lunes, 12 de agosto de 2019

Melville

De Moby Dick dice el gran ensayista Lewis Mumford (1895-1990) que “es uno de los monumentos poéticos supremos del idioma inglés”. Fernando Savater la define como “libro total que es novela, poema, ensayo... plegaria y blasfemia”. A partir de la trama de Billy Budd, marinero, la cientista política —como se definía— Hannah Arendt (1906-1975) explicó los peligros de la bondad absoluta que es “apenas menos peligrosa que la maldad absoluta”. (Ya hoy sabemos, después de Irak, el Mediterráneo y la JEP, que pueden ser más equivalentes de lo que nuestra autora pensaba.) La confesión de uno de los juristas clásicos que nos dejó el siglo XX, Carl Schmitt (1888-1985), engarza los desvaríos y confusiones de una vida intelectual bajo el totalitarismo con la historia que narra Benito Cereno. Barthleby, el escribiente ha dado lugar a una densa reflexión filosófica que involucró, entre otros, al filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995), entre los muertos, y al italiano Giorgio Agamben, entre los todavía vivos.

El autor de todas esas novelas es Herman Melville (1819-1891), el escritor estadounidense nacido hace dos siglos. Mumford lo compara con Dostoyevsky “en la profundidad de experiencia y conocimiento religioso”. Deleuze con Kafka y Beckett; Agamben nos remite a los comentaristas árabes y judíos de Aristóteles; a Savater le basta con decir que aprendió a escribir con el autor de la Biblia.

Yo no sé qué lugar ocupa Melville en la literatura universal. Solo sé que a fines del siglo XX no hacía parte del canon universitario. Que las librerías y las editoriales explotaban Moby Dick como un libro de aventuras, necesitado de ilustraciones y una poda absoluta de disquisiciones filosóficas y parangones teológicos. Y que durante mucho tiempo fue un volumen delgado que se ofrecía en alquiler en las peluquerías de Envigado, al lado de los libritos de Marcial Lafuente y las revistas de El Santo.

Recién se han traducido al español selecciones de sus poemas y cuentos. Las ediciones de sus primeras novelas todavía son difíciles de conseguir. La obra de Melville es para nosotros como el océano que amaba es para la humanidad, un mundo ignoto del que apenas atisbamos superficies y costas. Nada más engañoso acerca de la condición humana que el bañista que se asolea en una playa. “La naturaleza no ofrece refugio, y la humanidad no lo protege”, dice Mumford, “está solo”. Nadie puede saber su destino, pero si regresa “a los pueblos hospitalarios será otro hombre”.

“Entre fusas y cimifusas”: del 16 al 18 de agosto, se llevará a cabo la tercera edición de Narrativas Pueblerinas en Jardín. Enrique Aguirre López Ci-mifú, hará que se hable de él y del humor en el cine, la caricatura y el teatro. Sergio Valencia, Fernando Mora, Patricia, Arroyave, Carlos Mario Gallego, Acción Impro, Mico y Elkin Obregón, serán los otros protagonistas.

El Colombiano, 11 de agosto

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