Sin hermenéutica literaria –sólo con el sentido común– podemos hablar de los arquetipos de Sancho y El Quijote como prosaico y soñador, simple y alambicado, señor de su casa y pretendiente del mundo, respectivamente. Entre el vasto material metafórico y analógico a que han dado lugar los personajes de Cervantes, la política y la filosofía ocupan un lugar importante.
El pensador inglés Michael Oakeshott (1901-1991) propone una lectura bastante acorde con la anterior comparación. Para él la filosofía no debe tener “presuposición, reserva, freno ni modificación”*. La filosofía debe ser atrevida, alborotadora, disolvente, tal vez, incluso, descabellada. Dígase quijotesca. La política en cambio debe ser todo lo contrario: sobria, ordenada, contenida, adaptable. Dígase sanchesca.
El retrato que el profesor mexicano Jesús Silva-Herzog ofrece de Oakeshott se titula “gobernar en bicicleta”. Para manejar bicicleta hay que pedalear y es seguro que para ser un ciclista notable no se requiere conocer la “teoría general del ciclismo”**. La filosofía puede cabalgar en un táparo creyendo que es un Bucéfalo y embistiendo molinos de viento como si de tratase del mismísimo Señor Gris. La política debe apartarse de ello.
*Oakeshott, Experience and its Modes, 1933.
**Silva-Herzog, La idiotez de lo perfecto, México, FCE, 2006.
1 comentario:
Muy buena Jorge. Me identifico más con Sancho.
Saludos,
FHS
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