Esta semana empezó un ciclo de eventos nombrado “Reincorporación que transforma vidas”. Las entidades organizadoras en Antioquia son la Alianza PNUD-EPM, la Universidad Eafit, Proantioquia, la Misión de Verificación de la ONU y, por parte del gobierno nacional, la Agencia para la Reincorporación y la Normalización. Los eventos buscan mostrar los proyectos en los que participan los excombatientes de las Farc a través de los testimonios de sus protagonistas y con muestras comerciales de sus productos.
Del primer evento, efectuado el 20 de agosto pasado, quedan varias conclusiones. El reconocimiento unánime de los líderes de los proyectos al apoyo del gobierno, a través de la ARN, del sistema de Naciones Unidas y de la cooperación internacional. Lo que muestra que hay alguna luz en medio de los problemas de la implementación. La voluntad de paz de los reincorporados que yo resumiría con tres p: palabra, política y producción (esto lo tomo de una intervención de Andrés Zuluaga, de Anorí), más allá de la violencia que se padece en muchas regiones y de las disidencias.
Con la voluntad del gobierno nacional de asegurar la reincorporación y el apoyo de la comunidad internacional, la incógnita proviene de los agentes regionales y locales. Es decir, los lugares donde los alcaldes se vinculan a estas iniciativas (como Mutatá) o no (como Miranda); los lugares donde las gobernaciones hacen algo por la implementación de los acuerdos o donde le crean mal ambiente (como en Antioquia); los lugares donde los habitantes identifican oportunidades de trabajo conjunto con los reincorporados y aquellos en los que se perciben como una amenaza.
Los proyectos que se exhibieron se concentraban en confecciones, artesanía, café y piscicultura, pero ninguno se limita a esa actividad principal y todos articulan en mayor o menor medida a personas de las veredas en las que se encuentran los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). Había artículos para la venta y me llevé una libra de café tolimense con marca El tercer acuerdo (más llamativo que Marquetalia).
Con calma, ya en casa, me entero por la etiqueta por qué se llama el tercer acuerdo. A fines del siglo pasado hubo una tregua, si puede decirse, entre el pueblo Nasa y las Farc; el segundo acuerdo fue el de 2016, con el gobierno nacional, firmado en el Teatro Colón. El tercero resulta de la cooperación entre los reincorporados de las Farc en Planadas, los Nasa y familias caficultoras de la zona, apoyados por la Facultad de Diseño de la Universidad de Ibagué. Es en el tercer acuerdo donde está la pista de la reconciliación en muchas regiones del país. La conjunción de campesinos, reincorporados, académicos, más los entes que contribuyen al crédito y la comercialización. Y lo más importante: el trato entre todos como personas, como colombianos, que empiezan a confiar mutuamente.
El Colombiano, 25 de agosto
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