Hay apellidos que son plagas universales, como García o Rodríguez, los más extendidos en Iberoamérica; hay otros que son plagas regionales como Giraldo. En este caso es inevitable la curiosidad por conocer los vericuetos que hicieron que esa palabra que portamos se hiciera nombre y que, después, se enquistara en una región determinada. Tal cosa pasa con Giraldo, tan extenso en el occidente andino colombiano y tan escaso en otras partes. Tan modesto, que las señoras de antes no preguntaban “¿de cuáles Giraldo?, porque no los había sino pobres.
Los etimologistas y genealogistas lanzan hipótesis, reconstruyen e inventan. Así que, cuando uno se mete en estos terrenos, debe estar dispuesto a entender que se trata, casi, de una rama de la literatura fantástica.
El mejor cuento que conozco sobre Giraldo proviene de la ciudad de Évora —patrimonio de la humanidad—, ubicada al oriente de Lisboa, pero más cerca de la frontera española. La plaza principal se llama, precisamente, Praça do Giraldo. El cuento lo cuenta la historiadora Fernanda Frazão. El nombre de la plaza y, quizás entonces, del apellido provienen de un sujeto llamado Giraldo Giraldes, quien vivió entre los años 1140 y 1190. Este Giraldo, era “el prototipo de caballero sin herencia, forjado por la sola fuerza de su espada”, hasta el punto que la historiografía lo conoce como “sin miedo”. Para abreviar, el mérito de Giraldo radicó en ser el líder de los hombres que llevaron a cabo la reconquista portuguesa contra los moros, en la zona del río Guadiana. La historia es más larga. Termina con su grado de capitán y el bautizo de la plaza de la ciudad con su nombre.
Este Giraldo sin Miedo iba y venía entre el Alentejo portugués y la Extremadura española, expandiendo su fama y dejando muchachitos entre batallas y caminos. Al otro lado del río, en Sevilla, escuché otro pedazo de la historia, asociado a la famosa torre de La Giralda. La torre se llama así por la figura que la corona, llamada Giraldillo, y que, se dice, representa la fe. La Giralda data de la misma época de Giraldo y hay quien dice que, vencedor de los moros, este loquito se trepó allá a cantar su triunfo. Podemos especular mucho sobre el hecho de que una figura que representa la fe cumpla, al tiempo, la función de veleta.
Lo de la fe me suena, porque un cuento colombiano dice que los primeros Giraldo que llegaron acá eran un soldado y un cura. Muerto pronto el soldado, por enfermedades o flechas, todos seríamos descendientes del fértil sacerdote. Y un investigador de la colonización antioqueña determinó que Giraldo es el segundo apellido más frecuente entre los fundadores de pueblos caldenses. Por qué acá, vaya a saber.
(En recuerdo de papá, después de 57 días de ausencia.)
El Colombiano, 24 de junio.
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