Hace un año se celebró el primer centenario del Deportivo Independiente Medellín. El contexto no podía ser peor. La institución pasaba por una de las peores crisis de su historia debida al manejo de dueños con mentalidad mafiosa que invirtieron para sacar ganancias multimillonarias en tres o cuatro años y marcharse dejando al club en ruinas, sin patrimonio, sin liquidez y sin alientos.
En medio de la desolación apareció quien tenía que aparecer: la afición. El estadio se llenó para una celebración en la que no hubo partido de estrellas, ni enfrentamiento entre el equipo y alguna famosa formación extranjera, ningún espectáculo farandulero que enganchara a los tibios. Un estadio repleto solo para recordar que así no hubiera equipo, ni administración, el Medellín existe porque existen sus hinchas.
Hace poco Jorge Barraza afirmó que lo determinante en los clubes de fútbol es la tradición y la afición. Si eso es cierto el equipo más verdadero de Colombia es el Medellín que tiene la tradición más venerable y la fanaticada más ferviente. Para confirmarlo hay un amigo que, sin ambages, dice que no sigue ninguna divisa; es más, que ni siquiera le gusta el fútbol, pero que no le cabe dudas de ser hincha de los hinchas del Medellín.
Un año después el equipo ha resucitado como tantas veces en el pasado. Esa resurrección se debe a aquella demostración amorosa de los hinchas, en primer lugar. Después a la conjunción de sucesos que esa afectividad pública desató. La llegada de nuevos inversionistas, aficionados genuinos, según se comenta, y con ellos, una administración liderada por Eduardo Silva Meluk que se ha ganado elogios en el país y a nivel continental. Después vino el componente deportivo de la ecuación.
El resultado en todos los frentes es asombroso. En menos de un año, la entidad mejoró sus condiciones financieras, volvió a ser atractiva para los patrocinadores y recobró la confianza pública en la administración. Con migajas y buen tino, el club alcanzó a conformar un equipo competitivo que logró llegar a la final después de tres torneos consecutivos de eliminaciones tempranas.
Lo crucial en estos momentos es consolidar la institución y la gestión en el club. La pasión sobra y los resultados deportivos dan dos y hasta más oportunidades por año. Si los nuevos dueños mantienen una perspectiva de largo plazo –indispensable en todo negocio serio y exitoso– y los nuevos administradores afianzan el modelo de gestión organizativo y deportivo, el Medellín mejorará notablemente sus perspectivas.
Por primera vez, que yo recuerde, hay cierto equilibrio entre quienes estamos en la tribuna y los que están en los escritorios. Falta muy poco para que los que bajan al gramado se pongan a la altura de los otros dos factores. Tendremos fe, como hoy y como siempre.
El Colombiano, 21 de diciembre
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