miércoles, 28 de diciembre de 2022

Diccionario de injusticias

"¡Eso no es justo!": lo dice la familia del joven que un mal día sencillamente no regresa a casa, la profesionista que por el mismo trabajo percibe un salario menor que un colega varón, la persona a la que se le ofrecen recompensas laborales a cambio de algún favor sexual, el migrante al que se le impide circular con libertad, la desempleada a quien se desdeña por el color de su piel. La injusticia está por doquier, nos rodea y nos somete, erosiona la convivencia y castiga de forma injustificada a quien la padece. Peor aún: es algo tan común que terminamos habituados a convivir con ella, y aun a practicarla.

En este ambicioso y original volumen, editado por el filósofo Carlos Pereda, se exploran los muchos rostros de este mal que aqueja a la sociedades, tanto abusos conocidos desde hace tiempo, como la xenofobia y el racismo, hasta agravios que definen nuestro tiempo, como el desplazamiento forzado o el feminicidio, y aun otros que en fechas recientes hemos identificado, como la contaminación acústica, el maltrato animal, la gentrificación o el edadismo. En las 146 entradas del diccionario -ensayos concisos y a menudo combativos, con una breve bibliografía para profundizar en cada tema-, académicos de toda Iberoamérica identifican y desgranan una gran variedad de problemas sociales, culturales, políticos epistémicos y ambientales que no dejarán ileso al lector.

Este volumen es una especie de "continuación", en sentido opuesto pero a la vez más motivante, del Diccionario de Justicia, también editado por Pereda y publicado por Siglo XXI Editores.

jueves, 22 de diciembre de 2022

Tráelos a todos

 Bring 'em All In


Tráelos a todos, tráelos a todos, tráelos a todos

Tráelos a todos, tráelos a todos a mi corazón

Trae los pececitos

Trae los tiburones


Tráelos del brillo

Tráelos de la oscuridad

Tráelos de las cavernas

Tráelos desde las alturas

Tráelos de las sombras


Sácalos del purdah

Sácalos de la tienda

Sácalos de su escondite

Ponlos en mi puerta


Trae a los no perdonados

Trae a los no redimidos

Trae a los perdidos y sin nombre

Deja que todos sean vistos

Sácalos del exilio

Sácalos del sueño


Tráelos a todos, tráelos a todos, tráelos a todos

Tráelos a todos, tráelos a todos a mi corazón


Mike Scott

The Waterboys

Versión libre

viernes, 18 de noviembre de 2022

Silencio

La noche: la noble sencillez y silenciosa grandeza. ¡Sí, silencio! ¡El silencio de los silenciosos del país! Silencio pietista-humanista. Y yo me pregunto, ¿silencio frente a quién? El silencio es un concepto controvertido frente al barroco ruido. Esto es lo más exacto en este silencio y noble sencillez.

Carl Schmitt, Glossarium

viernes, 11 de noviembre de 2022

Finitud

Amigos y conocidos que preguntan por la razón de mis decisiones vitales se encuentran con la misma respuesta mediante dos ejemplos distintos. La esperanza de vida para hombres en Colombia es de 77 años, cumplo 65, así que hago una regla de tres (me guardo la expectativa condicional). Si la vida fuera un partido de fútbol faltarían 14 minutos para el pitazo final. Como el fútbol es tan complejo, hablo de teléfonos móviles que son más populares y sencillos: le queda 16 por ciento a una batería que no se puede recargar. ¿Cómo querés pasar esos 14 minutos? ¿Con quiénes y dónde compartirás ese 16%?

La pregunta remite de modo directo al hecho de la finitud de la vida. Un hecho prosaico que por sí mismo solo adquiere brillo debido a la negación en que se refugia el bípedo humano. Esa negación que se hace en nombre de un falso activismo es paralizante porque dormitar en un tiempo ilimitado nos hace perder el sentido de las prioridades y aplazar lo que importa; lo sabía Thomas Mann cuando describió la falta de rebeldía de Jacob contra el suegro que lo esclavizó. Por eso creo que tiene razón Joan Mèlich cuando afirma que siendo finitos “vivimos siempre en despedida”. El límite hace de la renuncia una constante: ya sé que no iré a China, no leeré En busca del tiempo perdido, no aprenderé filosofía analítica, no escalaré el cerro San Nicolás y una lista larga.

La persona que se dedica a las tareas del espíritu suele engañarse también con su pertinencia y longevidad. La vocación por el “querer decir”, la pasión por comunicar, siempre debería conllevar la consciencia sobre la gravedad de la palabra. Sobra anotar que en los tiempos que corren esta implicación está perdida; sin embargo, no es excusa para quienes hemos asumido profesionalmente el oficio de decir, escribir, aparecer en la esfera pública. La paradoja de hoy es que se dice fácil y rápido, pero para algunos puede resultar costoso (pensemos en Carolina Sanín, por ejemplo). Aunque impersonal, el decir escrito necesita un proscenio, un auditorio, una calle mínimamente claros, dispuestos, tolerantes. La fatiga que entraña separar la sensibilidad del entendimiento cuando decimos algo no nos puede sobrepasar. Cuando esa fatiga se impone o se dice con pasión, así sea modulada, o se calla.

Diré que este es el sustrato de mi decisión de resignar mi espacio en este periódico después de 15 años. Hay contingencias, más o menos incómodas que espero que no pasen de tales. Debo expresar mi gratitud con la institución, con Ana Mercedes Gómez que me abrió las puertas, con sus sucesoras Marta Ortiz y Luz María Sierra y los editores de opinión (Luis Fernando Ospina, Julián Vélez, Francisco Jaramillo y Lina María Múnera). Me queda un buen recuerdo de los lectores, a ellos debe alentarles el motivo de Paul Ricoeur (1913-2005): la persona y la perspectiva son finitas, el verbo infinito.

El Colombiano, 13 de noviembre

miércoles, 9 de noviembre de 2022

¿Quién detendrá la lluvia?

Who'll stop the rain


Desde que tengo memoria

Ha estado lloviendo

Nubes de misterio se esparcen

Confusión en la tierra

Hombres buenos de todas las épocas

Tratando de encontrar el sol


Me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


Fui hasta Virginia

Buscando refugio de la tormenta

Atrapado en la fábula

Vi crecer la torre

Planes, acuerdos y promesas

Envueltos en cadenas de oro


Y me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


Escuché a los músicos tocando

Cómo animarnos un poco

La multitud se había juntado con prisa

Tratando de conservar el calor

Todavía seguía cayendo la lluvia

Filtrándose en mis oídos


Y me pregunto, todavía me pregunto

¿Quién detendrá la lluvia?


John Fogerty

Creedence Clearwater Revival

lunes, 7 de noviembre de 2022

Elasticidad

Me informó en estos días uno de mis hijos —que trabaja en el sector salud, y como quien no quiere la cosa— que mi próximo cumpleaños marcará el cambio en los protocolos médicos. Empezarán a tratarme como viejo. Como todas las especializaciones, la medicina ve por un solo ojo: hay cosas en las que soy viejo hace décadas y otras en la que no parezco o no parecía: el gusto por el rock, el descuido con la contabilidad de los pasos diarios o saber el ritmo cardíaco tres veces al día, el humor y la ironía cotidianos, son cosas de una juventud atemporal, creo.

Nunca me había surgido la pregunta por la vejez. Como estudiante de filosofía me tomé en serio aquello de prepararme para la muerte que es uno de los corolarios de la pregunta por la vida y su sentido, pero la vejez no. Leí a Séneca, claro, y De senectute de Bobbio, también, aunque no lograron interesarme en el tema (la bibliografía crece con Améry, Bruckner, Nussbaum, entre otros). La irreflexiva adulación a la juventud que se desató en los últimos treinta años despertó en mí un sentido crítico parecido al de Fernando Savater —lo bueno de la juventud es que es un mal pasajero, dijo alguna vez— mas no me suscitó la necesidad de reflexionar sobre la vejez.

La preocupación me asaltó casi de repente viendo día a día el envejecimiento de mis papás; mi primera conclusión fue la misma del intelectual español: la vejez también es un mal aunque parece, por desgracia, menos pasajera que la juventud. El quid del asunto sigue siendo qué significa una vida digna de ser vivida —la vita vitalis que planteó Gorgias hace dos milenios y medio— y, entonces, cómo puede ser una vejez digna de ser vivida.

