¿Cómo está Medellín hoy en calidad de vida? Una de las respuestas fue ofrecida esta semana por Medellín cómo vamos en su informe para 2021. De la síntesis que hizo Luis Fernando Agudelo, su director, puede deducirse que la alcaldía se ensañó contra los sectores más vulnerables de la población, principalmente niñez y juventud. Veamos: la desnutrición crónica entre menores de seis años aumentó y es la más grave desde 2014, cuatro de cada cinco estudiantes desertores estaban en primaria (2020), solo la mitad de los jóvenes con la edad para estar en décimo y once grados estaban matriculados, nuestros estudiantes obtuvieron los peores resultados de las seis principales ciudades en las pruebas Saber 11 (colegios públicos y privados).
Medellín no logra avanzar en la lucha contra la pobreza. En 2021 registró los niveles más altos de pobreza extrema en 10 años (27,6%) y sus políticas públicas en esta materia son las menos eficaces de las 24 ciudades que integran la Red de ciudades como vamos; catorce de los 15 componentes de la pobreza multidimensional (menos salud) empeoraron entre 2019 y 2021. Los jóvenes, especialmente mujeres, son los más afectados por el desempleo; el desempleo de hombres jóvenes es superior en más de cuatro puntos a la tasa de la ciudad, pero la diferencia entre hombres y mujeres es de seis puntos.
De por medio, por supuesto, hay un enorme problema de gestión pública. Medellín aumentó el recaudo de impuestos y recibe de Empresas Públicas el equivalente a una cuarta parte del presupuesto municipal, sin embargo los recursos destinados a la atención de grupos más desfavorecidos sigue estando en los niveles prepandemia. Por ello no extraña que solo el 6,1% de la población afirme haber recibido ayudas de asistencia social de instituciones públicas o privadas, el menor porcentaje entre 24 ciudades, la mitad que en Bucaramanga y un tercio que en Cali. Más dinero y menos inversión social muestran que hubo otras prioridades. La multitud de denuncias por corrupción deben servir de explicación a este desfase.
Como he insistido, parte de este declive viene desde antes. La atención en primera infancia decayó desde 2015 y el programa Buen Comienzo se deterioró desde 2012, los programas de fomento a la lectura empeoraron desde 2017; la tasa de homicidios subió desde 2015, cuando Medellín logró una tasa histórica de 20,1, y las reducciones de 2020 y 2021 son imputables a las cuarentenas y al encierro voluntario de la gente. El agravamiento de las condiciones ambientales es creciente y se remonta a comienzos de siglo. Otros elementos que no recoge el informe, como el aumento en el suicidio o la explotación sexual corresponden a tendencias de mediana duración.
Pero no toda la realidad social puede aprehenderse a través de las estadísticas. La intelectual bogotana Carolina Sanín afirmó, en un mensaje que reprodujo El Colombiano el 22 de julio: “Vengo cada año, y cada año es más impresionante la degradación. Qué tristeza”.
El Colombiano, 31 de julio
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