miércoles, 25 de junio de 2014

Simulacros envigadeños

Hace unas semanas la administración de Envigado se dio a la tarea de organizar un simulacro con el objetivo de probar la validez de la propuesta de los defensores del llamado Túnel Verde. Con el sustantivo simulacro, o simulación, se pretende –en las ciencias y cualquier otro tipo de experimentación– mostrar la viabilidad de un modelo teórico.

Por supuesto, los valores propios de la ciencia y la técnica ponen la carga de la prueba en el proponente. ¿Qué quiere decir esto? Que un auténtico simulacro debe realizarlo quien diseña el modelo. Un auténtico simulacro no puede ser llevado a cabo por quien está interesado en que este fracase. Es como si los simulacros de incendios no los hiciera el cuerpo de bomberos sino el pirómano. La administración de Envigado le hizo trampa a la ciudadanía y a los medios de comunicación (que tragaron entero). En lugar de cumplir con los preceptos técnicos, lo que hizo fue hacer realidad la tercera acepción de simulacro según la Academia de la Lengua: una falsificación.

En su disputa contra los ciudadanos, un funcionario de Envigado dijo que la resistencia de los vecinos del Túnel Verde iba “en contravía de las políticas de desarrollo de Envigado” (El Colombiano, 12.04.14). Estaba en lo cierto porque la política de desarrollo de Envigado ha sido exclusivamente pensada para los constructores, contra los intereses ciudadanos, del medio ambiente y de los criterios de una ciudad amigable.

El mejor ejemplo de las políticas de desarrollo de Envigado es lo que ha pasado en la última década en la Loma del Esmeraldal y en la trasversal intermedia. Licenciamiento desordenado de construcciones, violaciones reiteradas de los retiros de quebradas, imprevisión para el desarrollo de vías de acceso y andenes, amenaza a las fuentes hídricas. En la trasversal intermedia se construyó un centro comercial al borde de vía que ya impide cualquier posible ampliación futura.

La preocupación de Envigado por la movilidad ha sido ninguna. Desde que se construyeron adecuadamente las marginales de La Ayurá, lo único que ha hecho la municipalidad es tejer una maraña indescifrable de vías, densificar sin vías de acceso y eliminar el pico y placa para darle gusto a un puñado de privilegiados que pueden salir a la Regional Oriental sin pasar por Medellín.

Engordados por las rentas de la construcción y de los ingresos del impuesto predial, nos quieren hacer creer que su modelo de desarrollo es correcto y que los defensores del Túnel Verde somos los villanos. El interés de la administración de Envigado en Metroplús es la renta, no la movilidad. El interés de los ciudadanos debe ser tenido en cuenta y respetado. Como ni el municipio ni Metroplús escuchan, esperamos que los jueces sigan haciéndolo como hasta ahora y que los ciudadanos tengan memoria en las elecciones del 2015.

El Colombiano, 22 de junio

miércoles, 18 de junio de 2014

María escéptica

Pocos dudan de la importancia de María en el Nuevo Testamento. Tim Rice se dio el lujo de eliminarla del elenco de Jesucristo Superestrella, pero podría tener una buena explicación: en los evangelios María no tiene voz. De allí el notable vacío que supone que un personaje tan crucial en el elenco de los orígenes del cristianismo sea mudo. Ahora alguien le ha dado voz.

María recuerda algunas cosas de un periodo de su vida del que ya no quiere saber nada. Vive exilada en un caserío pequeño, protegida por sus vecinas, en una casa de la que apenas sale a buscar agua. Quiere protegerse del régimen que asesinó a su hijo, desaparecer de la vista de los instigadores del sectarismo y olvidar. Pero el desasosiego le llega de otro lado, del asedio de los discípulos de su hijo.

Su testimonio comienza con el fastidio por el acoso de dos personajes que frecuentan su casa sin ser invitados, que la hostigan como agentes investigadores y no albergan ningún sentimiento de comprensión por ella. Solo les interesa escudriñar su memoria y encontrar cualquier expresión que pueda caber en el relato que se han formado de antemano –como prejuicio o como revelación– en sus cabezas.

Esa obligación de la memoria revive en María el absurdo que convirtió al personaje común de su hijo en un ser extraño, imbuido de un espíritu de grandeza tal que se olvida de ella y la trata como un individuo más entre la masa de seguidores, de espectadores o de candidatos a la conversión. El hijo que María crió ahora es otra persona convencida de que su misión es salvar al mundo, y sus amigos un grupo fervoroso que asume la misión de convencer a todos de que aquello es cierto, y de condenar por igual a incrédulos o a seguidores de otras creencias.

En un momento culminante de sus memorias, María descubre la trama detrás del sacrificio de su hijo, la manera providencial como es entendido por sus copartidarios y el plan que tienen preparado para crear y pulir una historia creíble a los ojos del público contemporáneo y del posterior. Con fuerza e indignación María les responde –ellos son, se supone, Mateo y Juan– que “no valió la pena”. Que esa interpretación de apocalipsis, mesías y salvación es acomodaticia.

