Aunque la desigualdad sea inevitable, voy a sostener que la democracia constitucional proporciona la mejor respuesta política para enfrentarnos al sentido de la injusticia. La idea no es poner fin a la injusticia, pues hasta los mejores sistemas políticos generan fuentes de resentimiento. Pero al menos la democracia no silencia la voz de los afligidos y acepta como imperativos de cambio las expresiones de injusticia percibida, mientras que la mayoría de los otros regímenes se inclinan hacia la represión.
Judith Schklar, Los rostros de la injusticia, p. 143
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