Respecto al colapso de la torre 6 de la unidad residencial Space en El Poblado, podemos caer en dos situaciones peligrosas para la ciudad y para el país: la trivialización y el olvido.
La trivialización pasa por la idea de que lo que allí pasó no fue tan grave. Un periodista de televisión –afanado y consternado– alcanzó a decir en una trasmisión en directo que “solamente” se había caído una torre. Por supuesto, fue un lapsus, pero corremos el peligro de que se quiera convertir ese lapsus en una valoración social del asunto.
El caso concreto es que nunca antes había pasado en Medellín o en el resto del país que se cayera una torre de veintipico de pisos, habitada, que se llevara consigo otra torre similar. Y no se puede trivializar porque es evidente que se trata de un desastre originado en causas humanas. Que a nadie sensato se le pueda ocurrir que se trata de una acción voluntaria no excluye que los orígenes del daño están en decisiones y acciones humanas. Ya se verá luego lo que dictaminen las diversas autoridades respecto a la individualización y tipificación de las responsabilidades que concurrieron en la producción de esta calamidad.
El olvido es también un ejercicio problemático. El drama de Space no se puede reducir al dolor de los deudos y a las pérdidas de todo tipo de los propietarios. Esto ni es ni se puede reducir a un asunto privado. Por eso es indispensable que se convierta en un acontecimiento.
¿Qué significa que un hecho cualquiera se convierta en acontecimiento? Significa elevarlo a una condición magnífica que impida que se olvide y que obligue a que las cosas conectadas con él cambien radicalmente a partir de ese momento. Que el colapso de Space se convierta en un acontecimiento quiere decir que en adelante la cadena de producción del sector de la construcción tiene que cambiar, que los procesos regulatorios y de control de las entidades estatales sobre la construcción deben reformarse y que los patrones culturales y económicos de consumo de vivienda deben modificarse.
De esta manera comprendo la intervención del alcalde Aníbal Gaviria el lunes 29 de octubre. La claridad del mandatario trasmite el mensaje de quien tiene la intención de que a partir de esta calamidad muchas otras cosas cambien: la legislación nacional, los criterios del plan de ordenamiento territorial, la vigilancia pública sobre el desempeño de los constructores, la prioridad de las personas sobre las empresas.
Entre tanta amargura, los gremios agravan las cosas. Los directivos nacionales de la Lonja y Camacol han sacado a relucir su falta de sensibilidad y civismo; el cinismo de culpar al regulador y exculpar todo error propio. Corroboran las críticas de Gabriel Harry a la dirigencia gremial del país (El Colombiano, 20.10.13).
El Colombiano, 3 de noviembre
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