Nadie más ha ganado cuatro vueltas a Colombia consecutivas; puede ser extraordinario aunque provinciano. Fue la gran estrella deportiva de Colombia, hasta que emergieron Cochise y Pambelé, década y media después; puede ser un dato notable pero casi prehistórico, en todo caso premoderno. Es, quizás, el único personaje popular –en el sentido de querido por el pueblo– que llamó la atención simultánea de dos de nuestras figuras más importantes del siglo pasado, Gabriel García Márquez y Fernando Botero. Largo reportaje y enorme lienzo.
Fue Ramón Hoyos Vallejo, simplemente ramónhoyos. Su despunte ocurrió en 1953, pocos meses antes del 13 de junio cuando las “fuerzas vivas” del país se atravesaron en la vida de un general boyacense y lo pusieron en la presidencia de la república, llenando de tranquilidad al país. La vuelta empezó a correrse en 1951 en medio de la guerra civil bipartidista y el ciclismo intentaba superar la dualidad liberal-conservadora e instalar una rivalidad múltiple entre regiones, que al principio parecía concentrarse entre Antioquia y Cundinamarca.
La emoción comenzó con el triunfo de ramónhoyos en Aguadas, al que le siguieron las victorias en Medellín, Riosucio y Pereira, que le dieron la camiseta de líder. Cinco días antes de terminar la carrera, parecía inevitable que ramónhoyos ganara la tercera edición de la vuelta a Colombia.
Mi papá tenía veinte años recién cumplidos y con 120 pesos prestados se apuntó a una excursión que salía de Medellín a Bogotá, con el objeto de esperar al ganador en la raya de sentencia de la última etapa. Había que vencer primero siete horas de jornada desde Jardín hasta Medellín antes de embarcarse en un bus de escalera, de Aranjuez, cuenta él, hacia la capital por una vieja carretera que en 1970 ya habíamos abandonado.
Qué entusiasmo sería indispensable para meterse en esta travesía. Qué desahogo necesitaba la gente en medio de la violencia. Jardín era muy pequeño, pero no tanto como para que 17 liberales les ganaran seguidamente las elecciones a 200 conservadores. Jardín era muy tranquilo, pero no tanto como para que 17 liberales fueran obligados, después, a dejar el pueblo. Ramónhoyos no defraudó a sus seguidores y también –ese domingo 8 de marzo– llegó primero a Bogotá. El ciclismo y el fútbol fueron, desde entonces, la distracción de la sangre.
Es una referencia lejana ramónhoyos; también para mí. Para la generación del Frente Nacional los héroes son otros, pero la historia importa. El día que murió ramónhoyos, Julio Sánchez Cristo, el de la W, llamada así tal vez por la generación W (¿existe una generación w?), perdió por w. Sus lágrimas fueron por la duquesa de Alba, un mandril que murió en Sevilla. Un motivo adicional para recordar a ramónhoyos, estrella de Botero y García Márquez, y de la generación de mi papá y mis abuelos.
El Colombiano, 30 de noviembre.
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