Hay sugerencias sensatas, es decir, nada de las mercaderías, cirugías o simulaciones creadas por los comerciantes que prolongan los cuentos sobre Ponce de León y la fuente de la eterna juventud en La Florida. Una de las que más me ha resonado la planteó mi bioenergética: elasticidad. Si se ve la vejez como un proceso de anquilosamiento tratar de conservar la elasticidad puede ser una buena forma de asumir conscientemente la lucha perdida contra el rigor mortis. La palabra anquilosis indica la dificultad de articular. Sus familiares derivadas del griego clásico son ángulos, esquinas, apoyaduras, prótesis, me quedo con soldadura; es muy diciente también la raíz indoeuropea que se traduce como ancla, quizás atadura.

La elasticidad o la resistencia a la anquilosis deben ser físicas y mentales como se predica dados los problemas de invalidez y alzhéimer. Hay que estirar el cuerpo y el cerebro, pero no solo. Desde una perspectiva social, las peores rigideces son las del corazón y del espíritu: la ortodoxia, el dogmatismo, la intolerancia, el sectarismo, son algunos de sus síntomas. Ese conjunto de rasgos, y otros afines, conducen a la decrepitud de una persona y de una sociedad.

El Colombiano, 16 de octubre

lunes, 31 de octubre de 2022

Por el patrimonio

Durante la inauguración del Teatro Jardín, en 2019, Mary Luz Peláez protestó, invitó, advirtió, agradeció, todo a la vez, con su voz suave y su rostro sereno como siempre. El nuevo teatro municipal es en realidad una reconstrucción, adaptada técnicamente, del viejo lugar donde los  jardineños sufrimos y gozamos veladas y películas durante décadas. Un lugar que antes había sido un negocio y que algún delirante alquiló para llevar entretenimiento y cultura al último rincón del suroeste. Protestó Mary Luz por dos décadas de abandono, agradeció por la reconstrucción, invitó a que todos se hicieran responsables del patrimonio del pueblo y recordó que muchas personas y algunas entidades —sobre todo la Corporación Cultural de Jardín— aportaron su esfuerzo para que fuera posible la recuperación de ese espacio público. Las cosas marchan bien cuando cada cual hace lo suyo: el estado invirtió, un alcalde atinó entregando a Comfenalco la gestión, los paisanos hacemos de actores y público.

En Colombia, y más aún en cualquier pueblo, la conservación y rescate del patrimonio material y de la memoria cultural son proezas. Resignados a que nuestro país careciera de monumentalidad, las autoridades, el sector privado (esta semana celebran 50 años del Edificio Coltejer) y los pobladores nos acostumbramos a la destrucción de las pequeñas huellas físicas que iban dejando las sucesivas generaciones que construían ciudades, casas, templos, vías, talleres. El patrimonio no es prioridad ni hábito. Lo que subsiste obedece al ritmo espasmódico de la buena suerte: un funcionario público consciente, un empresario o un cura sensibles, un poblador que piensa en su comunidad. Esta enumeración pone de presente que todos podemos hacer algo, pero que no todos podemos hacer todo. La responsabilidad siempre es una función de la capacidad y del poder. Hay individuos y organizaciones que pueden destruir o construir más, y los hay que pueden destruir o construir menos.

Un ejemplo de lo que se acaba de decir es la tarea de cuidado y embellecimiento de los edificios religiosos de Jardín que ha emprendido el párroco Nolberto Gallego. La más notable de ellas, por ahora, es la remodelación de la capilla del beato Juan Bautista Velásquez que cuenta con el concurso de la diócesis de Jericó. La historia de la capilla la contó el escritor Mario Escobar Velásquez, sobrino del mártir, en una crónica que le tributa a su abuelo y a su mamá y que publicó Sílaba en el volumen Itinerario de afinidades (2015). Una capilla “a priori”, como dice Escobar, porque fue construida por el padre antes de que el joven fuera beatificado. Ahora se termina de embellecer en su sencillez. Tendrá en la espadaña un altorrelieve del artista local Felipe Giraldo. 

En noviembre será la ceremonia por la renovación. Faltará Mary Luz, quien murió el pasado 21. Faltará en el acto y ya hace falta en la cultura y la historia de Jardín con sus invocaciones al ejemplo, la tenacidad y el emprendimiento de los líderes cívicos.

El Colombiano, 30 de octubre



lunes, 24 de octubre de 2022

Empresarios y presidencia

La conducta del empresariado colombiano frente a la institución presidencial en Colombia ha sido normalmente acatada, al menos desde que se crearon los gremios actuales a mediados del siglo pasado. Hablo de las actuaciones públicas que son las que pertenecen en propiedad al ámbito democrático. Ese gobiernismo rutinario de los voceros gremiales se ha roto pocas veces desde entonces: contra Rojas Pinilla y frente a Samper. A Lleras Restrepo le hicieron repulsas silenciosas por su visión económica mientras ciertos editorialistas lo descalificaban dizque por ser socialista; a Belisario simplemente le hicieron el vacío.

El caso del gobierno de Ernesto Samper es llamativo porque no se trataba de una dictadura. En su momento el Consejo Gremial  Nacional se declaró en contra del gobierno y a favor de una salida institucional. Los grupos económicos optaron por vías distintas: Santodomingo, Sarmiento y en menor medida Ardila respaldaron al gobierno; los grupos Corona y Holguines promovieron soluciones extrainstitucionales (como un paro) y otras abiertamente ilegales; el Sindicato Antioqueño —que así se le decía— se opuso al gobierno, con la excepción de Argos presidida por Adolfo Arango. A nadie debe escapar el hecho de que la crisis política contribuyó en gran medida a debilitar la institucionalidad y que dio alas a la ofensiva de las guerrillas y los paramilitares. Llegó la peor etapa del conflicto armado colombiano entre 1996 y 2002.

Alguna vez, durante una conversación privada con Nicanor Restrepo Santamaría (1941-2015), surgió el tema de aquella coyuntura dramática que vivió el país y que conocemos con el nombre de Proceso Ochomil. Yo había expresado una opinión fuerte contra el gobierno de Samper y el doctor Nicanor me replicó diciendo que al país no le convenía la desestabilización de ningún gobierno. En sus palabras, en su tono y en sus gestos había un asomo de autocrítica por la posición que él y la gerencia que lo acompañaba asumió. En todo caso expresaba una convicción emanada de las turbulencias militares y económicas que se crearon durante esos años y que después se agravaron por factores externos como la crisis asiática y el negativo ambiente internacional para Colombia.

La lección que extrajo Restrepo, según mi interpretación, coincide con los acuerdos académicos sobre el régimen político colombiano y su presidencialismo. La solidez de la Presidencia es la condición que posibilita la estabilidad o inestabilidad del país; su calidad, decisiva para los avances y retrocesos. Las veleidades del inquilino de la Casa de Nariño deben estar sujetas a los controles que establece la constitución política y a los resultados de la deliberación pública. El exmagistrado José Gregorio Hernández constató la “exagerada y negativa actitud de la oposición extrema, que todo lo descalifica y ataca, sin mayor análisis, y sin argumentos” (“El papel del Congreso”, El Colombiano, 19.10.22). Esa inocultable intención de algunas personas con vocería por “hacer invivible la república” es irresponsable. Los que no debería ocurrir es que sectores empresariales se sientan tentados a correr semejante albur.

El Colombiano, 23 de octubre

lunes, 17 de octubre de 2022

Proteger al maestro

Una institución educativa rebautiza su teatro con el nombre de un exalumno; vivo. El exalumno dedica buena parte de su discurso de inauguración a honrar a sus profesores. Son dos actos poco comunes en nuestro medio; puedo decirlo después de más medio siglo de merodear el entorno educativo con uso de razón. Los edificios y facultades suelen llevar nombres de administradores y financiadores; los agradecimientos son institucionales y generales, cuando los hay, porque muchas veces solo hay autobombo: la reproducción de la falacia del "self-made man", el individuo hecho por su propio esfuerzo sin ayuda alguna y que no debe agradecer a nadie (Dios y la familia suelen aparecer en los discursos para limar un poco el narcisismo).

