Hace 35 apareció el álbum de Tom Waits titulado “Rain Dogs”, que incluyó 19 canciones, entre ellas la que presta el título a la obra. Si uno hace caso a Google, Waits es el responsable de difundir la expresión “rain dogs”, que no figura en los diccionarios establecidos. El dicho se basa en la idea de que, bajo el aguacero, un perro pierde los rastros que había ido dejando para determinar el camino de regreso a casa. Es difícil evitar la imagen de una tormenta nocturna y un pobre perro husmeando entre bolsas de basura, andenes craquelados y pocas piernas sucias y tambaleantes. La letra de la canción se refiere a los tipos habituales de la calle, desarraigados, vagabundos, cuya vida consiste en estarse perdiendo siempre, incluso de sí mismos.
Voy a tirar un poco de la metáfora. No se trata de etología canina, tema en el que soy un ignorante.
Primero está la noche. El mundo de hoy es de penumbras. Esa es la cualidad de los tiempos de transición, según Tocqueville. Una de las caracterizaciones afortunadas de estos meses fue la de incertidumbre radical; no es que estemos ante más y mayores riesgos, es que no sabemos. El 90% de lo que llamamos la realidad permanece inaccesible para nuestro conocimiento. La humanidad, como Diógenes, sigue tentando pasos con su pequeña lámpara. Esa lámpara es el conocimiento, que es más que la ciencia. La ciencia ayuda tanto como ha ayudado durante la pandemia… poco.
Después está el perro. Somos nosotros. Otra palabra recurrente este año ha sido vulnerabilidad. Hasta hace poco algunos científicos y predicadores insolentes estaban prometiendo vida hasta los 120 años e, incluso, inmortalidad. Aceptemos que no nos ha ido mal en el proceso evolutivo, pero la hemos pasado más duras que las cucarachas. Llevamos poco tiempo sobre la tierra y es temprano para hacer pronósticos. Si hacemos caso a Elizabeth Costello, este humano blandengue de hoy no soportaría una glaciación.
La lluvia, ¿qué sería la lluvia? Los humanos nos dirigimos hacia propósitos, orientados por valores y apoyados mediante técnicas y procedimientos. La lluvia hodierna está borrando de los caminos de millones de nosotros los propósitos y los valores. La ideología imperante convenció a la mayoría de que lo importante era la técnica, que el propósito y los valores carecían de importancia. O peor, que el único propósito era el éxito medido en términos económicos y que el valor más importante era la satisfacción máxima e inmediata… de lo que fuera. Esa es la lluvia. El utilitarismo, la maximización, la instrumentalización del otro y del entorno, la desconfianza general, el fanatismo, la falta de compasión, la incapacidad para argumentar, la reducción del mundo a números, la mentira abierta.
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