miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ciudad

Desde antiguo se sabe que una ciudad no es simplemente un montón de casas pegadas una a la otra, que se construyen alrededor de una plaza, un centro de oración y varios puntos comerciales. Las ciudades se hacen por la convivencia, por el sentido de pertenencia y por una fuerte noción de lo público, de lo que es de todos y todos comparten equitativamente. Básicamente las ciudades se distinguen por tener ciudadanos; estas dos categorías son inseparables.

Sócrates nos dejó la lección del sentido de pertenencia, sometiéndose a un juicio injusto antes que preferir la huida que le aconsejaban. Aristóteles demostró que las ciudades tienen que ser lugares de amistad y equidad. Epicuro planteó –fuerzo el sentido– que la única seguridad posible en la ciudad depende de su gente antes que de sus murallas.

El siglo XXI abrió la época de las ciudades. Por primera vez en la historia más gente vive en las ciudades que en el campo. Y las ciudades pueden tener un rumbo relativamente autónomo en el mundo. En Estados Unidos es posible que al mismo tiempo florezca Nueva York y se hunda Detroit. Bogotá pudo convertirse en un ejemplo en medio de los cataclismos que provocó Ernesto Samper en el país. La suerte de las ciudades de hoy depende en buena medida de sus propios esfuerzos, sin que se pueda despreciar el rumbo estatal.

La ciudad depende –eso sí– de un triple protagonismo: el de la administración, el del sector privado y el de los ciudadanos. Políticas asertivas en materia de seguridad, construcción espacio público, tránsito y ambiente son indispensables por parte de los gobernantes. De la empresa privada se espera que desarrolle su actividad de manera compatible con el bienestar general, esto es, contribuyendo a la seguridad, respetando el espacio público, facilitando la movilidad de la gente, protegiendo el ambiente. Y después, pero con gran impacto están los ciudadanos. Las personas tienen un gran poder acumulativo y cada persona siempre hace una pequeña diferencia. En todas partes hay atarbanes, bandidos, antisociales. Lo importante para que una ciudad florezca es que estos sean una minoría ínfima.

Finalmente. No hay ciudad sin centro. El centro es el corazón de cualquier ciudad, no se puede prescindir de él. Si Medellín quiere dar otro salto en su proceso de reinvención tiene que recuperar el centro. Allí se concentran las principales plagas de la ciudad: homicidio, criminalidad, informalidad, incultura, mendicidad. Por el centro pasa la posibilidad de construir ciudadanía en Medellín.

Noticia: Buenos Aires inauguró hace un par de meses su Metrobus por la Avenida 9 de Julio. Embelleció una vía enorme con andenes amplios y arborizados (no como el Metroplús de Envigado) y con separadores inspirados en las pirámides de la Avenida Oriental (para desconsuelo de nuestros profesionales del gadejo).

El Colombiano, 22 de septiembre

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