Concierto, conversa, preguntadera, patoniar barrios. Era el proceso. Entender cómo hacían muchachos proletos o nudamente pobres para componer y tocar punk, metal y alternativo. Era el objetivo. Escribir, contar. Era el resultado.
En la aventura de caminar Medellín y sus laderas, cuando mataban entre diez y veinte personas diarias, apareció uno de tantos conciertos de una de tantas bandas. Frankie ha Muerto, un viernes, en el Paseo Bolívar, un centro comercial ubicado en La Bayadera. Era, tal vez, el segundo concierto oficial del grupo. Un parqueadero atiborrado para una experiencia alucinante. Nunca había salido tan alegre y conmovido de un concierto, aún con las gafas averiadas y los labios rotos durante el pogo.
Después vino la entrevista con Fabio Garrido, el líder del grupo, vocalista y letrista. Días después fui a un ensayo en la casa de Fabio cerca al Parque Obrero en Boston, creo. Una guitarra acústica, el baterista golpeando un taurete de cuero, Danza Muerta. Tocaban con instrumentos prestados; a veces, los préstamos alcanzaban para un par ensayos previos a un toque y más nada.
En esas circunstancias, la pasión comunicativa de Andrés Marín servía de poco. La emocionalidad que despertaba Frankie, además, no se podía contar; al menos, yo no era capaz. Era más importante que ellos pudieran hacer su música y que la gente tuviera la oportunidad de verlos.
Así que decidí arriesgar por ellos. Les propuse que yo prestaría (lo que implicaba yo mismo pedirlo prestado) el dinero para conseguir algunos instrumentos, que los acompañaría en la organización de conciertos, generaríamos ingresos, y nos pondríamos a mano algún día. De esa manera, me lancé a lo que se llamaba entonces “la escena”. Manager, agente de prensa, contador, jefe de logística, rodie, acompañado por amigos, conocidos, seguidores de la banda, vecinos y familiares de los músicos. Los propios músicos, utileros, escenógrafos, maquilladores, vendedores de boletas. Alcahueteados todos en la Escuela Nacional Sindical, cuya sede en San Benito (la terraza para ser precisos) se convirtió en el sitio más estable de ensayos.
Durante tres años, tocamos en lugares grandes como el Coliseo Cubierto o el Carlos Vieco, pequeños como la sala de cine del Centro Colombo-Americano; donde se pudiera, incluyendo Cali y Bogotá. Solos o en festivales, con bandas marginales o con Aterciopelados y Estados Alterados. Siempre contando con anfitriones amables, autoridades recelosas y —lo peor del circuito— los negociantes de los equipos de amplificación.
De izquierda a derecha: Fabio Garrido (voz), Alex Cardona (bajo, suplió a Fernando Ospina), Mauricio Jiménez (teclados), Darío Cano (guitarra), Carlos Arturo Hoyos (guitarra), Marcelo Gómez (batería, suplió a Javier Henao "Maldad").
[Para más información del grupo: frankiehamuerto.net]
3 comentarios:
Tremendo flash back, me volviste a llevar a la terraza de la Escuela Sindical con ensayos los domingos, a ese memorable concierto en la Bayadera, al Carlos Vieco, al Coliseo Cubierto y a todos esos escenarios donde les hice por buen tiempo el seguimiento fotográfico, Frankie ha Muerto, mi banda colombiana favorita sin ninguna duda, ¡qué épocas!
Así fue Jorge! Fuiste muy amable en prestarnos ese billete. Que conste que se devolvió enterito! JAJA!
Sin guitarras, sin baterías y sin saber tocar bien, así fue.
Y muy alcahuetas prestándonos la escuela sindical, qué ingenuidad! Los parches que nos hicimos allí... muy bacano todo... hasta que nos hicieron ir, por cansinos.
Yo personalmente te agradeceré toda la vida el gran gesto de humildad y bacanería, fuiste un mecenas para nosotros, sin tí, quién sabe que hubiera sido de nosotros, otra banda pasajera.
Un abrazo primo!
Darío Cano
Y entre esas actividades, no olvidar la de productor de video clips del grupo, realizados, también, en la azotea de la ENS
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