Son más raros en estos tiempos en que los educadores profesionales gozan de un prestigio bajo, más bajo aún que el de la educación. En el mundo la ideología del éxito rápido erosionó notablemente la ilusión educativa; en Colombia, el narcotráfico y el capitalismo político contribuyeron a deteriorarla. Paréntesis. El investigador de la cultura Renán Silva llama ilusión educativa a la idea de que la movilidad y el reconocimiento social provienen fundamentalmente de la educación. Éxito, fama, "likes" que se traduzcan en dinero es lo único que se valora y eso destruye el valor de la educación.

Más excepcionales aún fueron los argumentos de la institución y del alumno: se basaron en la idea de que vivimos una época en la que se ha vuelto urgente luchar por las libertades de opinión, expresión artística y cátedra. En este punto es necesario dar nombres: la institución fue la Duke Ellington School of the Arts de Washington DC y el egresado Dave Chapelle, el cómico estadounidense. El contexto fue la avalancha de críticas contra el humor ríspido de Chapelle que trata de ser censurado continuamente por todo tipo de intolerantes abanderados de buenas causas mediante malos medios. Ante esta situación la Ellington School tomó la valiente decisión de bautizar su teatro con el nombre del humorista. Contar más sería ahorrarles el discurso de Chapelle, no lo haré; véanlo (What’s in a name, Netflix).

En nuestro entorno se habla de educación pero no llega el día de hacer algo por ella y todos los días se escarnecen a sus protagonistas que son los maestros (que tenemos muchos defectos, pero no más que los de cualquier otra profesión). Del desprecio se pasó al insulto, del insulto a la amenaza y de la amenaza a la violencia. Esa fue la situación de algunos profesores de Eafit durante el paro nacional, de muchos educadores de secundaria durante las elecciones presidenciales y, recientemente, de mis colegas de la Universidad de Antioquia que quieren ser incinerados, literalmente, por un grupo fanático. Hechos aislados, se dirá, frase común derivada de los reflejos exculpatorios. La presión verbal o física no ha cesado en estos tres años. Cuando se trata de crimen y violencia ningún acto es menor ni debe ser subestimado.

El Colombiano, 16 de octubre

lunes, 10 de octubre de 2022

Pobre Antioquia

Antioquia acaba de esquivar un golpe que habría sido durísimo: la pérdida del 80% de los impuestos a vehículos, el debilitamiento de Corantioquia y el control del alcalde de Medellín sobre el ordenamiento territorial de los municipios. El congreso impidió que se aprobaran estas propuestas incluidas en el proyecto de ley que reglamentaría la figura de Medellín Distrito (Luis Fernando Agudelo, “Medellín depende de Antioquia”, El Colombiano, 26.09.22). Que quede claro; el golpe al departamento se lo iba a dar la ciudad. Aunque la respuesta automática a todo problema sea acusar a Bogotá, al gobierno nacional, gran parte de los males de las regiones y municipios antioqueños se deben a Medellín.

No se trata de ningún descubrimiento reciente. En 1973 Belisario Betancur dijo: “en el pasado nuestros padres y abuelos hicieron a Antioquia pensando en Antioquia; hoy la queremos hacer pensando en Medellín”; “es urgente que este avance de Antioquia no sea un fenómeno capitalino sin armonía ni congruencia, sino un todo simétrico” y, de modo dramático y premonitorio propuso “reconstruir los canales de su vitalidad provinciana [del departamento], si no quiere ver a Medellín que se convierte en un vampiro que la succiona para rodearse de espectros” (“Antioquia en busca de sí misma”). Puede decirse con bajo riesgo de exageración que la dirigencia regional se dedicó a Medellín y muy poco a las subregiones, que el avance departamental ha sido enorme en el centro y raquítico en la periferia y… bueno, Medellín se volvió el vampiro de los 115 municipios que están fuera del Valle de Aburrá (desde acá se chupan sus aguas, su energía, su oro, su dinero y su gente).

Desde esta perspectiva no es una buena noticia que el gobernador exprese su empeño en construir otra obra para el Valle de Aburrá (“Sueño con que el segundo túnel de Oriente esté en 2024: Aníbal Gaviria”, El Colombiano, 03.10.22). Cuando una administración con recursos escasos y grandes necesidades por resolver prioriza las inversiones en la capital es porque está condenando a las subregiones. La declaración del gobernador se da en medio de las impresionantes dificultades que está viviendo nuestra población debido a la mezcla de malas vías, intervenciones tardías y provisionales o franca inacción. Y se hizo después de que el Banco Mundial afirmara que “las redes viales secundarias y terciarias representan un cuello de botella clave en la mayoría de las áreas rurales, con una quinta parte de la red secundaria y un tercio de la terciaria calificadas como inadecuadas y sin pavimentar” (Juntos para un futuro mejor: actualización del Diagnóstico Sistemático de Colombia, p. 30). El diagnóstico del organismo multilateral enfatiza en el tema de las vías rurales por razones de productividad, equidad, lucha contra la pobreza y resistencia a los efectos del cambio climático.

Dos millones de antioqueños sueñan con tener vías decentes y, esperan —como esperaba Belisario— que las distancias con los habitantes de Medellín se recorten no que se amplíen.

El Colombiano, 9 de octubre

lunes, 3 de octubre de 2022

Discusión necesaria

El debate sobre el crecimiento económico que está colmando las páginas de opinión me tiene bastante sorprendido por varias razones: a) las ignoradas soluciones antiguas que ha tenido, b) la asunción dilemática, excluyente, que ha tomado, c) la ausencia de sentido constructivo.

De a) puedo decir que desde que un hombre llamado Jesús dijo que no solo de pan vivía el hombre parecía claro que la riqueza no lo era todo en la vida humana, más aún, que ni siquiera es un fin sino un medio para la vida buena o el bienestar. Adam Smith no añadió mucho a esta idea básica. Sobre b) no son pocos los que presentan el debate entre dos términos excluyentes (crecimiento o sostenibilidad), lo cual es una falacia lógica y práctica. Lo que conduce a que el debate (c) termine plagándose de prejuicios y contribuyendo a fomentar un ánimo pendenciero.

Por tanto, toca conversar —como dice el personaje de Denzel Washington en Philadelphia— como si fuéramos niños de cuatro años. ¿Tiene sentido que el debate sobre el crecimiento económico lleve cincuenta años? ¿Estaban locos el Club de Roma (Los límites del crecimiento, 1972) o Cornelius Castoriadis (El mito del desarrollo, 1979)? No. Como dijo Juan Camilo Quintero, “esta discusión con cifras y puntos de vista diversos nos puede ayudar a alcanzar soluciones y consensos” (“Regenerar sin tener que decrecer”, El Colombiano, 20.09.22).  

La conversación se aclara más cuando preguntamos qué quiere decir crecimiento. El crecimiento económico desde hace medio siglo, al menos, tiene un sentido específico que los economistas conocen como la maximización de la utilidad. Algunas de las críticas a la maximización de la utilidad se basan en los límites de la racionalidad, otras apuntan a que es insostenible en el tiempo por lo cual se hacen más recurrentes las crisis. Hay críticas morales como la que inauguró el papa León XIII y críticas económicas como las de la economista Deirdre McCloskey  que se ilustran con la elocuencia de títulos como Las virtudes burguesas o Por qué la economía no puede explicar el mundo moderno.

Un síntoma que debería llamarnos la atención se deriva de que dos de los pensadores contemporáneos que apoyaron en su momento las reformas de Reagan y Thatcher han elaborado un profundo cuestionamiento al neoliberalismo, el nombre que se le puso al modelo basado en la maximización de la utilidad. Ellos son Francis Fukuyama y John Gray. La economista Kate Raworth ha propuesto una solución general que dice así: debemos crecer lo suficiente como para garantizar una base de bienes básicos a todas las personas, que incluyen la libertad y la democracia, y no debemos crecer tanto que destruya nuestro hábitat. Puro sentido común expreso en el dicho “maldito el pájaro que se caga en su propio nido”.

El futuro del capitalismo pasa por su deslinde del neoliberalismo y la maximización de la utilidad. De lo contrario, dejará de tener viabilidad o, al menos, justificación.

El Colombiano, 2 de octubre

lunes, 26 de septiembre de 2022

Insostenible

No vamos bien como vamos, ni como veníamos, lo advierto por si algún lector pensara en los términos presentistas que dominan nuestro ambiente.

