No fue un buen año el 2018; ni para el alma ni para la ciudad, para usar una de las metáforas menos difundidas de Platón. Ante la adversidad solo quedan el cuidado y el amor; contra ella solo el arte. Como acostumbro cada año, van recomendaciones de mi huerto cultural (ninguna de este año).
“Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”. La reeditada biografía de Philip K. Dick de Emmanuel Carrère, publicada inicialmente en 1993, es divertida e inteligente. Un retrato del escritor de ciencia ficción a quien Carrère considera “nuestro Dostoievski, el hombre que lo había entendido todo”. Es, además, una impresión sobre la región que ha prefigurado siempre lo que seremos desde mediados del siglo XX: California. Así que el libro es importante para entender el modo y el sentido con que los seres humanos hemos habitado el mundo en los últimos sesenta años.
“Blade Runner 2049”. La película de Denis Villeneuve definida como secuela del clásico estrenado hace 36 años es una maravilla de la que Hollywood solo vio la utilería. Basada en la historia de Philip K. Dick, es una renovación de los temas filosóficos que se habían planteado en “Blade Runner” con la diferencia notable de que ya las posibilidades de la técnica no parecen cuentos fantásticos. Como Dick solía decir, lo suyo era puro realismo, realismo de una realidad que la mayoría no veíamos. (Las últimas conjeturas de Stephen Hawking podrán ser más elegantes pero son más incompletas y menos profundas que las de Dick.)
Nada de esto tiene que ver con el hecho de que el próximo 16 de diciembre sea el 90° aniversario del autor de “El hombre en el castillo”.
“El infiel y el profesor”. Biografía intelectual, historia de las ideas, novela, esta encantadora obra del profesor de filosofía política —por tanto, colega— Dennis C. Rasmussen es un fresco de la ilustración escocesa centrado en la amistad entre David Hume, el infiel, y Adam Smith, el profesor. Una obra accesible a todos los ojos, que ayuda a comprender el origen intelectual de la época moderna escrita con una difícil mezcla de rigor y desparpajo. Rasmussen logra que uno sienta la seriedad de Smith y la gracia de Hume, hasta arrancarle una lágrima por la muerte de este último hacia la página 260. Un gran logro, considerando que eso fue hace 242 años.
“At least for now”. Claro que sí; Juan Antonio Agudelo me había hablado de Benjamin Clementine; claro que lo había escuchado y lo tenía apuntado en mi moleskine, pero el Kairós se dio a comienzos de año: primero escuchando “Condolence”, después “Cornerstone”, luego el álbum completo (que es de 2015). Clementine —bastante parecido al estereotipo de un watusi: alto, delgado, rostro anguloso— es un joven inglés, mezcla musical de Nina Simone y Philip Glass.
El Colombiano, 9 de diciembre
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