jueves, 17 de diciembre de 2015

Las ideas en la guerra: María Teresa Herrán (II)

LOS "INTELECTUALES" Y SUS IDEAS (II)

Jueves, 10 de diciembre de 2015

Cuando los años terminan y el nuevo que llega trae incertidumbre, las listas abundan. Son casi tan desagradables como quienes posan de intelectuales o son escogidos como personajes del año en parte gracias a la publicidad que hacen de sus actuaciones. Por fortuna, el libro de Jorge Giraldo Ramírez rescata como “ejemplares” a filósofos, historiadores y sociólogos. En una lista –aclara una y otra vez que no es exhaustiva- pone como ejemplo a estudiosos que superaron los prejuicios de su ambiente social y académico.

Gente que supo “ver” lo que otros no vieron. Se destacaron en un contexto en que en que el pensamiento dominante en la “izquierda” (es decir, los que piensan que es prioritario el cambio, radical o no) era por lo menos ambiguo en relación con la subversión. O, simplemente, en un clima de anomia, en el que sectariamente se ignoraron tanto las fallas del comunismo como las carencias del capitalismo, dependiendo del lado en que se encontraban.

Veamos.

“Cayetano Betancur (1910-1982), el civilismo conservador”. Filósofo paisa, incomprendido, siempre discreto pero profundo y después olvidado. Algunos lo catalogarían como de “derecha” pero, como Pepe Mujica, en el lado socialista, coinciden en su análisis crudo de la realidad y en expresarse sin tapujos. Betancur fue crítico del fundamentalista Laureano Gómez, condenando “las conexiones de las armas con la política, de sangrienta memoria...” y consideró que “a la seriedad del marxismo, el cristianismo solo le oponía frivolidad”.

“Francisco Mosquera (1941-1994), el civilismo táctico”. Escritor y líder político, fundador del MOIR, en una actitud que Gilberto Viera calificó de “anticomunismo de izquierda”. Opuesto de frente a la lucha armada, Mosquera alegaba que en la sociedad colombiana había “una relación de fuerzas favorable” a los cambios.

“Carlos Jiménez Gómez, el civilismo estatal”. Abogado. ¿Por qué lo escogería, pregunto- si el imaginario tiene de él una percepción más bien negativa por recibir a Pablo Escobar, viajar a Panamá para lo que se vio como una nefasta negociación? Responde Giraldo en su libro: por “la manera de entender las relaciones entre la moral pública y la privada, política y violencia privada, violencia política y corrupción”… “buscando establecer una política de colaboración destinada a controlar y extirpar el uso comercio de narcóticos”.. pero a la vez percibió cómo “existe también un Leviatán que despacha en el monte”. A mi modo de ver, el entonces Procurador, como algunos más, percibió las consecuencias que la violencia política traería el narcotráfico, y se sumó desde su cargo, a las voces contra la represión del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala. En cuanto al Estado le faltó, a mi modo de ver, mano dura y menos complacencia, en todos los estamentos, frente a los dineros del narcotráfico.

“Estanislao Zuleta, el civilismo de izquierda” (1935-1990). Filósofo y pedagogo, analista contrario a la violencia guerrillera: “su trabajo intelectual puede considerarse como una crítica intima a la izquierda marxista, a la lucha armada y a su propio periplo político” escribe el autor. Y exalta la “ética de la traición” de Zuleta, con la cual éste quería recalcar la capacidad de rebeldía y de reconocimiento de sus propios errores del pasado. Cita Giraldo con precisión a Zuleta sobre el “estado de desmoralización generalizada”, la debilidad del Estado y cómo “la tradición de los derechos humanos no corresponde a la tradición de la izquierda”. Un hueso duro de tragar, pero que refleja una realidad detrás del romanticismo de los sesentas, setentas, ochentas y noventas.

“Jorge Orlando Melo el civilismo democrático”, Historiador y profesor universitario, cuya mirada -escribe Giraldo- "no gira sobre los presupuesto teóricos e ideológicos como pasa con Zuleta, sino de su comportamiento y de su dinámica en el escenario político.” Eso lleva a Melo a controvertir esa admiración no disimulada hacia los grupos subversivos y cita a Melo “la más grave falla de los intelectuales colombianos es no haber podido mostrar al país… que en una república, así sea imperfecta, no es posible buscar metas de paz y democracia usando una herramienta que es, por definición, contraria a esos objetivos” (a mi modo de ver buena parte del periodismo ha caído en esa actitud reverencial sobre todo en sus entrevistas con la cúpula de las FARC, con el Presidente Santos y sus ministros. Ejemplos: Entrevista de Antonio Caballero en La Habana a la delegación de las FARC, Francy Sepúlveda y su cubrimiento de Presidencia).

“Francisco de Roux, el civilismo católico”. Economista y sacerdote jesuita. Un ejemplo para todas las vertientes de la sociedad colombiana, respetado por todos y cuyos esporádicos artículos en El Tiempo deberían de ser coleccionados para aprender la convivencia. Como con los anteriores, Dr. Giraldo cita unas frases que definen su comportamiento ejemplar: “la guerra de la guerrilla en Colombia es injusta porque los guerrilleros saben que no es posible conseguir sus objetivos por las armas y, sin embargo, se empeñan en ellas… porque la victimización es insoportablemente escandalosa y prueba de una crisis espiritual descomunal”

Antanas Mockus, el civilismo social. Matemático y filósofo. El libro recorre su trayectoria, así como su tesis del divorcio entre las tres categorías de reglas: legales, culturales y morales. Y desde luego, sobresale por su defensa de “la vida es sagrada” lema que se inscribe en el cementerio Central, que concibe como EL principio fundamental que se debería aplicar, máximo cuando pretendemos darle lecciones a los demás países. Al profesor Mockus, a Mauricio García Villegas, a la suscrita y a tantos otros, nos interesa el comportamiento de seres humanos y sociedades, más allá de los discursos moralistas o las teorías encajonadoras.

Los anteriores ejemplos coinciden en que los colombianos escogidos por Jorge Giraldo han sido incomprendidos por sus contemporáneos, en particular por aquellos fundamentalistas que, a veces sin ni siquiera proponérselo, propician la guerra. Porque lo que Giraldo se propone con este libro es recalcar “el pensamiento contra la guerra”. En sentido contrario, un pensamiento de guerra incluye, a mi modo de ver, la intolerancia con el otro, los estereotipos, las diarreas mentales, las contradicciones entre el decir y el hacer, el papel de los medios y de la publicidad que inflan y vitrinean no solo pensadores de escasa contextura sino también a claros propiciadores -más inconscientes que conscientes- de actitudes de violencia verbal. En fin, los que, de todas las tendencias, hacen referencia constante a la paz sin precisarla.

Cada quien puede seguir incluyendo colombianos que en vez de la ligereza habitual, analizaron los contextos y las proyecciones. Yo incluiría a Orlando Fals, cuya posición no se puede limitar a un breve episodio en su largo recorrido vital, al final de la cual “sentir, pensar, actuar” fue un reconocimiento de los errores del radicalismo y de la posición frente a la guerra. También, no necesariamente académicos, como un Alberto LLeras, escritor impecable.

En buena hora llega el libro de Jorge Giraldo, en momentos en que hay que mirar el futuro desde un presente analítico, de proyección y contextos, sin tanto énfasis en las ramas, que no dejan ver el bosque.

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