De forma escueta e imprecisa el dualismo entre tótem y tabú, que propuso Sigmund Freud en 1913, puede llevarse al que existe entre los objetos que se veneran como sagrados –tótem– y aquellos otros, referidos sobre todo a prácticas, que se consideran prohibidos –tabú–. Freud usó la metáfora a partir de las sociedades primitivas pero todas las épocas tienen sus tótemes y sus tabús, incluyendo la moderna que intentó vanamente abolirlos todos.
La filosofía contemporánea planteó la emergencia de la técnica como un nuevo dominio sobre el hombre (en algunos casos podría decirse, contra el hombre). Al respecto, véase el pensamiento de Martin Heidegger o el de Danilo Cruz Vélez, entre nosotros. Un intelectual español plantea el carácter religioso de la relación actual con los dispositivos electrónicos (Félix de Azúa, “Religiosos”, El País, 27.10.15). De otro lado, políticos y filósofos están tratando, desde mediados del siglo XX, de establecer el homicidio y la guerra como tabúes de hoy.
Respecto al primer asunto las imágenes cotidianas son patéticas. Recuerdo la situación de un padre joven almorzando con su hijita de unos ocho años en un restaurante de centro comercial. El hombre se pasó una hora sin mirar ni a la comida ni a la hija, embelesado en su teléfono inteligente. (Embelesado aplica, hace poco me percaté de que los muchachos usan el teléfono como espejo, a falta de vidrieras.) Gasté mi hora mirando a la pobre niña desarraigada del afecto paterno por la obsesión con el chat. Los dispositivos móviles, el computador, se han convertido en los objetos totémicos de esta generación que les atribuyen –como el hombre primitivo a un palo mal pintado– unos poderes que no tienen. El tótem del oso no era el oso, tampoco su fuerza.
Respecto al intento de convertir la violencia física en un tabú, los resultados son muy modestos, a despecho de las mil páginas que se gastó Steven Pinker para mostrar éxitos (“Los ángeles que llevamos dentro”, 2012). En Colombia escucho menos aplausos para Antanas Mockus cuando dice que la vida es sagrada que los que le dan a un profesor de Los Andes por decir lo contrario.
El gran éxito actual para hacer un tabú es la prohibición de la comida. Hoy todo da cáncer o da cáncer y engorda. Los científicos que trabajan para la Organización Mundial de la Salud se comportan como todo especialista que pierde de vista el contexto y la complejidad de todo problema: como unos pendejos. Podrían decir –lo cual es verdad – que da más cáncer respirar en cualquier ciudad grande del mundo que comer chorizo a granel, pero pelear con la cadena del automóvil es tan complicado como dejar de respirar.
Así las cosas, los productos de Apple son tótemes y los de las casas de morcilla de Envigado, tabús.
El Colombiano, 1 de noviembre
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