Con motivo de la reapertura de la Estatua de la Libertad, el célebre periodista estadounidense Guy Talese escribió un reportaje para The New York Times (04.07.09) en el que cuenta una travesía completa en Circle Line alrededor de la isla de Manhattan para terminar a los pies de la dama. Talese plantea lo inusual de su situación a partir de su rechazo del agua, de su miedo a navegar y de su negativa a aprender a nadar.
¡Que tal si el origen del apellido Talese fuera “thalassa” (mar en griego) para urdir una pequeña ironía! Todo indica que el reportero no le ha dado muchas oportunidades al mar ni a los grandes ríos. Cosa distinta pasó con Charles Darwin quien confesaba: “Odio el mar… odio cada ola del mar”, y ello a pesar de tener que trasegar por los mares en sus viajes de naturalista, soportando todos los mareos, malestares y agobios imaginables.
Las fobias que Talese atribuye a pequeños traumas familiares y Darwin a sus debilidades físicas, las atribuye Carl Schmitt a una mitología política. La que entiende que hay unas formas sustancialmente diferentes de hacer política entre las potencias de la tierra y las potencias del mar, la misma que ha hecho que –por ejemplo, Antonio Negri– distinga entre política continental y política atlántica, la misma que tal vez se remonte a Tucídides y a su decisión de llevar a Atenas de la tierra al mar.
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