Pensaba que los males derivados de la mezcla de los poetas en la política y, especialmente, el fanatismo de los poetas en la política y el extremismo de las luchas entre poetas eran males nuestros. Los males de exponer en público y por escrito sus malquerencias y contratiempos, y convertirlas en el soporte de sus querellas estéticas y políticas. Eso pensaba hasta que leí “Lo inoportuno y lo inaceptable” de Manuel Rico (El País, 06.06.09).
Rico nos cuenta el debate entre los poetas españoles a propósito de la muerte de Mario Benedetti. Cómo el poeta Antonio Gamoneda disiente cortésmente en su obituario acerca del valor de la obra del uruguayo y de cómo se le vienen encima, desproporcionadamente, otros, entre ellos el editor Jesús García Sánchez (dinero de por medio, claro está). En lo que a mí respecta, no sé que es de peor gusto: criticar a un difunto con el cadáver todavía caliente o quebrar las lanzas por defender estéticamente la obra de Benedetti.
Lo más sorprendente es que todos estiman al poeta uruguayo por “su compromiso político”. Desde que Platón postulara el rey-filósofo la gran discusión ha sido acerca de la relación de los filósofos con el poder. Pocos se han ocupado de las tentaciones y caídas frecuentes de los poetas. Las tentaciones políticas de los poetas son innumerables. Me consuela pensar en la miseria de los aedos que se convierten en bufones de tiranos y piratas. Al fin y al cabo, no hay seña más segura que oponerse al entusiasmo político de un poeta.
1 comentario:
Jorge: la política está anclada en la racionalidad, pero no la informa totalmente. Para actuar el político debe apelar a la sicología, a la economía, al derecho. La poesía está repleta de sentimentalismo, de perfeccionismo en la forma, de subjetividad. A la política antecede la filosofía que tantas veces es tangencial con la poesía por aquello de la imaginación.Por allí se cuela hacia los maximalismos y a las utopías revolucionarias.
Los poetas son peligrosos como dirigentes políticos, por supuesto-.Se desprende de observar al payanés presidente Guillermo Valencia. Y ni qué decir de alias Antonio García del Eln.En pequeñas dosis la poesía cura las penas de la literatura política benedettiana. Era un buen hombre,simplemente eso.brinsi
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