El mejor instrumento de percepción que tiene Medellín es la encuesta que, para el proyecto Medellín cómo vamos, realiza Ipsos hace más de una década. Ninguna otra encuesta tiene la representatividad por zonas, estratos socioeconómicos y género, ni ofrece la comparabilidad tanto a lo largo de los años como con otras ciudades del país. Desde 2010, la presentación de los datos ha estado acompañada de un ejercicio estadístico que permite identificar los puntos fuertes de la ciudad y los temas en los que la ciudadanía estima que hay que mejorar.
Si se cotejan los resultados del 2010 con los del 2017 podemos encontrar cambios significativos. El primero es que la cabeza de los medellinenses en el 2010 estaba concentrada en el problema de la seguridad y en un grado muy menor en temas tradicionales como vivienda y espacio público. Este año la agenda se ha hecho más compleja y las prioridades son distintas. El tema urgente ha pasado a ser el empleo de calidad; el tema emergente es la preocupación por el ambiente, no solo en calidad del aire y el ruido sino en un asunto impensable antes en “la tacita de plata”, el de las basuras. Preocupaciones menores que requieren atención son la salud, el estado de las vías, la gestión de las secretarías y del concejo municipal.
En 2010 la gente veía que la institución sobre la que descansaba la calidad de vida en la ciudad era Empresas Públicas. En menor medida la reputación del alcalde, el sistema de trasporte o las vías, se consideraban factores que podían contribuir a ella. En 2017 también se aprecia un cambio significativo a este respecto. Ahora la Alcaldía ocupa el centro del escenario en tanto institución fuerte, vista como la que tiene mayor incidencia sobre el bienestar. Y las Empresas Públicas pasan a un tercer plano detrás la oferta educativa y cultural.
El cambio más impactante se aprecia en la educación. El factor de la calidad de vida que más acrecentó su valoración fue la educación. La gente se siente más satisfecha con la educación, de manera destacable con la pública y con la educación superior. Espera que la política pública educativa ayude a reducir la desigualdad y que un mayor nivel educativo contribuya a mejorar los ingresos personales y familiares. En contra de algunos comentarios cínicos, la confianza en la estrategia educativa ha resurgido.
La mácula está en la calidad de la ciudadanía pues la participación ha bajado, el respeto a los demás tiene registros inferiores al 50% y la probabilidad de cumplimiento de la norma es apenas del 27% en el tránsito y de 40% en los servicios públicos. Este déficit de ciudadanía es una interpelación a las familias, la escuela y las empresas. La construcción de ciudad no depende solo de la iniciativa gubernamental.
El Colombiano, 12 de noviembre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario