lunes, 24 de diciembre de 2018

Personas

A la hora de honrar a algunas personas los más desconfiados solo mostraban benignidad con los muertos. En estos tiempos en los cuales el pasado tiene más variantes que el presente esa maniobra sirve de poco. La parálisis de los encomios se agrava cuando pensamos que las personas ejemplares lo deben ser en todo campo y acción: una visión idealista que no funciona en ningún caso. La perfección humana no existe, ese es el fundamento de la visión cristiana del mundo y también el de la ilustración liberal. Así que honremos a los vivos por méritos que convivirán con sus errores por conocer o por venir.

Con este preámbulo paso a destacar algunos de los personajes del año.

Caterine Ibargüen encarna uno de los casos más representativos de la subvaloración nacional; por atleta, por negra o por mujer, no lo sé. A pesar de que el atletismo es el summum de la excelencia física desde los tiempos clásicos, en esta época ocupa un lugar secundario detrás del deporte y, especialmente, del fútbol, pleno de farándula, política y mafia. Caterine fue nombrada en 2018 la atleta femenina del año, la mayor distinción que ha obtenido deportista colombiano alguno. Ni siquiera el orgullo paisa se ufanó de ella, lo que demuestra —en mi opinión— la enorme distancia que existe entre ser antioqueño y ser paisa.

Lenín Moreno, como se sabe, es el presidente de Ecuador. Fue bautizado Lenín Boltaire (así con b) con intención premeditada —digo yo— ya que su padre fue militante del más antiguo de los partidos populistas del país. Moreno llegó a la presidencia con el precedente de haber sido ministro de Abdalá Bucaram y vicepresidente de Rafael Correa. Su ascenso a la presidencia hizo pensar en una prolongación de la política de Correa pero Moreno —hasta ahora— ha hecho de la responsabilidad la enseña de su gobierno, lo contrario de cualquier populismo. Anuló la reelección, ha sido más eficaz que Colombia combatiendo a la disidencia de las Farc, los incumplimientos del ejecutivo se pagan con renuncias como las del ministro de defensa y la vicepresidenta. Siento envidia de los ecuatorianos.

Martín Vizcarra se posesionó como presidente de Perú en marzo de 2018 en medio de una crisis política que condujo a la destitución del presidente en ejercicio y de la trama de corrupción provocada por Odebrecht. En siete meses lideró un referendo contra la corrupción, lo ganó, indujo una reforma política que sometió los intereses clientelistas del congreso y pasó de ser un desconocido a tener una popularidad del 65% (la mayor de los últimos 25 años). Vizcarra no se quedó cruzado de brazos esperando el albur de una acción de la justicia para combatir la corrupción; entendió que se requería iniciativa política. El contraste con Colombia no puede ser más nítido.

El Colombiano
, 23 de diciembre

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