De los intelectuales y sus ideas (I)
¿Quiénes son “intelectuales”? El término se ha vuelto bastante pedante, antipático y excluyente. Como cuando llaman o se autoproclaman algunos periodistas como “investigadores”, distinguiéndolos de los simple y llanos reporteros que, en ocasiones, investigan mejor y saben más de la realidad que los primeros. En todo caso, de elogioso, el término se volvió ambiguo. Como las ambigüedades de quienes son proclamados o se autoproclaman "intelectuales” en Colombia. Y mucho más en el tema de la trajinada “paz”.
Sea escrito de paso, los puristas intelectuales colombianos casi siempre trataron con menosprecio al periodismo, considerándose una casta especial. Por fortuna, las cosas han cambiado, al menos fuera del país, y hoy la premio Nobel de literatura es periodista, a mucho honor. No puede uno creer que, por ejemplo, José Obdulio Gaviria, sin duda gran lector, sea hoy un intelectual, dedicado como está a lanzar sus dardos envenenados y light contra la a mi modo de ver mal llamada izquierda, en la que se encuentran personajes que corresponden al mismo perfil, en vice conversa.
Precisamente, sobre ese tema, y en mala hora de ambigüedades, es el libro del filósofo Jorge Giraldo Ramírez sobre los errores de interpretación de algunos intelectuales tanto sobre el papel del Partido Comunista Colombiano como de las guerrillas. Para Giraldo, los comunistas criollos no se inmutaron con los cambios en el resto del mundo, en particular con el llamado “euro comunismo”. Muchos intelectuales de izquierda, tampoco: se mostraron demasiado admirativos de lo que Debray llamó -lo recuerda el autor- la “virginidad teórica del radicalismo latinoamericano”.
En cuanto a las FARC y el ELN, se aislaron. “Guerrillas “anestesiadas” de los movimientos rurales, de la propia constitución del 91 (lo que no pasó, obviamente con el M-19), sus documentos programáticos eran estáticos. Y también, observa el autor, con propuestas “extrañas”, como las de las FARC al pronunciarse en favor de la elección popular del Procurador o “delirantes” del ELN, proponiendo una democracia popular directa. En resumidas cuentas, salvo pocas excepciones, Giraldo Ramírez considera que “no hubo crítica de la violencia sino justificación de la guerra”.
Giraldo demuestra cómo cierta intelectualidad se estancó en su interpretación de los hechos, utilizando lugares comunes no ciertos como que tenemos una y “tradición de mezcla de política y violencia”, o que “nada ha cambiado” en la débil democracia colombiana. En resumidas cuentas, para Giraldo coincidieron el comunismo y el nacionalismo radical (de origen católico o étnico) en una época variopinta de guerra de guerrillas, que acertadamente categoriza en tres olas.
Pero el intelectualismo radical cometió a veces la torpeza (el término es de la suscrita) de no ver las ventajas de nuestra democracia y, en cambio, de admirar demasiado la lucha armada. En cuanto al Frente Nacional, para el autor, subestimó el papel de las disidencias de izquierda (¿MRL?) y “la necesidad ciudadana de derechos” sin tener en cuenta que “la guerra civil ha sido improductiva en Colombia”.
Para no caer en una crítica destructiva, o en el chismorreo señalador (típico de muchos intelectuales peleadores) el filósofo en el buen sentido de la palabra dedica un capítulo a los que llama “ejemplares”. Siete cuyos nombres dejo en suspenso para el próximo jueves, así como la percepción –que no comparto- que tiene Giraldo de Fals Borda. También otros enfoques, como el de los estereotipos, en los que, sin conocer al autor antes de la presentación del libro en Fescol, tenemos ciertas“ afinidades electivas”, como las llamaría Goethe.
Entonces, un libro interesante. Bien puede ser un punto de partida para detectar muchos baches en el análisis de aquellas que en este blog se han llamado “inteligencias desperdiciadas”; o con la para unos “escandalosa” expresión de “diarreas mentales”. Y, en todo caso, para asumir los retos de lo que sucederá en el 2016.
Publicado el 3 de diciembre de 2015 en: http://mariatherran46.blogspot.com.co/
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