El informe de desarrollo humano de Naciones Unidas —titulado Tiempos inciertos, vidas inestables— muestra una reducción por segundo año consecutivo del Índice de Desarrollo Humano global. “En 2021 el IDH cayó en 51% de los 191 países para los que se calcula su valor. En 2020 cayó en el 87% de los países”, entre ellos Colombia que no solo perdió cinco posiciones sino que también disminuyó su calificación; así lo resume el colega Mauricio Uribe López (“Desarrollo humano: retroceso e incertidumbre”, La Patria, 16.09.22). El índice se creó a finales de la década de 1980 como respuesta a la insatisfactoria métrica que supone el producto interno bruto e incluyó, además del ingreso, variables que suponíamos irreversibles como la expectativa de vida y el logro educativo.

De otro lado la Fundación Bill & Melinda Gates presentó su evaluación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, acordados en 2015 para acabar con la pobreza, luchar contra la desigualdad y detener el cambio climático para el 2030. “Siete años después, el mundo no está encaminado a alcanzar prácticamente ninguno de estos objetivos” (El futuro del progreso, 2022). Los escenarios que plantea el programa de la Fundación señalan que si se mejorara el esfuerzo de todos los países y de la comunidad internacional, en los próximos siete años podría cumplirse la meta cuantitativa en dos de los objetivos considerados.

Antes del inicio de la pandemia las cosas no iban bien, aunque en Colombia gobernantes y tecnócratas pintaban pajaritos en el aire. La SDG Tracker, otra entidad que monitorea los Objetivos, muestra el panorama colombiano que podría condensarse como malo en pobreza, mediocre en ingresos y bueno en salud. Nuestros problemas más urgentes se relacionan con el hambre, que antes del Covid, agobiaba al 8,8% de la población (el doble de Chile y Argentina, lejos de Brasil y Uruguay, los países latinoamericanos de mejor desempeño), la mortalidad materna, que es de 83 por cien mil nacidos vivos en Colombia, la pobreza extrema del 10,3% y la informalidad laboral nos ubican en el grupo de los países rezagados del continente.

La Fundación Gates reconoce que los números son insuficientes y que dejan por fuera tanto aspectos inmensurables de la crisis como las posibilidades de innovación. En otras palabras, la situación puede ser peor de lo que dicen los números, pero los números no dan cuenta de las posibilidades que tiene la humanidad. Eso sí, dicen, “el fracaso puede ser evitado si cuestionamos todos juntos nuestras suposiciones en cuanto a cómo lograr el progreso global” o, en las palabras urgentes de Bill Gates, “necesitamos cambiar nuestra manera de pensar”. No hay desarrollo sostenible sin cambio en la forma de abordar la solución de los problemas sociales; un mensaje claro.

El Colombiano, 25 de septiembre.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Bibliotecas personales

¿Qué es una biblioteca personal? ¿Un proyecto de lectura o un cementerio de libros? Le escuché esta disyuntiva al médico Alberto Vasco Uribe hace muchos años, bajo la forma de una discusión personal con Carlos Gaviria Díaz. Vasco, si mal no recuerdo, defendía la visión escéptica de que el tiempo no alcanzaba ni alcanzaría para leer los volúmenes que paulatinamente expandían la biblioteca personal. Nunca mencionó el caso doloroso, el suyo, de vivir en el exilio y de abandonar familiares, amigos y libros en su país, para ir a otro donde comenzar de nuevo la vida… y la biblioteca. Gaviria, supongo, tenía la visión optimista de que la biblioteca era un campo que podríamos explorar en algún momento de la vida.

A fin de cuentas o, mejor, cuando las cuentas van llegando a su fin ambas consideraciones resultan razonables. Revisa uno sus anaqueles y se percata de que hay libros que ya no va a leer, porque se desactualizaron, perdimos interés, cambiamos de aficiones y obsesiones, porque nunca fueron prioritarios y —con franqueza— porque ya no nos alcanzará el tiempo. Estantes que calientan polillas y tomos que vencen maderas y se mellan, deforman, amarillean. También están los lomos expuestos como una bibliografía tridimensional que nos llaman la atención en cada pasaje y nos proponen temas, nos asaltan sugiriendo conexiones con preguntas que llevamos en el córtex, nos recuerdan que todavía están allí a la espera.

Una fotografía reciente me hizo pensar que además de tumba o plan la biblioteca personal asume en algunos casos la función de patrimonio, activo fijo (algún contador me corregirá). El pie de foto indicaba una “biblioteca de clásicos”. No es difícil suponer que lo que esconden las cubiertas o sobrecubiertas son ediciones príncipe, primeras ediciones, ejemplares autógrafos o ediciones extrañas de alguna obra cuyo contenido cede relevancia a la antigüedad, al prestigio del editor, al material, a la firma del autor. Algunos bibliómanos son conscientes que allí tienen un ahorro o una inversión. En ese mueble el libro no está ni muerto ni vivo; contra lo que diga la contaduría, no está activo. El dueño lo cuida como un tesoro pero son muy pocas las personas que lo saben o lo consideran así o son capaces de liquidarlo. Ponemos los románticos en alguna repisa los títulos sin otro valor que algún recuerdo y allí mismo podría encontrarse la egoteca, el conjunto de pliegos que salieron de nuestras manos.

Para cierto tipo de investigadores, algunas bibliotecas personales son objetos de trabajo y apreciadas fuentes de información que arrojan pistas sobre la formación intelectual de su poseedor, la trastienda de sus labores, el diálogo —muchas veces evidente— con la obra (por ejemplo, las notas de Napoleón a El príncipe de Maquiavelo). 

Pueden ser más cosas, ¿qué deberían ser? La antesala del beneficio colectivo haciéndose tributarias de las bibliotecas institucionales, oficiales o privadas. Nadie entenderá mejor el valor de esos objetos; nadie les dará mejor uso.

El Colombiano, 18 de septiembre

jueves, 15 de septiembre de 2022

Fiesta del libro: lanzamientos

Sábado 17 de septiembre, 6:30 p.m.

Auditorio Patio de las Azaleas. Jardín Botánico 

Rey de corazones (El Medellín, una pasión crónica) de varios autores y 

El olvido que habitamos de Luis Fernando González 

Presentan: Gonzalo Medina, Jorge Giraldo Ramírez y Sergio Valencia 

Convoca: Librería Grámmata.

Domingo 18 de septiembre, 3:30 p.m.

Salón Restrepo. Jardín Botánico 

La confianza en el siglo XXI de varios autores 

Presentan: Jorge Giraldo Ramírez, Paula Restrepo y Cipriano López 

Convoca: Editorial Eafit


lunes, 12 de septiembre de 2022

De Fiesta

París Trejos no es una ruta de autobuses, ni una parodia de la película de Wim Wenders, no es una razón social plagiada en un barrio popular, es el título del último libro de Ricardo Aricapa (Ediciones Unaula, 2022). Más sorprendente aún, es el nombre de un hombre nacido en Riosucio, como Aricapa. Sé que se trata de una historia largamente buscada y construida por el cronista. En la tapa se ve un hombre de cara aindiada, robusta y con gabardina que recuerda, de inmediato, a Clemenza, uno de los lugartenientes de Vito Corleone. Bueno, es que esa facha debajo de un subtítulo que reza Memorias de un estafador da para poco más. El escritor y crítico Luis Germán Sierra dice en la contratapa que es “un texto cuyo estilo recuerda las crónicas de Gay Talese”. Es un elogio apropiado para uno de nuestros mejores cultivadores del género. Ricardo me señala como “lector kilométrico”, pero las casi 500 páginas de su libro deberán esperarme a que pase la Fiesta del Libro.

Hace 25 años este columnista deambulaba por calles y tribunas buscando complicidades para escribirle una oda larga al Medellín, al Poderoso (no me gusta el uso de las siglas). Parecía fácil porque poetas, cineastas, periodistas, narradores varios de la región resultaban ser hinchas, casi todos, ¡qué va! Pasaron 6 años antes de que Rey de corazones: el Medellín, una pasión crónica (Pregón, 2004) apareciera y desapareciera en un abrir y cerrar de ojos. No cesaron las súplicas, presiones, incitaciones, para que estuviera disponible de nuevo. Ante la flaqueza de mi fe, el dios de la Rexixtenxia envió al profesor Gonzalo Medina y al librero Wilson Mendoza. El primero empujó lo suficiente como para motivar una segunda edición ampliada y corregida del libro, desde la librería Grámmata, el segundo, se decidió a publicarlo con su propio sello editorial. La nómina completa es de 25 contribuyentes más, digamos como primer hincha del libro, el escritor argentino Roberto Fontanarrosa. En total, más plumas que trofeos. Será presentado en la Fiesta el sábado 17 de septiembre (consulten la programación).