Sus mejores remembranzas están en la vida familiar, la niñez de su hijo, la compañía inolvidable de su marido y las fiestas tradicionales de la liturgia judía, rescatadas como momentos de festividad comunitaria y de alegría cotidiana. En su vejez, en su exilio, su tranquilidad está en la soledad, el silencio, el aislamiento y en el bálsamo que le proporcionan los templos griegos de dioses plurales que no prometieron ningún paraíso. (Colm Toíbin, El testamento de María, Lumen, 2014.)

El Colombiano, 15 de junio

sábado, 14 de junio de 2014

Tributo al debut de Colombia en Brasil 2014

Soneto al calcio de Florencia en 1680

Esta batalla que arde ante tus ojos
bajo un cielo tan gris que aja la tierra,
guarda tanto del arte de la guerra
que aun siendo juego, temes los despojos.

Aquí están el guerrero, su armadura,
la maestría que enfrenta al enemigo,
y eres solo el agónico testigo
del arte de su pie y de su figura.

Valor, astucia: tan solo esto hallas
mientras rueda la bola por el campo
llevada por guerreros irreales.

Y siendo solo un juego estas batallas,
de guerra y de verdad hay tanto, tanto...
que parecen fingidas las reales.

Lorenzo de Filicaja. Trad. Miguel Serrano
Referenciado por Juan Esteban Constaín

jueves, 12 de junio de 2014

Lo mismo

Aunque llevo tres semanas rumiando el probable escenario colombiano para el 15 de junio y, sobre todo, para el 16 de junio y las semanas siguientes, y el 7 de agosto y los cuatro años siguientes, me sorprendió una columna de El País de Madrid, escrita por alguien desconocido para mí: un señor Gustavo Palomares, presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos y catedrático Jean Monnet en la UNED. Un europeo, debe suponerse.

Desde la distancia, el señor Palomares coincide conmigo. Entre Santos y Zuluaga "todo queda en familia", y probablemente ni siquiera haya diferencias significativas respecto a los acuerdos con la guerrilla: "paz sí, pero no". (Leer el artículo completo aquí: http://elpais.com/elpais/2014/06/11/opinion/1402508000_603739.html).

Esta semana Cecilia López (El Tiempo, 10.06.14) advertía sobre 16 años más de uribismo, considerando que ya llevamos 12. Al final de su columna se asustó, como casi todos, y dijo que votaría por Santos. A mí los 16 años más de uribismo no me cuadran. Pueden ser 12: 4 más de Santos y 8 de Vargas Lleras; o los 8 de Zuluaga; sin contar los gallos tapados.

miércoles, 11 de junio de 2014

Blanco

Hace 180 años Alexis de Tocqueville sentenció: “no son los colores, son los matices los que más combaten entre sí”. Este aserto cabe perfectamente en la actual coyuntura. En la primera vuelta por la presidencia naufragaron azul, amarillo y verde; subsistieron dos agrupaciones peregrinas, con distintivos multicolores y logos fugaces. Y allí entre estos matices se desató la lucha feroz que presenciamos y que no cesa.

Hace 105 años el pensador boyacense Carlos Arturo Torres usó la observación de Tocqueville para criticar duramente la intolerancia política y para propender por la concordia. Y, libro aparte, lo hizo tendiendo puentes entre la herencia de Rafael Reyes y sus sucesores. Torres goza de poco aprecio y baja circulación en un país que festeja los desafueros y las visiones maniqueas.

La pugna entre los matices de la Unidad Nacional y el Centro Democrático se ha enervado artificialmente en un intento por ocultar que ambos tienen la misma genética, el mismo temperamento, pero distintas comparsas. Se equivocan quienes creen que los sentimientos de los dirigentes no juegan un papel importante en las trayectorias de sus agrupaciones políticas. De no mediar este conflicto emocional, Santos podría ser ministro de defensa o de comercio de Zuluaga y Zuluaga ministro de hacienda o de salud de Santos.

Que la disputa haya seducido al 40% del electorado y al 99% de los formadores de opinión no la hace más genuina. La miseria del debate político no ha sido superada por los argumentos que ofrecen los analistas y columnistas. Las personas calmas y cerebrales que conocíamos han mostrado la potencialidad que tenían para el ataque personal cayendo en la demonización de Uribe y Santos, y augurando apocalipsis después del 15 de junio.

El país se llenó de supersticiones y suposiciones, y desde allí se aprueba y se condena sin desparpajo. El ciudadano común se ha comprometido fervorosamente en esta lucha sin razonabilidad pública alguna. En una elección que resultará muy cerrada –si los encuestadores no andan despistados– la inversión psíquica que el ciudadano común ha puesto en la campaña puede dejar secuelas peligrosas para la cohesión de nuestra sociedad. Hacia allá han llevado las aguas la dirigencia política, algunos grandes medios y los intelectuales que eligieron convertirse en misioneros.

