martes, 24 de septiembre de 2019

Bruce 70

El hombre y el artista, el héroe y el hermano: Bruce Springsteen cumple setenta años este 23 de septiembre. Hace tres décadas profesé mi amor por su arte en un texto que publicó el Magazín Dominical de El Espectador y que se reeditó en la antología que hizo la Universidad de Antioquia años después (“Memoria impresa”, 1998). Casi cuatro décadas de audiciones, discos, videos, traducciones, iconografía, lecturas, películas, un par de conciertos, han contribuido a afirmar su obra como parte de mi comprensión de la vida.

Casi toda su producción está al alcance de un botón, no así las experiencias. El nexo empático que se reitera a lo largo del tiempo, que se multiplica en la variedad de situaciones sociales y anímicas, el encuentro en las actitudes —que a veces es coincidencia, otras consejo—, ese tipo de conexión hace que la comunicación trascienda la levedad presumible en la relación entre un músico popular y un consumidor cualquiera, así sea leal.

El apego que existe entre Bruce Springsteen y su público hace parte de la cultura popular contemporánea en el mundo desarrollado. Ha infiltrado los estudios académicos, la literatura, el cine, la política. Es un dato general que no depende del gusto, algo así como que cualquier congoleño sepa, en el Congo, que se juega una copa mundial de fútbol. Fuera de allí, es decir, en países como Colombia, todo esto es una excentricidad. Un caso curioso, como el de un club de lectores de “En busca del tiempo perdido”, pero carente de refinamiento.

Si viviera en ese mundo posindustrial, este aniversario se saldaría, en lo personal, con un brindis, una maratón de canciones sabidas y otras sin frecuentar, una sexta inmersión en el álbum más reciente. Pero no basta. La escasez de conversaciones directas sobre Bruce —así le decimos en confianza— lo lanza a uno a monólogos puestos en letra de imprenta y tirados al aire, sin más.

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