No vamos bien como vamos, ni como veníamos, lo advierto por si algún lector pensara en los términos presentistas que dominan nuestro ambiente.
El informe de desarrollo humano de Naciones Unidas —titulado Tiempos inciertos, vidas inestables— muestra una reducción por segundo año consecutivo del Índice de Desarrollo Humano global. “En 2021 el IDH cayó en 51% de los 191 países para los que se calcula su valor. En 2020 cayó en el 87% de los países”, entre ellos Colombia que no solo perdió cinco posiciones sino que también disminuyó su calificación; así lo resume el colega Mauricio Uribe López (“Desarrollo humano: retroceso e incertidumbre”, La Patria, 16.09.22). El índice se creó a finales de la década de 1980 como respuesta a la insatisfactoria métrica que supone el producto interno bruto e incluyó, además del ingreso, variables que suponíamos irreversibles como la expectativa de vida y el logro educativo.
De otro lado la Fundación Bill & Melinda Gates presentó su evaluación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, acordados en 2015 para acabar con la pobreza, luchar contra la desigualdad y detener el cambio climático para el 2030. “Siete años después, el mundo no está encaminado a alcanzar prácticamente ninguno de estos objetivos” (El futuro del progreso, 2022). Los escenarios que plantea el programa de la Fundación señalan que si se mejorara el esfuerzo de todos los países y de la comunidad internacional, en los próximos siete años podría cumplirse la meta cuantitativa en dos de los objetivos considerados.
Antes del inicio de la pandemia las cosas no iban bien, aunque en Colombia gobernantes y tecnócratas pintaban pajaritos en el aire. La SDG Tracker, otra entidad que monitorea los Objetivos, muestra el panorama colombiano que podría condensarse como malo en pobreza, mediocre en ingresos y bueno en salud. Nuestros problemas más urgentes se relacionan con el hambre, que antes del Covid, agobiaba al 8,8% de la población (el doble de Chile y Argentina, lejos de Brasil y Uruguay, los países latinoamericanos de mejor desempeño), la mortalidad materna, que es de 83 por cien mil nacidos vivos en Colombia, la pobreza extrema del 10,3% y la informalidad laboral nos ubican en el grupo de los países rezagados del continente.
La Fundación Gates reconoce que los números son insuficientes y que dejan por fuera tanto aspectos inmensurables de la crisis como las posibilidades de innovación. En otras palabras, la situación puede ser peor de lo que dicen los números, pero los números no dan cuenta de las posibilidades que tiene la humanidad. Eso sí, dicen, “el fracaso puede ser evitado si cuestionamos todos juntos nuestras suposiciones en cuanto a cómo lograr el progreso global” o, en las palabras urgentes de Bill Gates, “necesitamos cambiar nuestra manera de pensar”. No hay desarrollo sostenible sin cambio en la forma de abordar la solución de los problemas sociales; un mensaje claro.
El Colombiano, 25 de septiembre.
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