Un amigo decente pero inmaduro (léase biche) me espeta un porqué si Medellín tiene la mejor afición del país no llena el estadio. Yo le aclaro que “mejor” no es “más”. Es cierto, no somos muchos. Mis estimativos siempre se mueven entre veinte y treinta mil, y la cifra más fina sería como veintisiete mil… los mismos veintisiete mil de siempre. Este diálogo a propósito del reciente partido contra Tolima.
Casualmente, en ese mismo partido los hinchas del Poderoso protagonizamos uno de esos extraños espectáculos de tribuna, siempre insólitos para cualquier estadio del mundo pero posibles en la tribuna escarlata. Nuestro equipo acaba de perder 1-3, de locales, con un partido horroroso de algunos jugadores. Y en un acto espontáneo de masas –después de que los muchachos terminan su reunión en la mitad del campo y empiezan la marcha al camerino– los veinte mil de la noche se ponen de pie y aplauden a sus jugadores vencidos.
No es necesario desplegar el contraste con las turbas que asolan a Laureles cuando empatan, amenazan a los jugadores cuando pierden y cosas peores. Hablar de las reacciones de la plebe que vive del éxito empañaría esa nobleza espiritual que distingue al minoritario pero siempre leal pueblo rojo y que lo ha hecho siempre –desde el origen centenario del fútbol criollo– el mejor.
1 comentario:
excelente comentario, ahi se ven las cualidades de los hinchas
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