Para las gentes sin arraigo hay muchas carreteras en la vida. Como las que fotografió el recién desaparecido Robert Frank (1924-2019) en Nuevo México. Los telúricos tenemos pocas; yo una: la llamada Troncal del Café que transito constantemente, hace 55 años, entre Envigado y Jardín. Hasta comienzos de los ochenta fue una trocha serpentina que se tragaba cinco horas y más de nuestras vidas en cada trayecto. Poco menos que eso ha vuelto a ser ahora, atisbando la tercera década del siglo XXI.
En algunas cosas es peor. Se paga peaje en Amagá por una vía que no existe. El Ministerio de Transporte tuvo la amabilidad de triplicar el peaje con dos casetas temporales, creadas para un pago preferencial, en las cuales los buses de servicio público deben demostrar que son tales para que les descuenten la mitad de la tarifa. El gobierno tomó esta medida para aliviar a los habitantes del Suroeste, pero el descuento no aplica para vehículos particulares como si ellos sí tuvieran carretera y no sufrieran perjuicio. Poco después de la aplicación de las medidas de mitigación, las empresas transportadoras subieron los pasajes y, en los pueblos, los precios de las mercancías siguieron iguales. El resultado neto fue que los únicos beneficiados por el gobierno fueron los trasportadores y comerciantes pues la gente llana siguió pagando los sobrecostos de la emergencia.
Recuperamos algunas cosas viejas, como la vista imponente del bello Cerro Bravo y la reducción de la estrella de moda, el Cerro Tusa, a una cresta hundida y trajinada detrás de las torres de la iglesia de Venecia. Vemos cosas nuevas, como los pequeños grupos de muchachos venezolanos que deambulan malviviendo de la cosecha cafetera. Me contaron que en Casanare les pagan menos de 200 mil pesos mensuales y aquí, juzgando, por sus vituallas y ropas, por su imposibilidad de subirse a un bus, no debe ser mucho más.
Los políticos —que no han aparecido para ayudarle a la gente— llenaron la carretera de afiches pidiendo el voto. Los diputados de la Asamblea, al fin, quince días antes de elecciones, hicieron una tímida crítica al gobernador. “La declaratoria de la calamidad pública no ha sido abordada por la Gobernación de Antioquia con el debido rigor”, declararon (“Critican baja gestión en vía al Suroeste”, El Colombiano, 12.10.19.). Desidia e ineficacia de Luis Pérez.
Con calma y de buenas maneras se han hecho dos plantones pidiendo soluciones. Nadie responde. Nadie explica nada ni da noticias. Todo indica que la concesión se tomará el año que anunció, y que están felices sin tráfico. El gobierno nacional prometió 11 mil millones para arreglar la vía alterna que ahora transitamos. Si cumple y empieza trabajos que debieron hacerse hace dos años, los tiempos de viaje serán más largos que en la época de Guillermo León Valencia.
El Colombiano, 3 de noviembre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario