“El año más famoso del mundo” es el título de la síntesis periodística que Gabriel García Márquez hiciera de 1957 en la revista venezolana Momento. Recuerdo haberlo leído hace montones de años en un volumen de La oveja negra bajo el título, en fuente negra tal vez, “Cuando era feliz e indocumentado” sobre una pasta roja, casi seguro. Ahora hace parte del tercer volumen de la “Obra periodística”.
La crónica va desde la dimisión del primer ministro británico hasta el fracaso estadounidense de poner un satélite en órbita después de que los soviéticos lanzaran dos Sputnik, a falta de uno. El ojo del periodista está puesto en la Guerra Fría y los demás acontecimientos internacionales de Europa y Norteamérica, con un seguimiento a asuntos tercermundistas como la guerrilla cubana y la caída del régimen de Rojas Pinilla en Colombia. Sin asomo de ironía anota el triunfo electoral del dictador polaco Gomulka. Da cuenta generosa de la muerte de Christian Dior y de los funerales de Humprey Bogart –el inmortal Rick de “Casablanca”.
Nada de lo relatado nos convence de que 1957 haya sido el año más famoso del mundo. Ni siquiera la separación de Ingrid Bergman que debería verse como el triunfo pírrico de los millones de enamorados, nacidos y por nacer, de Ilsa Lund. García Márquez estuvo atento al avance en el escote de Brigitte Bardot y al parto de Gina Lollobrigida pero, de modo enigmático, se le pasaron algunos eventos importantes.
El primero de diciembre de 1957 fue el plebiscito que ratificó la paz entre los partidos liberal y conservador, que habían llevado al país a una guerra civil desde hacía una década. A raíz de esa votación, además, se creó el Frente Nacional. Ha sido el acto electoral más concurrido de la historia colombiana y fue la primera vez que las mujeres pudieron votar. El silencio del escritor presagió la injusta subestimación de la paz, el plebiscito y el nuevo arreglo institucional que vinieron después, hasta hoy. Déjà vu.
El diez de diciembre Albert Camus pronunció su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura siendo ya una celebridad mundial, no como aquellos anónimos con los que los suecos a veces intentan descrestar. Si tenemos en cuenta que –según contó Juan Gabriel Vásquez en la presentación del pregrado de Literatura de la Universidad Eafit– la influencia de Camus es evidente en la obra garciamarquiana, el silencio respecto al enaltecimiento del escritor francés deja interrogantes. Motivos ideológicos, supongo.
Me queda más fácil comprender por qué no mencionó el triunfo del Medellín en el campeonato colombiano a pesar de que la revista Crónica, en la que participó en Barranquilla, se distinguía por incluir un postre futbolístico en medio de poemas y cuentos. Al cabo, luce más famoso 1967 cuando se publicó “Cien años de soledad”.
El Colombiano, 26 de noviembre
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