El perfeccionismo abarca todas aquellas ideologías que prometen un mundo perfecto y feliz aquí en la tierra. Son perfeccionistas los nazis, los comunistas, los integristas religiosos, los demócratas radicales y los globalistas. Un mundo perfecto requiere un Estado absoluto, una ley universal o la bondadosa y correcta autorregulación de las personas y las sociedades. Es imposible que exista la sociedad perfecta, pero los perfeccionistas no aceptan esta afirmación y a través de su acción política se convierten en promotores de catástrofes.
Lo contrario al perfeccionismo es el falibilismo. Las personas y las sociedades vivimos en la oscuridad y somos muy propensos a equivocarnos; no existe una ley eterna y universal que sea cierta e infalible; si existe la verdad, es muy difícil conocerla y a lo poco que podemos conocer accedemos de múltiples y a veces contradictorias maneras. Para los falibilistas no hay tronos desde los que se pueda sentar cátedra, no existen teorías capaces de explicarlo todo, ni métodos abstractos de investigación.
Algunas de las consecuencias políticas del falibilismo pueden ser descritas de la siguiente manera: hay que dejar un amplio margen en la sociedad para el ensayo y el error lo que significa una amplia esfera de libertad; por tanto, no puede pretenderse que el derecho cubra todas las actividades humanas con prohibiciones y regulaciones; es muy importante que otros órdenes normativos como la ética, la política, la religión y el mercado tengan margen para la intervención en la actividad humana; el pilar de la organización política debe ser el pluralismo, no la democracia que es apenas un procedimiento; no debe pedírsele al gobierno que se ocupe de todos los asuntos y en cambio debe delegarse a la sociedad y a los individuos muchas cargas y responsabilidades.
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