En este contexto el voto en blanco en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales tiene sentido. Tiene sentido desde la ética de la convicción, que es la única que se le debe exigir al votante. Tiene sentido político como mensaje a la dirigencia nacional, si esta fuera capaz –como la europea hoy– de escuchar el mensaje detrás de los votos que no los acompañan. Tiene sentido cultural porque podría mostrar que en el país existen reservas para promover la confianza y la cooperación. El blanco es una opción para votar sin taparse la nariz.

El Colombiano, 8 de junio

miércoles, 4 de junio de 2014

Búsqueda de reconciliación

Los resultados de las elecciones del domingo pasado son fallidos para la democracia colombiana en dos sentidos: respecto a lo que se espera que produzca un sistema electoral abierto y competitivo, y respecto a lo que desde una perspectiva de inclusión y cohesión podría desearse.

De la ciudadanía habituada a votar en los últimos 20 años, un 10% sobre el promedio decidió abstenerse y un 4,25% decidió votar en blanco. Esto significa que cerca de un 15% de los colombianos que acudieron regularmente a las urnas entre la segunda vuelta de 1994 y la de 2010 se sintió repelido por las condiciones y por las ofertas políticas que se hicieron durante la campaña.

De otro lado, la configuración que arrojan los resultados electorales estrechó las opciones viables de nuestro sistema político. Los tres movimientos más votados, Centro Democrático, Unidad Nacional y Partido Conservador, se mueven dentro del mismo registro ideológico, con pequeñas diferencias de matices entre ellos y con banderas claramente regresivas respecto a las que enarbolaban en 1994, por ejemplo, el Partido Liberal y el Movimiento Social Conservador.

Lo más preocupante de todo es que, si la dinámica política mantiene los rasgos centrales de los últimos cuatro años, el país se habría acabado de condenar a una polarización larvada que amenazaría los procesos de largo plazo que necesitamos para la paz y el desarrollo.

El descuido más evidente al que estamos sometidos es el de creer que un acuerdo con las Farc puede conducir a una paz sostenible sin resolver la confrontación radical entre los dos bloques clientelistas más poderosos. La evidencia internacional muestra hasta la saciedad que los acuerdos con los grupos armados requieren como premisa un acuerdo fundamental en el campo civil y democrático. En El Salvador la paz incluyó a Arena, en Irlanda del Norte a los protestantes y en Sudáfrica a los blancos.

Pero no hay que ir tan lejos. La propia experiencia colombiana indica que nuestro camino para producir periodos de estabilidad y tranquilidad ha sido el de la concertación y los acuerdos entre sectores enfrentados del espectro político. Es el caso de la Unión Republicana en 1910 cuyos efectos se reforzaron con la Concentración Nacional en 1930, en el primero alrededor de la figura de Carlos E. Restrepo y en el segundo de Enrique Olaya Herrera. Como lo fue también el de los acuerdos del Frente Nacional que tuvieron como protagonistas al ensalzado Alberto Lleras y al vituperado Laureano Gómez.

De esta manera nos encontramos con que la contienda electoral no logró superar, a través de una tercería, el conflicto corrosivo entre dos matices radicalizados. Pensando con el deseo, cabría confiar en que algunos sectores civiles en el país tomen la iniciativa para propiciar este necesario acuerdo básico o que el nuevo gobierno recapacite y lo promueva.

El Colombiano, 1 de junio.

lunes, 2 de junio de 2014

Blanco sin miedo

No es bueno apresurar calificativos sobre la política del miedo que está imperando en esta campaña electoral (Mauricio Vargas la califica de "fascista", El Tiempo, 01.06.14). Pero es innegable que ella existe. De hecho, uno de los principales argumentos de personajes democráticos y sensibles es el del "mal menor"; por supuesto, sin explicación ni juicio alguno sobre los "daños colaterales" que la teoría del mal menor implica.

El miedo ha sido cuidadosamente creado por los medios de comunicación al servicio de la Casa de Nariño. En la descripción de Andrea Greppi (La democracia y su contrario): “El poder de la opinión" debido a "la transformación de la información en entretenimiento, la utilización sistemática del escándalo y el miedo para condicionar la atención del espectador, auténticas armas de persuasión y destrucción masiva, la comprensión de los lenguajes y el efecto deseducativo de la imagen sin concepto" (Cit. José María Lasalle, El País, 02.06.14). Se trata de un fenómeno contemporáneo usado acá en provecho del gobierno. No de otro modo se explica que el informe de Cinep sobre falsos positivos y el tratamiento de la protesta social en este gobierno haya sido silenciado.

El miedo, obviamente, ha sido utilizado por las dos campañas dominantes. Apelando a la emocionalidad, desde la campaña de Zuluaga y de Santos se buscó la trasformación del odio en miedo. Del odio a las Farc en miedo a Santos como un (¡increíble!) nuevo Chávez; del odio a Uribe en miedo a Zuluaga como (¡increíble!) un nuevo Hitler. La primera derrota es para la deliberación política.

El voto en blanco será un acto de resistencia ante la ofensiva de estos sectores de la clase política que creen que en Colombia se puede jugar impunemente con las emociones del odio y del miedo.