La reflexión sobre las virtudes viene creciendo paulatinamente en filosofía, economía y psicología. Existe un gran interés por el papel de las virtudes en el mercado, la sociabilidad y la acción humana, entre pensadores de corrientes muy distintas. Y se comprende. Cuando se desestabilizan las regulaciones externas y la normalidad se tambalea, volvemos a las entrañas de lo humano.
En situaciones de crisis, la virtud que suele invocarse es la de la esperanza. Y cuando se habla de virtudes y, sobre todo, de esperanza hay que invitar a Tomás de Aquino (1225-1275) a la conversación.
Para Aquino las condiciones de la esperanza son cuatro: a) que lo que se espere sea un bien, que puede ser para uno mismo y también para otros; de allí que sea en circunstancias de mayor ausencia del bien que uno deba acudir a la esperanza; b) que ese bien sea futuro, que no esté a la mano; de allí que no se deba confundir la esperanza con el simple deseo; c) que sea arduo, es decir, que sea difícil de alcanzar; de allí que las metas que están sujetas a cálculos de factibilidad no quepan como fines de la esperanza; d) pero que sea posible, tanto que no baste la capacidad propia para lograrlo sino que se necesite el auxilio de otro.
La esperanza es distinta del optimismo porque se ocupa de metas improbables que necesitan el concurso de los demás; el optimismo usualmente se suscita ante metas probables cuyo alcance tiene poca dependencia externa y mucha relación con las capacidades propias. “A diferencia del optimismo, la esperanza puede florecer cuando las probabilidades son desfavorables y, a veces, cuanto más desesperadas sean las probabilidades, mayor será la esperanza”, dice un crítico literario sobre El señor de los anillos, la gran obra contemporánea acerca de la lucha entre la esperanza y el poder del mal. La esperanza es experta en contradecir la experiencia, los pronósticos, la inercia.
En tanto la esperanza se contrapone al miedo y necesita la ayuda de otros, no es ciega. La esperanza implica deliberación interna de cada persona y discusión con otras para fijar el objetivo a buscar y organizar las acciones necesarias para buscarlo. Esto implica que, contra su forma verbal, esperanza no sea igual a esperar. Más bien es lo contrario, es moverse, actuar, buscar ese bien difícil.
La esperanza, según Aquino, es seguida por la audacia y demanda fortaleza. La confianza y el coraje son disposiciones propias de la esperanza: confianza en los que pueden cooperar con nosotros, coraje para enfrentar tarea tan dura. La economista Deirdre McCloskey ve una conjunción necesaria entre la esperanza —virtud cristiana y femenina, según ella— y la valentía —pagana y masculina.
El dominio del miedo es cosa de cobardes, los que lo manipulan y los que lo padecen.
El Colombiano, 24 de mayo
1 comentario:
Gracias por esta reflexión sobre la esperanza, tan necesitada por estos días. Me encanta ver la distinción con el optimismo y sus 4 condiciones.
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