Entre las muchas maneras de mirar la política ninguna es más clásica que la de los antagonismos. La política trata de una cadena sinfín de conflictos y luchas que se resuelven en acuerdos y pactos, después de los cuales aparecen problemas que dan lugar a nuevos desacuerdos y enfrentamientos. La gran política siempre conduce a enfrentamientos entre dos bloques. De hecho, la mayoría de los mecanismos electorales en Occidente están diseñados para llevar las diferencias a una elección entre dos.
La manera más tradicional de ver la política ha sido a través de las gafas de la oposición entre derecha e izquierda. Mucho se ha discutido sobre el asunto y en una columna de prensa no se pueden dar muchos argumentos. Baste decir que me parece genial la sentencia de José Ortega y Gasset quien dijo que ser de izquierda o derecha es “una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Son maneras parciales de ver la realidad y formas de simplificación que entierran valores importantes en una sociedad.
Hace 25 años Luis Carlos Galán planteó otra óptica distinta. En una sociedad permeada por el narcotráfico, la corrupción y la quiebra de los valores tradicionales, lo importante era tratar de hacer una política decente. Donde decente significa honesta, transparente y no subordinada a ningún interés criminal. No sé si Galán sabía, pero ya en esos años algunos filósofos políticos empezaron a usar la decencia como una categoría fuerte. Una sociedad decente es la que no humilla a sus ciudadanos, una sociedad decente es la que hace todo lo posible por aliviar el sufrimiento de la gente.
Uno de los mayores pensadores del siglo XX, Norberto Bobbio, propuso otra manera especial de mirar las confrontaciones políticas. Para el maestro italiano lo definitivo es la separación entre extremistas y moderados. Básicamente, los extremistas son los que no tienen escrúpulos para justificar o usar medios criminales para lograr objetivos políticos. Los que se alían con las mafias, los grupos armados ilegales, los que apelan a la violencia abierta o soterrada. Los moderados plantean sus diferencias sin pensar que los demás no puedan tener su propia verdad, están abiertos al diálogo y tratarán de resolver sus disputas sin derramar sangre.
En sociedades donde el orden todavía es precario, como Colombia, las gafas de Galán y Bobbio son más pertinentes que las que sólo sirven para ver a la derecha y a la izquierda. Galán tocó la clave de la política colombiana a fines de los años ochenta y esa clave suponía una lucha contra el clientelismo, la corrupción y el narcotráfico. Después desgraciadamente estos tres problemas se encontraron con los aparatos siniestros de las Farc, los paramilitares y las bandas criminales.
Si entendiéramos esto avanzaríamos mucho y nos quitaríamos de encima a los charlatanes y acusadores gratuitos que andan día a día pegándole a todo el mundo la etiqueta de “izquierdista” o “derechista” para poder sentirse seguros y sabios.
Publicado en El Colombiano, 24.08.09
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