Nada más equívocamente sintomático que la presentación de las encuestas preelectorales en los medios de comunicación. Sintomático del diablo de los números (antes los periodistas hablablan del diablillo de la imprenta para justificar los errores); sintómatico de lecturas planas y apresuradas; sintomático del wishful thinking que se ha apoderado de los medios en Bogotá, que quieren hacer presentar a Santos como el gobernante que no es.
Nadie dijo que Vargas Lleras le gana a Santos, ¿por qué? ¿no quieren infundirle malos pensamientos? Nadie dijo que una probable coalición entre el Centro Democrático y el conservatismo estaría en condiciones de disputar seriamente la presidencia, ni que una eventual coalición del Polo Democrático y Alianza Verde tendría hoy cerca del 20% de la intención de voto. Sobre todo, nadie dijo que la mayoría relativa del voto en blanco implica que Santos tiene hoy la reelección más perdida que ganada y que la ciudadanía -especialmente de Bogotá, centrooriente y la región antioqueña y caldense- está esperando mejores propuestas.
Lo que no se dice es que el anumerismo o el simplismo o el amiguismo de algunos medios condena al país a una política sin alternativas, entregada a las viejas familias bogotanas y condenada a cuatro años más de ineficiencia y descalabro institucional.
1 comentario:
Yo no sé si desde ya se pueda hablar de la intención de manipulación de la información, en este caso la lectura de las encuestas, para hacerlas ver de un lado o de otro, o para que sencillamente no digan diga.
Puede que eso ocurra, no lo voy a negar, pero me parece que en un momento como el actual, a varios meses aún de las elecciones, el problema no está tanto ahí como sí en la miopía que hacer ver solo lo evidente, lo superficial, y no hacer lecturas más profundas como las que se proponen aquí.
En ese sentido, creo que inicialmente prima, por ejemplo en la televisión, una simplificación de la información para tratar de presentarla de la manera que genere más impacto, más bulla, o para verla solo en relación con los personajes más sobresalientes del mundillo político, y eso hace que casi siempre se muestre solo lo obvio, lo superficial.
En las dos o tres semanas previas a las elecciones la cosa sí es de otro precio con los medios: las inclinaciones y simpatías ideológicas de dueños, directores, editores y jefes de redacción sí se hacen ver con toda su potencia y su mano se mete con decisión para crear, a partir de cualquier asunto que lo permita, esas ilusiones informativas que también distorsionan la realidad.
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