De la misma editorial y el mismo día se presentará el libro El olvido que habitamos: historias urbanas y arquitectónicas de Medellín, del arquitecto e historiador Luis Fernando González que estudia barrios y edificios en distintos periodos de los últimos dos siglos y que está ilustrado con planos, dibujos y fotografías. González da cuenta de episodios que le confirman que “Medellín es una ciudad que odia la memoria y el patrimonio” desde los comienzos mismos de la república hasta el presente. En el trasfondo hay iniciativas privadas y políticas públicas, que sin una orientación distinta a la utilitaria, al parecer, y bajo el sambenito de la modernización y el progreso edificaron y destrozaron, embellecieron y arruinaron diversos lugares de lo que hoy llamamos el Centro.

Un oasis para el espíritu y la mente en medio de la pésima gestión cultural que sufre Medellín.

El Colombiano, 11 de septiembre

lunes, 5 de septiembre de 2022

rrrrrrr

Se dice que las zonas urbanas con menor calidad de vida se caracterizan —además de los indicadores sociodemográficos conocidos— por tres ce: congestión, contaminación y crimen; no sé si cabrá una cuarta: “cool”, que para el turista en Medellín significa sexo, drogas y reguetón baratos. Si la mayoría de esas ce colman la ciudad, estaríamos ante una calamidad que nos abocaría a lo que el investigador Fernando Carrión llama “urbicidio”.

Escuchamos clamores ciudadanos debido a un componente de la contaminación, el ruido. Vivimos en una región de ancestros mineros donde el estruendo es promesa de riqueza y la pólvora gesto de celebración. No hay silencio ni en templos ni hospitales, no se sabe si es peor tener un bar en el vecindario o un gimnasio, los establecimientos educativos y las unidades residenciales se atiborraron de hidrolavadoras, sopladoras, guadañas y parlantes. Sin contar las fuentes usuales de ruido que son los automotores, la construcción y el comercio minorista. La estridencia se considera inocua. No es así. Para una explicación actualizada de los problemas del ruido para la salud física y mental de las personas y la convivencia en las comunidades basta leer el reporte del programa ambiental de Naciones Unidas (Unep, “Frontiers 2022: Noise, blazes and mismatches”, 2022). Allí se afirma que el ruido es una de las “principales amenazas ambientales emergentes”.

El representante Daniel Carvalho usó la expresión calamidad pública en sesión de la Comisión Sexta de la Cámara el 16 de agosto. Carvalho mencionó allí, entre otras cosas, el ruido como causa de desplazamiento intraurbano y que el país carece de una normatividad adecuada al respecto. “Medellín cómo vamos” nos informó, también, del estancamiento en la atención administrativa al problema del ruido. La cautela se comprende ya que el Área Metropolitana evaluó el asunto hace tres años; realmente hemos empeorado. Si alguien visita la página del Área —que es la autoridad ambiental— o del Siata se dará cuenta que no existe seguimiento ni interés alguno en el tema.

En el Valle de Aburrá el desorden empieza por la autoridad. Piénsese en los camiones del aseo, los tablados o el perifoneo oficial; sígase con la falta de control sobre autos y motos, empezando por las chivas rumberas y los piques de velocidad, o sobre los sitios de diversión nocturna. Pero al sector privado también le cabe responsabilidad sobre la forma como se transportan materiales y mercancías, como se publicitan los productos o el tipo de eventos que se apoyan. En un mundo casi civilizado se demandaría una contribución adicional de la sanción social, pero lo pueden terminar matando a uno. De ese tamaño es el desmadre. 

Sé de sobra que tenemos muchos problemas y el del ruido parece menor, accesorio. Cobra importancia adicional si comprendemos que el ruido afecta nuestra posibilidad de escucharnos, de entendernos. Se trata “del derecho a escuchar más que del derecho al silencio” (Kate Wagner, The Atlantic, “City noise might be making you sick”, 20.02.18).

El Colombiano, 4 de septiembre

lunes, 29 de agosto de 2022

Sobre un editorial

El filósofo belga Chaïm Perelman (1912-1984) estableció una distinción entre lo racional y lo razonable. Lo racional está ligado a criterios de verdad y coherencia, lo razonable al campo de aceptabilidad que elabora la sociedad. El profesor español Bernat Castany hizo, recientemente, una defensa de la política que merece reproducirse y de la que, por ahora, destaco dos ideas: “las verdades de la política son pragmáticas e incompletas” y su ámbito es el “de la ambigüedad, el diálogo y la concesión” (“Pequeñas grandes esperanzas”, El País, 21.08.22). En términos de Perelman, lo razonable es el rasgo más saliente de la política y, en cualquier caso, de la política democrática liberal.

Cuando se habla acá de política no se refiere solo a lo que hacen los políticos profesionales, se alude a la política como actividad necesaria e imprescindible de toda sociedad. Ello implica un entramado de demandas al ciudadano y al funcionario que, a su vez, exigen una formación interminable que pasa por aprender a leer y escribir, desarrollar las capacidades argumentativas y conocer el ámbito normativo, moral y legal, en el cual inscribir una forma de trato y de enunciación de un juicio. Uno habla en general de ciudadanos y funcionarios pero, en términos más específicos, lo que se plantea como un deber vago —como una ilusión republicana, digamos— se convierte en una obligación para el mandatario, el juez, el periodista —así no se crea en los tiempos que corren—, la obligación de formular sus opiniones, relatos y mandatos en términos razonables.

Esta breve disertación no obedece solo a motivos magisteriales; los motivos son políticos y tienen que ver con la notable dificultad de la esfera pública colombiana, especialmente de los grandes medios de comunicación y de los intelectuales conservadores para encontrar un lugar y una forma de expresión ante un gobierno casi inédito. Que no lo es, porque antes estuvieron López Pumarejo, progresista; Lleras Restrepo, acusado de socialista; Belisario, expósito. Esta dificultad es comprensible puesto que se trata de agentes con poca experiencia en el arte de la oposición leal.

Muestra de ello es el editorial de El Colombiano titulado “¿Qué le pasa al Presidente?” (21.08.22). El motivo del texto fue la ausencia del presidente a dos reuniones importantes, asunto cuya trascendencia o prioridad es muy cuestionable, y, después de especulaciones sobre la salud del mandatario, arrima la conclusión de que “los desplantes o llegadas tarde” son “un comportamiento propio de déspotas”, frase resaltada en la edición. Es evidente que el editorialista no consultó el diccionario de la lengua y, mucho menos, uno de política. Tampoco se interesó por el pragmatismo del enunciado pues la respuesta que se ofrece en nuestro contexto ante el despotismo es la rebelión: la discutió Aquino, la respaldó John Locke y la promovieron Thomas Jefferson y Epifanio Mejía (“Forjen déspotas tiranos”, ante lo que se pide “empuñar en sus manos la lanza”). El editorial incumplió las reglas de lo racional y lo razonable.

El Colombiano, 28 de agosto.

lunes, 22 de agosto de 2022

Quién dijo miedo

“Posiblemente no estoy guardando el luto que se nos ha decretado desde el 19 de abril”. Eso dijo Álvaro Gómez Hurtado durante el IV Congreso Nacional de Economistas que se realizó el 26 de junio de 1970, apenas dos meses después de las elecciones presidenciales que supusieron un tremendo susto para la dirigencia nacional. Era claro que Rojas había ganado y que la “amenaza populista” seguiría pendiendo sobre el país. Estaban a su lado, como ponentes, Belisario Betancur, Alfonso López Michelsen y Alfonso Palacio Rudas. Pensando y guiando a los partidos y a la opinión.

Todos vieron el ascenso de la Alianza Nacional Popular como el resultado de una serie de fallas estructurales en el régimen político colombiano. Gómez: “Es la conciencia [de las masas populares] de haber agotado las posibilidades próximas de progreso lo que despierta el desamor por el sistema”. Palacio: [Hay que] compenetrarse con sus necesidades [de las masas] y actuar en nombre de aquellos intereses e ideales de los cuales el pueblo ha tomado conciencia”.

