lunes, 9 de septiembre de 2013

Diálogo con Carlos Vásquez Tamayo

El 9 de octubre de 2012, el filósofo y poeta Carlos Vásquez Tamayo tuvo la deferencia de invitarme a su programa en la Emisora Cultural Universidad de Antioquia llamado "Diálogos". Un año después, me decido a publicar esta entrevista, apenas depurada de las muletillas y repeticiones coloquiales más protuberantes.

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JGR: Carlos, muchísimas gracias por la invitación, me toca tomar un poco de aire porque me resultan muy conmovedoras las dos páginas que leíste de Foucault sobre esta condición tan paradójica, tan contradictoria, tan problemática del intelectual, pero bueno, sobre todo porque las hayas escogido precisamente para abrir esta conversación.

CVT: Si Jorge Giraldo, en realidad las escogí porque con todo y lo problemático como usted dice de este término, es un término al mismo tiempo muy atractivo, atrayente, porque apunta en buena medida, pienso yo, a algo que podríamos llamar la responsabilidad de un profesor universitario que ha tenido ocasión de formarse en los más altos niveles de la espiritualidad, de estudiar a fondo los problemas. Yo conocí a Jorge Giraldo durante su formación como doctor en filosofía, y me llamó mucho la atención que hubiera escogido para su tesis doctoral, un tema que podría ser considerado tabú para la academia, un tema que él asumió con entera franqueza intelectual, sin tapujos, sin falsas sutilezas, pero desprovisto también de cualquier intención escandalosa o provocadora cual es el tema de la guerra. Es la primera temática que yo quiero abordar con usted. Yo estuve leyendo, Jorge Giraldo, para esta conversación, una bella conferencia suya titulada: "Guerra posmoderna: de tiranos y piratas" y en esa conferencia usted se plantea la pregunta acerca de las nuevas formas de la guerra que ya no están digamos inspiradas al abrigo del humanismo ilustrado y de la modernidad, hablemos de esa idea de la guerra postmoderna de sus figuras, sus tiranos y piratas unas nuevas figuras y unas nuevas condiciones.

JGR: Sí Carlos. Digamos que, cuando yo empecé a estudiar de una manera sistemática la filosofía, que no fue en mi pregrado –mi pregrado es en filosofía e historia, es una licenciatura– sino en la maestría, precisamente en el Instituto de filosofía de la Universidad de Antioquia y después en el doctorado, yo sentía la obligación de pensar el tema de la guerra, precisamente por la situación colombiana, y en la mitad de las reflexiones entre la maestría y el doctorado vino aquella cosa de las Torres Gemelas y una situación contemporánea muy especial. En primer lugar una exasperación, pudiéramos decir casi que global. Nosotros teníamos nuestros propios motivos locales para estar desesperados o atemorizados, pero había una situación muy particular en Europa y en los Estados Unidos –que de todas maneras siguen siendo el centro de la cultura occidental– y esto estaba aunado con una conmoción muy profunda porque parecía que la palabra guerra había desaparecido del diccionario, que la condición de guerreros, de combatientes, había desaparecido del derecho público y con ello la posibilidad de hacer la paz.
La paz es una idea muy cara –ya que vos la mencionaste– a la Ilustración. Pero, además de la ilustración alemana del famoso texto de Kant, también hay que recordar la ilustración del Renacimiento, tanto a Erasmo como a los escolásticos españoles tan preocupados por el tema de la paz, que parecía en vías de extinción. Entonces, por eso mi reflexión. Mi idea es tratar de repensar el fenómeno de la guerra y las categorías que están asociadas a ese fenómeno, y de manera muy importante, el de la paz para una condición nueva en la que ya no hay ejércitos.
Ayer leíamos en la prensa local una cosa que ya dejó de ser ciencia ficción y es que las guerras del futuro serán guerras de robots, de máquinas y esto tiene una implicación muy profunda para la filosofía y el humanismo, y es qué pasa cuando el medio de destrucción se despersonaliza, cuando el objeto de la destrucción se despersonaliza y se deshumaniza, entonces esas eran las preguntas que yo me estaba haciendo hace 15 y 10 años, y que después tuve la oportunidad de expresar en la conferencia corta en la Cátedra Héctor Abad Gómez, a al que te referís.
Estas figuras del tirano y del pirata se usaron empezando el segundo milenio, las usó Juan de Salisbury, y me parecieron muy propicias porque en la condición de comienzos del tercer milenio eso era lo que me parecía que estaba imperando. Estaba imperando la idea de un poder muy avasallante en el Norte –claramente en Estados Unidos, pero también en Europa– y de una contestación a ese poder suprema o aparentemente carente de racionalidad, como era la que suponía el llamado terrorismo islámico y que después fue el mote que se usó en todos nuestros países. Digamos que dejamos de tener guerreros y pasamos a tener terroristas de un día a otro sin que mediaran una reflexión, una interrogación, acerca de qué significaba ese desplazamiento conceptual.

1 comentario:

José A. dijo...

Jorge, quedo esperando el resto.
José A.