lunes, 21 de diciembre de 2015

Religare

Se nos dijo que habría un concierto organizado por el gobierno cubano para las delegaciones colombianas en el ciclo de la Mesa de Diálogos. Eran bastantes. Un grupo escogido de víctimas, la comisión de abogados, parte de la Comisión Histórica, las del Gobierno nacional y las de las Farc, muy numerosas, sobre todo la última con su primera fila en orden jerárquico encabezada por Timoleón Jiménez. El anfitrión sería el canciller cubano, en persona; el lugar, el Museo de Arte Religioso. Empezaban pequeños equívocos dicientes.

El Museo de Arte Religioso no existe ni en google maps ni en la mente de los cubanos. Cuando indagué después a mi amigo Julio, tras una larga serie de explicaciones, me dijo: “¡Ah!, esa es la iglesia de San Francisco de Asís”. En efecto, es un templo del siglo XVIII con una recepción parecida a la de un museo muy modesto. Adentro, es lo que es: una iglesia. La nave central con tapete rojo y las columnas restauradas con crucifijos en cada cara al centro. Al fondo, un enorme crucificado pendiendo del techo.

El concertista era Frank Fernández, el famoso pianista cubano. Fernández explicó el motivo: se trataba de un homenaje a las víctimas del conflicto armado. Saludó a todos los presentes sin reverencias ni al canciller, ni al gobierno, ni a las Farc. Fue explicando, paso a paso, el repertorio (Chopin, Lecuona, canciones latinoamericanas, él mismo), evocó –disculpándose– a las maestras Teresita Gómez y Ruth Marulanda, regañó a un fotógrafo y se entendió a gritos con el sonidista que estaba detrás de casi toda la audiencia.

En el museo que es una iglesia, en el concierto organizado por un gobierno ateo, el pianista –que no es un cura– empezó su presentación con piezas religiosas y la terminó con una pieza navideña y religiosa (lo cual ya dejó de ser tautológico). Dos Ave María, el de Bach y el obvio de Schubert, luego de una explicación sobre las treinta y más piezas que llevan ese nombre; y la Noche de paz del cura Gruber. Un par de veces se refirió Fernández a la paz, a la del mundo y a la de Colombia. No era solo de víctimas ni de pasado el asunto, era de paz y de futuro.

Fueron extraños el recogimiento y el silencio reinantes. Ahora en el mundo hay demasiado ruido, demasiados celulares y demasiadas selfies, no digamos en los museos, también en los conciertos y en las ceremonias religiosas. Según mis pesquisas se trató del primer acto social y público compartido por las comisiones negociadoras del Gobierno y de las Farc. No sé si eso se contó en Colombia. Fue el 14 de diciembre, un día antes de la firma del extenso acuerdo del punto cinco de la agenda. Viene el principio de otra paz.

El Colombiano, 20 de diciembre

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