¿Por qué se distanciaron los dirigentes de la población? López: “En vastos sectores de los partidos liberal y conservador se ha sustituido la política de tema por la política de contactos, de entrevistas, de comidas”. Gómez: porque “los partidos que carecían de toda capacidad decisoria no estaban en posibilidad de suscitar solidaridad eficaz con el sistema” y el “poder lo ejerce el sector económico”. Palacio: cuando la tecnocracia “dilata su predominio sobre la actividad estatal se van aflojando los resortes democráticos… la tecnolatría conduce con pasos gigantescos a la abolición de la democracia”. Betancur: “En Colombia el Estado, a pesar de una que otra altanería a veces contraindicada, es prisionero de los grandes intereses o por lo menos les teme”.

¿Qué hay que hacer? Gómez: “Va a ser necesario hacer grandes cosas en beneficio de las clases desposeídas, que seguramente causarán pavor entre quienes tiene intereses creados; será necesario contemplar cierta tolerancia en la rigidez de la ortodoxia monetaria si lo que está en juego es la posibilidad de establecer la enseñanza gratuita y obligatoria”. López: “Solo respondiendo al desafío de la circunstancia presente con una política de capitalización y producción que, a la vez sea tangible para los consumidores, podemos hacer frente a un populismo que se alimenta de la frustración popular”. 

¿Cómo hacerlo? Álvaro Gómez: “Frente a esas masas no se puede tener una actitud mojigata, que conduzca a rasgarse las vestiduras y a lamentarse lastimeramente. Tampoco se justifica el agravio o el desafío. Todo ello sería exhibir un complejo de inferioridad harto perjudicial… su descontento es una actitud respetable que puede ser el principio de una conducta constructiva. Su análisis puede y debe ser para nosotros una lección… Nada que conduzca a ese resultado [dos naciones enemigas] puede propiciarse: ni la obsesión por la ley y el orden, ni ‘el macartismo’, ni del otro lado, la irresponsabilidad verbal, ni menos aún, la violencia”.

El Colombiano, 21 de agosto

lunes, 15 de agosto de 2022

Antioqueñidad

Al presentar su informe sobre Medellín al virrey Amar y Borbón, en 1808, José Manuel Restrepo y Salvador Madrid se desviaron de su propósito para quejarse de los “más de 500 vagos cuya sola ocupación es vegetar, robar los frutos ajenos y fomentar todos los vicios”. Desde luego, la queja indicaba la intención de las élites criollas de promover la honradez y la laboriosidad, entre otras cualidades y conductas, un propósito general de las sociedades modernas.

Y es que la personalidad de los tipos humanos, en este caso el antioqueño, es cambiante, nada fijo como suele creerse que en el imaginario popular: no siempre hemos sido aseados y madrugadores, ni todos. Algunos estudiosos se han ocupado con cierto detalle de estos cambios en el comportamiento social, lo que el sociólogo Norbert Elias (1897-1990) llamó “el proceso de la civilización”. Para nuestro caso, destaco al sociólogo caleño Alberto Mayor Mora (1945-2021) y al historiador Jorge Mario Betancur.

De Betancur, la Universidad de Antioquia acaba de publicar la tercera edición de su libro Moscas de todos los colores, una historia del barrio Guayaquil durante el primer tercio del siglo pasado. El libro se despliega alrededor de 46 verbos que, a la vez, se agrupan en cinco capítulos: nacer, civilizar, gastar, morir y amar. Diría que la investigación gira sobre el segundo de ellos, civilizar. Precisos los títulos; el modo de ser se define por la acción y por el pulso de ella, cuando decae, se estanca o se cataliza. Una muestra de las maneras de las que se ocupa el autor es el contenido del capítulo “Civilizar”: botar, cagar, hostilizar, sentir, lavar, calzar, sangrar, mendigar, prostituir, enloquecer, invadir, negrear, dar, mandar, desobedecer.

Se puede decir que el esfuerzo civilizatorio discurría por las disposiciones oficiales como la orden para que cada hogar limpiara la calle y el caño del frente dos veces a la semana, por ejemplo, por el control social que oscilaba entre quejas y peticiones a las autoridades o iniciativas privadas como la construcción de letrinas en casas y locales. El caso es que Guayaquil terminó siendo el teatro de un revés civilizatorio en Medellín; las franjas ricas y educadas de la ciudad lo abandonaron. En mi adolescencia el adjetivo “guayaquilero” abarcaba los peores significados, algunos de los cuales se ilustran con aquellos verbos elegidos por Betancur.

Esta orientación social era compartida por los sectores tradicionalistas y por los modernos. Muchos de estos asuntos de cortesía expresan objetivos morales, sociales y políticos, como afirma la filósofa Karen Stohr (On manners, 2011). La diferencia clásica consiste en que el método preferido de los tradicionales es la represión y el de los progresistas la educación. Otra cosa son las fuerzas disolventes de la sociabilidad, como si los vagos, mendigos y ladrones de los que se quejaban Restrepo y Madrid se hubieran organizado y constituyeran un poder gravitante.

Señor gobernador: Andes y Jardín están a punto de quedar aislados por vía terrestre.

El Colombiano, 14 de agosto

lunes, 8 de agosto de 2022

El poeta en su tierra

Cada año, desde 2017, celebramos a los escritores de las tierras del Citará, las que están entre el río Cauca y los Farallones, en el encuentro que llamamos Narrativas pueblerinas. Nos juntamos en Jardín para conocer y reconocer a quienes ayudan a colmar el catálogo de las letras colombianas y antioqueñas desde este pequeño país que une los Andes con el Pacífico. Esta descripción corresponde, sin abusos, a la que desplegó Jaime Jaramillo Escobar en su poesía.

Jaramillo le canta al Cauca y canta historias que se deslizan entre Urrao y Jardín, por pueblos, caseríos, quebradas y montes sin nombre, interpelando a negros, indios y mestizos, sin falsas hazañas ni bucolismos. Allá, como dice uno de sus versos, “en aquellas montañas donde tantas gentes viven pero no se ven”. Nació en Pueblorrico y después de mucho andar —hay varios versos de la errancia— volvió a Medellín, donde murió el año pasado.

Recordamos su voz impostada, parado en las jardineras del Parque Bolívar, confundido con la barahúnda de predicadores que competían por auditorios ralos. A no ser que sea una falsa evocación que intenta cumplir con su declarada voluntad de llevarle la poesía al pueblo. “Es la voz del yo colectivo”, dice de él Darío Jaramillo Agudelo, “una voz rabiosa, iracunda, reivindicativa y dura. Pero también una voz alegre, llena de colores, de frutas, de paisajes, de historias”. Voz que contrasta con la de sus conversaciones y gestualidades tranquilas, francas, simples, que atribuía —le dijo a Clara Marcela Mejía— a su crianza pueblerina.

El fin de semana venidero, de viernes a domingo, estaremos con Eduardo Escobar y Patricia Arroyave, Mónica Quintero y Fernando Mora, Javier Gil y Claudia Ivonne Giraldo, Gisela Fernández y Majagua Ensamble, conversando, declamando, cantando a Jaime Jaramillo Escobar. Será en el Teatro Jardín, con el apoyo tradicional de Comfenalco, la Escuela de Música de Jardín y la Universidad Eafit.

Leer, cantar, escuchar, también pintar, componer, escribir, son modos de ampliar el mundo y de ser más uno mismo. Así puede interpretarse uno de sus poemas donde afirma, contra todos los lugares comunes de la contemporaneidad: “Tal parece que el mundo se ha vuelto estrecho, que no hay lugar para ser nosotros mismos, como hemos sido siempre”.

Si el poeta quisiera volver a Altamira, Pueblorrico o Andes tendría que resucitar a su caballo Palomo Jaramillo. Si acaso para bestia están las vías del suroeste antioqueño. Y no es solo el invierno, es la displicencia de las autoridades. Once pérdidas de banca, seis que le corresponden a la Gobernación de Antioquia y cinco al Invías; los huecos incontables acumulados desde el 2015, los deslizamientos viejos y los de las lluvias que no cesan desde hace dos años. Solo protestan el alcalde de Titiribí y unos pocos campesinos de San José, ¿no hay más alcaldes? ¿qué hacen los personeros? Y no hay ciudadanos, solo conductores que pagan el peaje.

