoriales explotaban Moby Dick como un libro de aventuras, necesitado de ilustraciones y una poda absoluta de disquisiciones filosóficas y parangones teológicos. Y que durante mucho tiempo fue un volumen delgado que se ofrecía en alquiler en las peluquerías de Envigado, al lado de los libritos de Marcial Lafuente y las revistas de El Santo.

Recién se han traducido al español selecciones de sus poemas y cuentos. Las ediciones de sus primeras novelas todavía son difíciles de conseguir. La obra de Melville es para nosotros como el océano que amaba es para la humanidad, un mundo ignoto del que apenas atisbamos superficies y costas. Nada más engañoso acerca de la condición humana que el bañista que se asolea en una playa. “La naturaleza no ofrece refugio, y la humanidad no lo protege”, dice Mumford, “está solo”. Nadie puede saber su destino, pero si regresa “a los pueblos hospitalarios será otro hombre”.

“Entre fusas y cimifusas”: del 16 al 18 de agosto, se llevará a cabo la tercera edición de Narrativas Pueblerinas en Jardín. Enrique Aguirre López Ci-mifú, hará que se hable de él y del humor en el cine, la caricatura y el teatro. Sergio Valencia, Fernando Mora, Patricia, Arroyave, Carlos Mario Gallego, Acción Impro, Mico y Elkin Obregón, serán los otros protagonistas.

El Colombiano, 11 de agosto

sábado, 10 de agosto de 2019

Marx después del marxismo. Contenido

Contenido

Presentación

Primera parte
Conceptos fundamentales


Capítulo 1. Política
Capítulo 2. Educación
Capítulo 3. Trabajo
Capítulo 4. Crítica

Segunda parte
Las razones de la filosofía liberal

Capítulo 5. Revolución: Kant sobre Marx
Capítulo 6. Equidad: Marx en Rawls

Apéndice
Parábola de la casa

miércoles, 7 de agosto de 2019

Patriotismo compasivo

Solo la compasión por la patria, la angustiosa y tierna preocupación por evitarle la desgracia, puede darle a la paz, y particularmente a la paz civil lo que la que guerra civil o la exterior tienen desgraciadamente por sí mismas: algo, entusiasmante, poético, sagrado

Simone Weil

domingo, 4 de agosto de 2019

Centenario del centenario

Hace 100 años —alrededor de 110 para ser menos imprecisos— se celebró en Colombia y América Hispana el centenario de la Independencia. El ambiente emocional en todo el continente estaba cargado de regocijo, optimismo y fe en el futuro. Los habitantes de algunos países tenían un doble motivo; los mexicanos, por ejemplo, celebraban también el fin del régimen de Porfirio Díaz (1830-1915); los colombianos, consolidábamos con cierto éxito la paz después de la Guerra de los Mil Días y hacíamos una reforma significativa a la constitución de 1886. Sin giros tan profundos, los demás países vivían un momento de luz. Borges recuerda la felicidad de los argentinos durante las celebraciones del centenario.

En el centenario del centenario los hispanoamericanos oscilamos entre la perplejidad, el pesimismo y la escisión, cargada de rabias, de nuestras sociedades. La sobrecarga del instante, la captura por el presente, han hecho de estas efemérides —la del 10 y la del 19— fechas pálidas, despojadas de rituales y, aún menos, de reflexiones de amplio alcance. Nos hemos limitado a estrechas franjas del ámbito intelectual. La sociedad política le ha dado la espalda al Bicentenario. Peor aún, las autoridades del estado, en cualquier nivel, están pasando por estas fechas de modo protocolario y vacío. (En Medellín, la feria de las flores no dará un minuto a banalidades como la historia patria.)

El estado espiritual corriente del ciudadano medio es comprensible, pero no es nada peor que el de hace cien años. El grado de civilización en el continente es mucho mejor, hay más libertades, democracia y progreso material. Pero el ciudadano medio no es el responsable de proponer la pregunta por la trayectoria de la construcción nacional, ni de tomar la iniciativa para señalar sus peculiaridades y fallas, ni de abrir el debate sobre las características de nuestro destino, que tendrá que ser compartido o no será. Esa es una responsabilidad de las élites políticas, económicas e intelectuales.

2019 entra a la recta final sin que Bicentenario haya dejado de ser una palabra para adornar los discursos burocráticos, palabra que permitirá contextualizar los viejos lugares y las fórmulas de consuelo habituales en la retórica pública. Todo esto no significa que gran parte de la dirigencia ha renunciado a hacerse cargo del pasado, que es la única manera entender y enfrentar el presente. Capotear, sobreaguar, el presente es una cosa muy distinta a dirigir un país o una sociedad.

Hace cien años, Colombia estaba consolidando su paz más estable y duradera —para usar una expresión reciente. Los sectores menos radicales de los dos partidos tradicionales hallaron una fórmula conciliatoria. Más allá de los acuerdos de paz, hubo entendimientos durante la administración de Rafael Reyes y se hicieron cambios en el régimen político. Las mayorías no querían volver al pasado fratricida. Del centenario se puede aprender.

El Colombiano, 4 de agosto

lunes, 29 de julio de 2019

Fin de una época

Creo que la muerte de Beatriz Restrepo Gallego cierra una época en Medellín. Beatriz hizo parte de una generación que le puso rostro al clima intelectual que vivió Medellín entre fines de los años ochenta y principios de este siglo. Me refiero a una generación nacida en la década de 1940 y de la que formaron parte María Teresa Uribe, Nicanor Restrepo, Jorge Orlando Melo, Carlos Alberto Calderón, entre otros.

