Miércoles 28 de abril, ocho de la noche. Empieza el discurso de Joe Biden ante el congreso de Estados Unidos y el sonido ambiental que lo acompaña es el ruido de las cacerolas. Esas son las circunstancias de tiempo y modo. Vivo en Jardín, mi pueblo pequeño y tradicional; duro y largo el golpe sobre las ollas. Esta es la circunstancia de lugar. Así que debo conectar en mi mente un discurso en Washington con un cacerolazo en los balcones que dan al gran Citará.
Biden dijo cuatro cosas que repiten muchos economistas y filósofos desde que empezó el siglo.
El “trickle down” no funciona, la teoría de que hay que favorecer a los más ricos hoy para que el resto de la gente se beneficie mañana; no, hay que favorecer a la gente hoy para que la sociedad se recupere. El país no lo hicieron las grandes corporaciones ni la bolsa de valores; el país lo hicieron los trabajadores, los inmigrantes, los empresarios, por supuesto, pero no solo. La clase media es el soporte de la economía (debió haber dicho, además, de la ciencia, la cultura y la democracia), por tanto, protegerla es deber del gobierno. La última parte del discurso podría titularse valores y políticas, ¿en qué descansa la sociedad? En el trabajo y la familia; entonces, medidas de apoyo al trabajo (duplicar el salario mínimo y aumentar la sindicalización) y a la familia (educación, salud y mujeres).
Como dije antes, estas ideas no son nuevas, están respaldadas en las ciencias sociales y tienen un pleno sentido ético y democrático. Yo las comparto. Hay otras cosas que no me gustan de Biden: el proteccionismo, el imperialismo liberal, un dejo conservador que me alerta. Pero eso es harina de otro costal. El hecho concreto es que Biden articuló el discurso del giro económico y social que están dando los países industrializados.
Sigamos con la cacerola, es decir, con Colombia. El presidente Duque y su ministro de hacienda pertenecen al pasado. Ellos hacen parte de la secta del “trickle down”; un cadáver que olía mal y que Biden por fin enterró esta semana. La reforma tributaria está hecha para las calificadoras de riesgo y para incentivar la inversión: darle de comer a los gordos hoy y sentarse a esperar si cae comida para los flacos mañana. La política gubernamental destroza a la clase media, castiga el trabajo, premia la especulación, destruye familias.
Dijo ayer Carrasquilla que los colombianos pagábamos menos impuestos que cualquier país de la Ocde, el club al que entramos hace poquito, integrado por los países más desarrollados del mundo. No sea si sea cierto. Pero, señor ministro, los colombianos tampoco vivimos como los habitantes de la Ocde y estamos cansados de que nos digan de que después de cada reforma fiscal todo será mejor.
El Colombiano, 2 de mayo
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