Vayan y nos echamos más peroratas al estilo del poeta.

El Colombiano, 7 de agosto.

miércoles, 3 de agosto de 2022

El sitio de los ángeles

El sitio de los ángeles


Cuidado, ciudadano,

por el parque pasan ángeles

que ponen en peligro las estrellas y el reloj.

Habitan las derrotas,

los colores desusados,

habitan el olvido y el dolor.


Sálvalos en tus sueños,

cúralos con tu risa,

dales la sal del día,

y déjalos volar.

Que puedan andar

por todas las calles,

que para sus barcos sirva este mar.

Que puedan amar

desnudando el mundo con su aletear.


Cuidado, ciudadano,

por el parque pasan ángeles

que intentan asustar a las estrellas y el reloj.

Habitan las derrotas,

los rincones desusados,

habitan el olvido y el dolor.


Y si tú no los sueñas,

se apagarán sus alas,

se aburrirá esta luna,

se aburrirá este sol, este sol.

Que puedan andar

por todas las calles,

que para sus barcos sirva este mar.

Que puedan cantar;

las estrellas tienen raíces ya.


Letra: Ada Elba Pérez

Canta y musicaliza: Liuba María Hevia

lunes, 1 de agosto de 2022

Medellín crepuscular

¿Cómo está Medellín hoy en calidad de vida? Una de las respuestas fue ofrecida esta semana por Medellín cómo vamos en su informe para 2021. De la síntesis que hizo Luis Fernando Agudelo, su director, puede deducirse que la alcaldía se ensañó contra los sectores más vulnerables de la población, principalmente niñez y juventud. Veamos: la desnutrición crónica entre menores de seis años aumentó y es la más grave desde 2014, cuatro de cada cinco estudiantes desertores estaban en primaria (2020), solo la mitad de los jóvenes con la edad para estar en décimo y once grados estaban matriculados, nuestros estudiantes obtuvieron los peores resultados de las seis principales ciudades en las pruebas Saber 11 (colegios públicos y privados). 

Medellín no logra avanzar en la lucha contra la pobreza. En 2021 registró los niveles más altos de pobreza extrema en 10 años (27,6%) y sus políticas públicas en esta materia son las menos eficaces de las 24 ciudades que integran la Red de ciudades como vamos; catorce de los 15  componentes de la pobreza multidimensional (menos salud) empeoraron entre 2019 y 2021. Los jóvenes, especialmente mujeres, son los más afectados por el desempleo; el desempleo de hombres jóvenes es superior en más de cuatro puntos a la tasa de la ciudad, pero la diferencia entre hombres y mujeres es de seis puntos. 

De por medio, por supuesto, hay un enorme problema de gestión pública. Medellín aumentó el recaudo de impuestos y recibe de Empresas Públicas el equivalente a una cuarta parte del presupuesto municipal, sin embargo los recursos destinados a la atención de grupos más desfavorecidos sigue estando en los niveles prepandemia. Por ello no extraña que solo el 6,1% de la población afirme haber recibido ayudas de asistencia social de instituciones públicas o privadas, el menor porcentaje entre 24 ciudades, la mitad que en Bucaramanga y un tercio que en Cali. Más dinero y menos inversión social muestran que hubo otras prioridades. La multitud de denuncias por corrupción deben servir de explicación a este desfase.

Como he insistido, parte de este declive viene desde antes. La atención en primera infancia decayó desde 2015 y el programa Buen Comienzo se deterioró desde 2012, los programas de fomento a la lectura empeoraron desde 2017; la tasa de homicidios subió desde 2015, cuando Medellín logró una tasa histórica de 20,1, y las reducciones de 2020 y 2021 son imputables a las cuarentenas y al encierro voluntario de la gente. El agravamiento de las condiciones ambientales es creciente y se remonta a comienzos de siglo. Otros elementos que no recoge el informe, como el aumento en el suicidio o la explotación sexual corresponden a tendencias de mediana duración.

Pero no toda la realidad social puede aprehenderse a través de las estadísticas. La intelectual bogotana Carolina Sanín afirmó, en un mensaje que reprodujo El Colombiano el 22 de julio: “Vengo cada año, y cada año es más impresionante la degradación. Qué tristeza”.

El Colombiano, 31 de julio

martes, 26 de julio de 2022

Generar un ambiente constructivo


Las preocupaciones sobre la libertad y la democracia, 
el bienestar, la corrupción y la confianza institucional 
parecen haber sido escasas en el gobierno que concluye 
entre sectores del poder como 

los medios de comunicación o los gremios económicos.


Artículo completo aquí

lunes, 25 de julio de 2022

Hechos, verdades, recomendaciones

La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición entregó su informe a la sociedad el pasado 28 de junio. La Comisión representa, al menos, el cuarto esfuerzo nacional por comprender y superar conflictos graves; los anteriores fueron en 1958, a propósito de “La Violencia”; 1987 con motivo del narcoterrorismo y el auge de la violencia urbana; y 2007-2011, después de la desmovilización paramilitar. Hubo otras comisiones oficiales, globales y sectoriales, que podrían sumarse a estos esfuerzos. No se trata de algo nuevo en nuestra historia, solo que antes los renuentes a que se contaran los horrores guardaban silencio y ahora intentan negarlos.

Del informe titulado Hay futuro si hay verdad se han publicado hasta el presente los dos volúmenes centrales, es decir, la “Declaración Final” y el de “Hallazgos y recomendaciones”, y otros tres parciales. De la lectura del segundo volumen colijo tres partes del trabajo: los hechos, las verdades y las recomendaciones.

Llamo hechos a una parte de lo que allí se denomina hallazgos: tipo y número de víctimas, formas de victimización, responsables de las mismas. Esta información procede de una larga labor de distintos organismos estatales, académicos, sociales e internacionales. Muchos se derivan de los resultados de investigaciones judiciales. Más de seis mil víctimas de falsos positivos, 30 mil menores reclutados forzosamente, 50 mil secuestrados, 100 mil desaparecidos, 400 mil homicidios, ocho millones de desplazados. Paramilitares, guerrilleros y militares reconocieron parcialmente su responsabilidad. 

Llamo verdades al proceso de escucha que se realizó con víctimas, perpetradores, personas que reunían ambas condiciones, políticos, militares, civiles, todos los expresidentes de la república. Una labor que le dio voz al sufrimiento, pero también a la perplejidad, al reproche, al perdón, a las excusas, a las disculpas, incluso a la subestimación. Por su propia naturaleza, las verdades son fragmentarias, múltiples, a veces contradictorias. Ayudan al reconocimiento, la elaboración de los duelos, las culpas y las responsabilidades.

Las recomendaciones de la Comisión las resumo de la siguiente manera: buscar un consenso social para convertir la paz en una prioridad, reconocer a las víctimas, implementar el acuerdo de La Habana, priorizar “el diálogo y/o el sometimiento a la justicia” de los grupos armados persistentes, “examen crítico del pasado” a través de una política de memoria y verdad, “replantear el problema del narcotráfico”, fortalecer los mecanismos de investigación y judicialización de “los entramados políticos, financieros y armados”, “recuperar el valor de la justicia para reivindicar la legalidad”, nueva visión de la seguridad, profundizar la democracia erradicando la violencia política y promoviendo la representación y el diálogo, inclusión social de las comunidades periféricas, enfoque diferencial, ética ciudadana y pública, mantener el legado de la Comisión.

Los propósitos de la Comisión debería ser también los del país: ampliar los hallazgos, proseguir los ejercicios de memoria y verdades —ojalá con reconocimientos y perdones—, y discutir y decantar sus propuestas para evitar la repetición de tragedias similares.

El Colombiano, 24 de julio

viernes, 22 de julio de 2022

Innerarity: control razonable

A las fuerzas políticas no deberíamos pedirles que se presenten con identificaciones ideológicas enfáticas —que generalmente se traducen en alguna simple contraposición, como antifascistas o como defensores de una realidad nacional amenazada— sino qué razonable esperanza pueden alimentar. Eso de que a uno le definen sus enemigos es la retórica del minimalismo político, un viejo truco para presentarse como lo contrario de lo peor, dado que uno no es capaz de ser identificado como mejor. La supuesta maldad de los adversarios no nos convierte inevitablemente en buenos. La tarea ciudadana de controlar al poder no se ejerce hoy afianzando el eje de confrontación elemental sino preguntándose por la capacidad que los agentes políticos tienen de realizar las transformaciones sociales necesarias, la mayor parte de las cuales son imposibles desde la lógica que nos ha traído hasta aquí.

