A raíz de mi informe a la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, el director de la Comisión Colombiana de Juristas Gustavo Gallón escribió una columna en El Espectador (28.10.15), que también puede consultarse en este blog. Gallón me caracterizó como persona “mal informada y sin rigor analítico”. El único argumento para hacerlo descansa en su malestar por mi tesis de que Colombia tuvo un ejército débil hasta finales del siglo XX.
Entiendo perfectamente el desconcierto de los defensores de derechos humanos ante esta afirmación, y Gallón ha sido uno de sus más conspicuos exponentes en las últimas tres décadas. El defensor prototípico de los derechos humanos debe creer que las violaciones de los mismos guardan una relación directa con la fortaleza de las fuerzas militares. Pero no veo por qué ella pueda ser una condición necesaria o suficiente.
El caso es que poco antes de que Gallón hiciera pública su frustración con mi informe, Alfredo Molano sacó una la luz una entrevista con Rodrigo Londoño Echeverry, "Timochenko", máximo comandante de las Farc. En ella, el señor Londoño habla de las negociaciones de El Caguán y dice: “Las FF. MM. estaban débiles. Recuerde que dijeron que no tenían para municiones ni para botas. La guerrilla estaba fuerte. Habíamos dado golpes muy duros como el de las Delicias, Patascoy, La Carpa, San Benito. El gobierno de Pastrana necesitaba ganar tiempo para hacer la reingeniería del Ejército. Lo ha dicho y lo ha escrito. Fue el Plan Colombia, financiado y diseñado por EE. UU.” (“Uribe, no pierda esta oportunidad de reconciliación: Timochenko”, El Espectador, 04.10.15).
Es apenas lógico suponer que un comandante guerrillero sepa más de asuntos militares que un abogado.
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