No es bueno apresurar calificativos sobre la política del miedo que está imperando en esta campaña electoral (Mauricio Vargas la califica de "fascista", El Tiempo, 01.06.14). Pero es innegable que ella existe. De hecho, uno de los principales argumentos de personajes democráticos y sensibles es el del "mal menor"; por supuesto, sin explicación ni juicio alguno sobre los "daños colaterales" que la teoría del mal menor implica.
El miedo ha sido cuidadosamente creado por los medios de comunicación al servicio de la Casa de Nariño. En la descripción de Andrea Greppi (La democracia y su contrario): “El poder de la opinión" debido a "la transformación de la información en entretenimiento, la utilización sistemática del escándalo y el miedo para condicionar la atención del espectador, auténticas armas de persuasión y destrucción masiva, la comprensión de los lenguajes y el efecto deseducativo de la imagen sin concepto" (Cit. José María Lasalle, El País, 02.06.14). Se trata de un fenómeno contemporáneo usado acá en provecho del gobierno. No de otro modo se explica que el informe de Cinep sobre falsos positivos y el tratamiento de la protesta social en este gobierno haya sido silenciado.
El miedo, obviamente, ha sido utilizado por las dos campañas dominantes. Apelando a la emocionalidad, desde la campaña de Zuluaga y de Santos se buscó la trasformación del odio en miedo. Del odio a las Farc en miedo a Santos como un (¡increíble!) nuevo Chávez; del odio a Uribe en miedo a Zuluaga como (¡increíble!) un nuevo Hitler. La primera derrota es para la deliberación política.
El voto en blanco será un acto de resistencia ante la ofensiva de estos sectores de la clase política que creen que en Colombia se puede jugar impunemente con las emociones del odio y del miedo.
1 comentario:
Coincido, estimado profesor, con su visión y su postura.
El maniqueísmo que han utilizado en esta campaña final a la presidencia sólo nos deja el voto en blanco como salida digna para expresar nuestro rechazo a dos propuestas, a dos personas, a dos grupos de los cuales sólo se puede tener una muy pobre opinión.
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