Desde antiguo, la teoría política oscila entre la valoración del peso de las instituciones y el de las personas en la gestión pública. Durante el siglo XX, dominó una interpretación impersonal que fue controvertida por Isaiah Berlin (1909-1887) quien insistió en la importancia del papel de los individuos en la historia, con razón, creo yo. Son muchos los casos de instituciones que no han sobrevivido a sus líderes o de líderes que han destruido las instituciones que los albergaron. Por eso dediqué columnas al trabajo exitoso del alcalde Gaviria y del gobernador Fajardo.
Hoy hablo de María Patricia Giraldo, alcaldesa de San Carlos. Una mujer campesina de la vereda Santa Rita, donde hizo su primaria. Terminó el bachillerato en una institución de Hogares Juveniles Campesinos. Desplazada por la violencia en 1998, hizo el esfuerzo de estudiar derecho y especializarse en Medellín.
María Patricia volvió a San Carlos y fue personera municipal entre 2008 y 2010, durante la administración de Francisco Javier Álvarez, desempeñando una labor que contribuyó a que su comunidad se hiciera acreedora al Premio Nacional de Paz 2011. En ese año se postuló a la alcaldía y gracias a su triunfo se convirtió en la primera mujer en acceder por vía electoral al cargo en el municipio, evento que no han vivido las principales ciudades del país, ni Medellín, ni Antioquia.
El liderazgo de María Patricia, la continuidad en las últimas administraciones (falta por ver la siguiente), el acompañamiento de Medellín, Antioquia, la nación y varias organizaciones civiles, han permitido que San Carlos se convierta en la mejor práctica de posconflicto en el país. Habría que añadir que –a su vez– el oriente antioqueño es la región colombiana que más logros puede exhibir en materia de superación de los efectos de la guerra y que sus lecciones deben estudiarse para la fase posterior al acuerdo que saldrá de La Habana.
Después de padecer el repertorio completo de calamidades de la guerra, San Carlos es pionero y ejemplo en materia retorno de desplazados (14 mil), identificación de desaparecidos (una cuarta parte de los reportados) y desminado humanitario (zona libre de minas). También fue objeto de un trabajo de reconstrucción de memoria histórica por parte del Centro Nacional y otros dos ejercicios, de un proyecto de reparación colectiva del territorio y de un proceso exitoso de generación de confianza entre la fuerza pública y la ciudadanía. La alcaldesa quiere despedirse impulsando un programa de turismo de paz y reconciliación.
Deja la alcaldía con optimismo por los posibles frutos del proceso de paz, pero muy preocupada por diversos obstáculos que se avizoran como la corrupción, el acceso al poder público por parte de personajes que priorizan su interés particular y los discursos radicales que circulan entre la sociedad civil. Ejemplo y motivo de admiración esta mujer.
El Colombiano, 8 de noviembre.
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