A las fuerzas políticas no deberíamos pedirles que se presenten con identificaciones ideológicas enfáticas —que generalmente se traducen en alguna simple contraposición, como antifascistas o como defensores de una realidad nacional amenazada— sino qué razonable esperanza pueden alimentar. Eso de que a uno le definen sus enemigos es la retórica del minimalismo político, un viejo truco para presentarse como lo contrario de lo peor, dado que uno no es capaz de ser identificado como mejor. La supuesta maldad de los adversarios no nos convierte inevitablemente en buenos. La tarea ciudadana de controlar al poder no se ejerce hoy afianzando el eje de confrontación elemental sino preguntándose por la capacidad que los agentes políticos tienen de realizar las transformaciones sociales necesarias, la mayor parte de las cuales son imposibles desde la lógica que nos ha traído hasta aquí.
Daniel Innerarity, "El estancamiento".
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