Por tercera vez en lo que va del presente siglo la intelectualidad colombiana llama a las puertas de la ciudadanía para que escuche sus propuestas políticas y conozca la manera como concibe el futuro del país. En 2006, el jurista Carlos Gaviria Díaz –exprofesor de la Universidad de Antioquia– se presentó como alternativa a la reelección inmediata en nombre de la dignidad humana y los derechos de las minorías. En 2010, el filósofo Antanas Mockus –exrector de la Universidad Nacional– llegó a la segunda vuelta para enfrentar el continuismo en nombre de la cultura de la legalidad y de una sociedad basada en la confianza. En 2018, el matemático Sergio Fajardo –exprofesor de la Universidad de Los Andes– llega a la primera vuelta enarbolando las banderas de la educación, la reconciliación y la lucha contra la corrupción. No es gratuito que Fajardo haya recibido el respaldo de los partidos de Gaviria y Mockus, es decir, el Polo Democrático y el Partido Verde.
Gaviria, Mockus y Fajardo, dejaron la comodidad de las aulas para entrar en la arena política a ofrecer alternativas que la clase política profesional y tradicional no ofrecían ni ofrecen. Aceptaron reglas que desconocían y participaron en escenarios en los cuales predomina un estilo y un lenguaje que no manejaban. Nadie podrá decir en el futuro que entre sus generaciones y estamento social no hubo compromiso con los problemas del país y sus soluciones. Nadie podrá decir que cuando el ambiente político se tornó radical y pendenciero no hubo quien representara la moderación, la razonabilidad y el entendimiento de que somos una nación y no dos, una sociedad y no dos. Y es que la oferta de Uribe y de Petro es eso: una continuación de la guerra civil a través de los medios políticos e institucionales, un enfrentamiento entre enemigos para los cuales todo vale, que no terminará con la victoria de uno de los dos. La promesa de ambos es barrer con el proyecto de la Constitución de 1991: tanto Duque (el de Uribe) como Petro prometen una Asamblea Constituyente y un revolcón en el régimen político.
Fajardo no hace demagogia, no entra en trifulcas, no tiene una visión maniquea de la sociedad. Es un magnífico administrador y tendría un excelente equipo de gobierno para afrontar los principales retos del país. No dudo de que es el mejor candidato y que todavía puede llegar a la segunda vuelta
Hidroituango: solidaridad con las Empresas Públicas de Medellín, su gerencia, y las comunidades del Bajo Cauca. La emergencia en la represa mostró las peores reacciones de Gustavo Petro, quien actuó de manera oportunista y mentirosa. Intentó sacar votos y alimentar el odio en medio de un problema de tal dimensión humana y económica. Lo mismo hizo Luis Felipe Henao de la campaña de Vargas Lleras.
El Colombiano, 20 de mayo
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