Hace cien años, casi exactos, el gran pensador alemán Max Weber (1864-1920) examinó la situación de la política de su tiempo en una conferencia titulada “La política como vocación”. Entre otras cosas, Weber hizo allí el contraste entre la democracia de camarillas y la de caudillos. Para él, la democracia de camarillas consiste en la rutina burocrática y la dominación de los políticos profesionales, por tanto, de notables. En la democracia caudillista -una de cuyas expresiones es el populismo- los seguidores de los partidos se convierten proletarios, gentes que “han de obedecer ciegamente” y no pueden ufanarse de “tener opinión propia”, porque la vanidad y la opinión son exclusivas del jefe.
El domingo pasado vencieron en Colombia los caudillos sobre los políticos profesionales. El próximo 17 de junio se enfrentarán dos huestes de proletarios ninguna de las cuales podrá vencer sola. Les tocará ganar el apoyo de un pedazo del tercio de votantes que no los acompañó. Los lánguidos grupitos de políticos profesionales ya empezaron a hacer sus movimientos, entre la resignación y el ridículo. Pero el movimiento molecular de los ciudadanos será importante. Veo cinco opciones.
La primera es la ética de la responsabilidad. Elaborar un argumento responsable no será fácil, sobre todo si entendemos que la responsabilidad no debería ser parcial (con la economía, Duque; con el ambiente, Petro). Los problemas del país no se deben parcelar, como lo demostró el proceso de paz.
La segunda es la del mal menor, que exige mucha información y alguna capacidad de control sobre los resultados. Uno de los principales defectos de los candidatos de segunda vuelta es su falta de claridad y la poca confianza que generan (¿se lanzarán a una constituyente como lo han dicho?).
El tercero es el de la enemistad. Como existen enemigos jurados de Uribe y otros de Petro y se quemó la opción de la reconciliación, algunos están inclinados a que sea la vara del odio o de la rabia la que determine contra quién se va a votar.
La cuarta es la de la coherencia. El voto en blanco es una manera de salvar la conciencia o el alma, si se quiere; de mantener los principios; si es masivo (va en el 10%) podría ser un mensaje.
La última es la de pensar con el deseo. Votar por Duque con la esperanza de que no cumpla lo que ha prometido (desbaratar los acuerdos, crear una sola corte). Votar por Petro confiando en que no sea el que conocemos, con la esperanza de que no radicalice la sociedad o detenga la economía petrolera. Si esto pasa y no cumplen, la democracia representativa carecerá de sentido.
Hidroituango: lo único que faltaba era la irresponsabilidad del Gobernador en sus ataques a EPM; el mismo que boicotea Savia Salud y el túnel de El Toyo.
El Colombiano, 3 de junio
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