José Luis Villacañas
Geoffrey Brian West es un físico teórico que trabaja en la aplicación de las proporciones de escala a los entes colectivos, intentado mostrar las leyes de escala que hay entre la forma y el tamaño de los organismos y la energía que consumen, todo presidido por la cantidad de entropía que producen. En su reciente libro "Scale, The Universal Laws of the Life", argumenta que la forma de la gran ciudad que la humanidad está promoviendo, impulsada por el capitalismo, es insostenible. Basta con recordar la desproporción de escala del consumo de energía por el hecho de vivir en la gran ciudad. Un ser humano normal, en condiciones biológicas básicas, consume 2000 kilocalorías, que equivale al consumo de 100 vatios. Pero en condiciones de vida propias de una megalópolis, con el nivel de vida de Estados Unidos, cada persona consume la energía equivalente a 10.000 vatios, que multiplica por cien el consumo básico humano. Esa es la energía que necesita una ballena azul, que pesa mil veces nuestro cuerpo. Por eso West propone que identifiquemos la fase verdaderamente peligrosa del Antropoceno en lo que él llama el Urbanoceno.
Este concepto llama la atención sobre el hecho de que ya hemos superado con creces la escala biológica que garantiza el futuro de la vida. Si imaginamos que los más de siete mil millones de seres humanos del planeta se mueven por la Tierra con los pesados cuerpos de las ballenas azules, nos daremos cuenta del aspecto siniestro de nuestra especie y de su incierto futuro si seguimos concentrándonos en grandes ciudades. Y ello nos sugiere que toda política ecológica que no detenga esta tendencia es pura hipocresía. Y por eso, el campo no puede ser abordado al margen de la política ecológica, que es sencillamente la única política que garantiza el futuro de la humanidad.
Eso implica transferir recursos a las pequeñas ciudades, a los pueblos, a las personas que viven en ellos. Y la solidaridad impone que se le transfieran desde los lugares en los que la escala de beneficios también se dispara. Un régimen fiscal específico, un tratamiento diferente de los autónomos rurales, una capitalización mediante crédito público, una autonomía energética limpia, una incentivación del cooperativismo, una mejora de la educación y de la sanidad, todo eso es necesario. Quien tenga en su labios la palabra España y no apueste por estas medidas, no hace sino seguir la enorme hipocresía que caracteriza a la política española desde siglos y que en el franquismo alcanzó el estatuto de completa desvergüenza y cinismo. La prueba de fuego de un político democrático es no ser heredero de esa maldita tradición.
Levante (Valencia), 17.02.20
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