Sin bola de cristal
Ana Cristina Restrepo
El Colombiano, 9 de diciembre de 2015
En alguna película escuché la frase: “Inteligente es el que sabe qué va a pasar después”. No era un elogio a Nostradamus ni a los de su linaje: se refería a las personas del común, sin dones sobrenaturales ni percepción extrasensorial; aquellas que enfrentan el futuro sin oráculos, de una manera clásica que a veces parece perder vigencia: pensando. A falta de bola de cristal, de habilidad para descifrarla y de fe para creer en sus designios, esa gente imagina el futuro sacando provecho de las lecciones del pasado. Procuran anticiparse al yerro. Cuando ese ejercicio de reflexión se hace público, su valor es inmenso.
La perspectiva de la firma de los acuerdos en La Habana, ha abierto todos los cajones de las dudas. El más hondo contiene la pregunta: ¿Cómo asumir un país en posconflicto? Desde dos ópticas diversas, una periodista, Claudia Palacios, y un filósofo y académico, Jorge Giraldo, se dedicaron a esa reflexión.
Perdonar lo imperdonable (Editorial Planeta), de Claudia Palacios, es una obra periodística testimonial que parte de un principio de observación, neutral: “Este libro no es un trabajo para apoyar o no el actual proceso de paz con la guerrilla”, advierte la autora. Después de un año y medio de reportería, Palacios recoge testimonios de reconciliación de distintos actores del conflicto, experiencias de reinserción y voces de profesionales en torno al perdón. Finaliza con entrevistas a personajes que han sido testigos de excepción en la historia de procesos de diálogo en Colombia como Enrique Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolff, César Gaviria y Andrés Pastrana, entre otros.
Las ideas en la guerra (Editorial Penguin Random House) es el libro del profesor Jorge Giraldo, cuyo razonamiento central es mostrar cómo en nuestro país no hubo una crítica de la violencia que se convirtiera en impronta de nuestra cultura política: “Por el contrario, la justificación de la guerra fue generalizada y provino de distintas corrientes de pensamiento y de múltiples fuentes institucionales”. Agrega que no se debe solo al activismo de los grupos guerrilleros y sus entornos políticos.
Después de elaborar un detallado marco histórico, el analista desarrolla críticas provocadoras, sin temor a controvertir los nombres ‘sagrados’ de los anaqueles. (En su blog, la politóloga María Teresa Herrán ya emprendió el debate en torno a este escrito). Es de singular interés el cuarto capítulo, dedicado a siete lugares comunes que el discurso dominante ha naturalizado y que –según Giraldo– los intelectuales colombianos no han logrado desarticular, entre ellos destaco tres: “Nada ha cambiado” (interpretaciones negativas de nuestros procesos políticos y sociales), las “causas objetivas” y el “carácter altruista” atribuido a las organizaciones guerrilleras.
Al margen de coincidir o no con sus planteamientos, ambas publicaciones tienen un valor común: su propósito constructivo de cara al reto que se avecina. Recomiendo su lectura porque ante la incertidumbre de nuestro futuro social y político, tan pleno de esperanza como de recelo, la indiferencia no es una opción. Necesitamos pensar juntos.
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