¿Cuál fue ese clima intelectual? El de un severo juicio sobre los procesos sociales y culturales que dieron lugar a la irrupción del narcotráfico, su influencia y su violencia. Esas personas —y otras menos notorias— entendieron que el narcotráfico no era solo Pablo Escobar, que la crisis tenía expresiones más diversas y complejas que la violencia y que la respuesta tenía que ser más profunda que montar un bloque de búsqueda encargado del simple y engañoso “busque y destruya”.

En los ochenta el problema del día era la supervivencia. Violencia, quiebra manufacturera, desempleo, desorden financiero, pobreza, incapacidad estatal. En un país convulso, Medellín era el centro del gran desorden. Estas figuras se refugiaban en sus empeños domésticos: academia, empresa, iglesia. El cambio mundial de 1989 también fue un cambio colombiano: acuerdos de paz, nueva constitución, sometimiento y muerte de Escobar, Consejería Presidencial. La Consejería fue el foro y el escenario en el que esta generación proyectó sus reflexiones, su narrativa y su liderazgo. Los sobrevivientes ya podían pensar la reconstrucción de la ciudad.

Hay pocas dudas de que el énfasis distintivo de ese clima intelectual estuvo en la formación cívica, política, básica, instrumental. Y en que el eje de ese énfasis —al menos el que trataron de imprimir estas personas— fue la ética. Recuerdo grandes foros para promover la discusión ética convocados por la Cámara de Comercio, El Colombiano, las cooperativas, las ONG, la iglesia católica, las universidades. Ética aplicada, educación para la democracia, ciudad educadora, resolución de conflictos, ética económica, se volvieron términos comunes. En particular, se hizo un esfuerzo deliberado por establecer un consenso contra la justificación de la violencia y la connivencia con el narcotráfico.

Esa época terminó. La masa crítica de dirigentes e intelectuales que lideró ese cambio ha desaparecido. Quedan individualidades. En la sociedad predomina el conformismo, la formación fue sustituida por el afán instruccional, la reflexión por la publicidad. El discurso ético se anatemiza como signo de superioridad moral y el comportamiento personal correcto se banaliza, cuando no se trata con cinismo. No hay bien público, solo empresas particulares. Los antioqueños hemos vuelto a las viejas prácticas de “tapen, tapen” y “hagámonos pasito”. Nos embriagamos con los éxitos de los últimos quince años y nos volvimos autocomplacientes. Estamos como en 1970, felicitándonos, y no vemos las sombras que nos rodean. Que nadie hable de ellas; que nos dejen dormir tranquilos.

El Colombiano, 28 de julio

lunes, 22 de julio de 2019

Desinflados

“Tengo la sensación que eso que llaman fútbol es otra cosa”, dijo hace algunos años César Luis Menotti, el famoso técnico argentino. Afirmaciones parecidas se han escuchado en estos días. Jorge Valdano —futbolista, técnico, gerente—, por ejemplo, lanzó la sugerencia de que hay “una sensación de hastío en los hinchas más civilizados”. El escritor español Enrique Vila-Matas habló de “desafecto”. Menotti se refería al juego, Valdano a la dirección corporativa de la Fifa y sus afiliados, Vila-Matas a la gestión en su amado Barcelona. Tres aspectos distintos pero inseparables del más global de los deportes. Se puede hacer un manifiesto con esas opiniones.

El fútbol es otra cosa como práctica, claro está, y es comprensible. Lo que pasa es que dejó de ser solo un deporte. Está a punto de convertirse en un ramo de la farándula. Cuando el depilado de las cejas de James Rodríguez aparece en la misma página del triunfo colombiano en Wimbledon, el desajuste es evidente. El fútbol es otra cosa en el nivel asociativo porque patrocinadores y televisión están saturando los calendarios, exprimiendo a los jugadores y desorientando a los aficionados. El fútbol es otra cosa porque la proporción entre juego y negocio se ha cargado descaradamente al segundo factor. Y el negocio en América Latina y otros lugares está marcado por prácticas mafiosas y corruptas que dejan muy pocos ganadores económicos.

Además, aún dentro de estos límites estrechos, existe mucha desigualdad. Geográfica, factor en el que Europa es ganadora. Suramérica pasa por su peor momento futbolístico de la historia, puesto que nunca antes pasó tanto tiempo sin triunfos mundiales en selecciones o en clubes. El fútbol de mujeres ocupa un escalón muy bajo pese a que, como se vio en el campeonato mundial de Francia, es tan entretenido como el que juegan los hombres. Entre los clubes de los países, porque el fútbol carece de reglas que ayudan a promover la competencia y evitar las hegemonías, como las que existen en el básquetbol de la NBA, por ejemplo.

Con amargura, Menotti asegura que “el fútbol se lo robaron a la gente”. No hablaba del sistema de pago por ver que tratan de imponer en Colombia la Dimayor y unos operadores de televisión, aunque también eso es un robo. Lo es porque el fútbol colombiano se juega en escenarios públicos y gracias, en buena medida, a recursos públicos (de licoreras, alcaldías y gobernaciones, por ejemplo). Hablaba de la pertenencia. No hay afiliación con jugadores o símbolos. Cada semestre los jugadores cambian de equipo y los equipos cambian de camiseta. Incluso hay equipos que cada dos años cambian de nombre y de sede. A eso hemos llegado.

Y eso que el fútbol no nos da un décimo de lo que nos dan el ciclismo, el boxeo, el atletismo y, ahora, el tenis.

El Colombiano, 21 de julio