 Daniel Innerarity, "El estancamiento".

miércoles, 20 de julio de 2022

Montejo: cualquier soledad

 Cualquier soledad


Cualquier soledad, sea la que llegue,

pero no la del hombre sin montañas.

Que nuestras voces vuelvan por sus ecos

y los ojos avancen hasta apoyar los párpados,

que los postigos las custodien

y al abrirse las muestren soñando como siempre

aunque nunca nos hablen.


Cuando el horizonte se nos dobla

por el peso de las cosas

y la mirada cae al fondo y nada la alza,

cuando la vida insiste terriblemente llana,

cualquier exilio entre las islas, aun las más yermas

las más frías, cualquier amargura

pero no la del hombre sin montañas.


Eugenio Montejo

lunes, 18 de julio de 2022

Deterioro cívico

Al cabo de tres borradores con temas diferentes para esta columna cambié de tercio pues creí urgente tomar la palabra respecto de las inocultables manifestaciones de odio que se están volviendo comunes en la sociedad de Medellín. (Quiero insistir en esto: no se ven estas cosas en el campo ni en el pueblo en el que habito.) Claro, ya había escrito algo al respecto a fines del año pasado (“Sobra el odio”, El Colombiano, 20.12.21) tratando de apoyarme en el supuesto espíritu navideño y en un tono teórico.

Después de eso la campaña electoral entró en su curva ascendente y con la paranoia que cundió en el país —pero, sobre todo en Antioquia— el insulto, la agresión, no hablemos de la mentira, se tornaron fáciles y cotidianas sin consideración de nivel educativo o estrato social. Esto me consterna como ser humano y como colombiano y antioqueño. El 12 de julio un pequeño grupo, relativamente organizado, se plantó en Plaza Mayor a gritarle improperios al senador Roy Barreras. Un grupo con antecedentes de intolerancia social en la ciudad (“Grupo de derecha protestó por encuentro del Pacto Histórico en Medellín”, El Colombiano, 13.07.22). El 19 de junio, en el puesto de votación del Inem José Félix de Restrepo, Sergio Fajardo fue recibido en medio de improperios, lo cuales aumentaron de tono cuando mostró su voto en blanco. “Vende patria” fue uno de los insultos que registró la prensa (“Tibio y fuera: los abucheos contra Fajardo por mostrar su voto en blanco”, El Colombiano, 19.06.22). En esa ocasión, se trató de un acto espontáneo de un grupo de personas de estratos altos y, supuestamente, buen nivel educativo (lo sé porque voto en el mismo sitio). 

No vi reproches públicos a estas conductas y tampoco solidaridades notables con los afectados (esperaba señales de aprecio por Fajardo). Pero el silencio, la inacción, cuando no la condescendencia, con la que los opinadores públicos han tratado este fenómeno me avergüenza.

Este deterioro del comportamiento cívico no se limita a la política. El declive de la cultura ciudadana en Medellín es notorio y está registrado por las encuestas de percepción que publica Medellín cómo vamos. Cotidianamente vemos el comportamiento de los conductores en las vías del Valle de Aburrá o los atentados contra personas diversas (otras preferencias desde sexuales hasta futbolísticas). Podría decir, con el sociólogo Robert Nisbet, que “existe un sentimiento ampliamente expresado de degradación de los valores y corrupción de la cultura” (Twilight of Authority). La literatura académica nos dice que existe una relación directa entre el mal comportamiento ciudadano y la ilegitimidad de las autoridades públicas, lo mismo que con la desorientación de las élites económicas, sociales e intelectuales.

No se debe guardar silencio ante este tipo de actitudes pues ellas representan un factor potencial de alteración de nuestro orden social, ya de por sí débil. La historia reciente muestra que pequeños grupos activos y fanáticos ayudan a incubar ciclos violentos.

El Colombiano, 17 de julio

miércoles, 13 de julio de 2022

De Azúa: Política como religión

En una de tus autobiografías dices: «La política en España es la continuación de la religión por otros medios: o eres católico y anti- semita o eres judío y tienes una superioridad moral de nacimiento. Está prohibido no ser ni lo uno ni lo otro. En España se puede ser fascista, teocrático, estalinista o nacionalista –siempre vas a tener periódicos que te jaleen–, pero está prohibido ser liberal». ¿Sigues sosteniendo cada palabra?

Absolutamente. Yo estaba muy influido, y lo sigo estando, por la política anglosajona. Para mí, España, igual que Italia y los países mediterráneos, tiene un problema, y es que no concibe el liberalismo. Para esta gente, la política es religión: o eres de los buenos o eres de los malos. Cuando me metí en Ciudadanos, la idea era hacer un partido que no fuera ni de papá ni de mamá; es decir, que fuera liberal, tolerante, reflexivo…, y un partido de cuadros, no de juventudes.

Entrevista de Sergio del Molino a Félix de Azúa, 4 de julio de 2022.

https://ethic.es/entrevistas/entrevista-felix-de-azua/

lunes, 11 de julio de 2022

Antioquia ante el cuatrienio

Antioquia quedó descolocada con la elección presidencial. No toda Antioquia exactamente: Urabá y el Bajo Cauca votaron por Petro (donde se producen el banano y el oro), así como uno de cada tres antioqueños. Esta perplejidad convirtió un asunto rutinario —quién y cómo lleva la interlocución de la región con el gobierno nacional— en un embrollo, y amenaza con nublar el punto crítico cual es sobre qué debe hablarse y buscar acuerdos.

Respecto a la primera cuestión existe un canal administrativo natural que es la gobernación y, por tradición, el alcalde de Medellín; ambos con solo año y medio de gestión por delante. En este momento la representación política es confusa: los partidos tradicionales apoyan a Daniel Quintero y entraron a la coalición presidencial; la mejor alternativa para dialogar con el gobierno la podrían conformar los concejales, diputados y congresistas que están en el centro y en la izquierda y que, son a la vez, opositores al alcalde (para los desinformados, no son pocos). En cuanto a la sociedad civil, el sector empresarial creó un organismo con esa misión específica que es Proantioquia, que debe dar el paso adelante, aunque hay otros como las cámaras de comercio; las universidades oficiales y privadas que conforman el G8 ya manifestaron su voluntad de colaboración, algunas ONG con seguridad estarán allí y, además, uno esperaría que emergiera algún directivo empresarial audaz y proactivo.

Lo otro es de qué hablar. Ya hay algunas cartas sobre la mesa. Las tres líneas gruesas que anunció el presidente electo el 19 de junio son indicativas y permiten abrir la conversación. Con la paz, sin duda y por donde se le mire, estamos en deuda; no hablemos de equidad ya que las diferencias entre la comuna 14 de Medellín y Murindó, por decir algo, son proporcionales a las de Nueva York y Haití; y, el menos polémico, el de la sostenibilidad ambiental. Estas demandas nacionales también son urgentes en Antioquia y, a diferencia de lo que ocurría hace un siglo, solo se pueden resolver con el concurso de las capacidades del estado central.

Este es el momento de retomar las conclusiones del ejercicio Tenemos que hablar Colombia, que lideraron las universidades. Recuerdo sus seis conclusiones: hacer un nuevo pacto por la educación, cambiar la política y eliminar la corrupción, transformar la sociedad a través de la cultura, cuidar la biodiversidad y la diversidad cultural, construir confianza en lo público, proteger la paz y la Constitución para garantizar la libertad, la democracia y la justicia. Con ellas, se amplía y enriquecen las propuestas.

Hay otra conversación abierta por la gobernación a través de la Agenda Antioquia 2040. Debo analizarla con más cuidado, aunque, en principio, le veo más proyectos que propósito; eso sí, tiene el valor de estar abierta al “diálogo social”. Lo más sonado tiene que ver con temas de infraestructura, indispensables, pero no estratégicos porque son más prioritarias las reformas que las obras.

El Colombiano, 10 de julio