El Poderoso terminó la década por lo alto: no sólo cerrando un periodo de cinco finales y tres títulos, sino con una campaña formidable que no dejó ninguna sombra de duda desde la eficacia de las clasificaciones ni la calidad del juego ni la entrega de todos los jugadores ni la brillantez de algunos.
El desempeño del equipo fue tan magnífico y arrollador que los comentarios aviesos de los habituales antipáticos gratuitos que tenemos en los grandes medios movieron a risa más que a rabia. Y a posteriori, los desatinos de Eduardo Lara se ven mayúsculos pues no supo ver en qué equipos estaban los jugadores que necesitaba la selección para las eliminatorias. Lara no comprendió el valor de los veteranos como Choronta ni de los jóvenes como Jackson… bien retirado esté.
Sueños del balón corrigió algunos errores infantiles cometidos a principios de año y acertó contra pronósticos en la elección de Leonel Álvarez. No porque haya ganado, sino porque recuperó a una leyenda que estaba nublada por otras divisas, la trajo a su lugar original y esto llenó de orgullo a la hinchada y de seguridad a los jugadores.
En muy poco tiempo, Leonel y los jugadores le dan otra oportunidad a la dirigencia de llevar la institución a un nivel alto y estable, con una presencia constante en torneos internacionales y lucha permanente por el título colombiano. Pero, sobre todo, con respeto por la afición.
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