viernes, 30 de marzo de 2012

Oro en el Suroeste

La tranquilidad en los pueblos del Suroeste fue perturbada a fines del 2011 por el persistente ruido de un helicóptero que los auscultó durante más de un mes. No es que los helicópteros sean raros en la región. Ella ha sido sobrevolada por gobernantes que no se dignaron pisar la carretera, mafiosos que iban a buscar fincas, trasportadores de valores, fuerza pública.

Este helicóptero, blanco, pequeño, llevaba un largo aditamento que se prolongaba varios metros hacia adelante, como si fuera un unicornio volador. Pasaron semanas de especulaciones acerca de qué se trataba, hasta que un buen día de diciembre las personas del helicóptero decidieron descender. Se trataba de operadores del “Proyecto Andes” de la empresa Continental Gold y sus contratistas de MPX y Prisma.

Pedían reuniones con la población para explicar de qué se trataba el asunto, para anunciar que sobrevolarían las partes más habitadas y pedir permiso para aterrizar en las canchas de los pueblos, todo ello varias semanas después del alboroto. Tuve oportunidad de asistir a una. Ningún responsable siquiera de rango medio, información mal dada, geólogos explicando proyectos sociales, trabajadoras sociales haciendo malabares económicos. Un desastre. Y la gente muy inconforme.

La minería legal del oro en el suroeste antioqueño es una oportunidad. Actualmente existen 602 títulos mineros de todas las clases y en las diversas fases de legalización. Todos los municipios tienen algún título. Unos menos, como Hispania (6) o Salgar (7), otros muchos, como Urrao (80) o Andes (67). No hay que olvidar que en el Suroeste estaba supuesto uno de los delirios auríferos del país: Dabaibe, perseguido por Francisco César hace 5 siglos y por mucha gente hoy.

Pero mientras todos estaban mirando helicópteros en el cielo y multinacionales en internet, una operación silenciosa se está llevando a cabo en la región. Se trata de la minería ilegal. Solo en los últimos 2 años se han reportado más de 35 casos de explotaciones ilegales del oro del Suroeste (Defensoría del Pueblo). Ya circulan fotografías de retroexcavadoras en algunos ríos relativamente alejados de las cabeceras.

Se sabe que estos mineros vienen del Nordeste. Muchos pueden ser mineros tradicionales que son capaces de “oler el oro”, como dice Juan José Hoyos de un embera llamado Aníbal Murillo. Pero otros pueden estar involucrados en empresas criminales. De hecho, en enero pasado fueron abaleados dos mineros en la variante de Caldas, cuando se dirigían al Suroeste. Todos ellos están allí con la invitación o negligencia de los alcaldes y con la complacencia o displicencia de los comandantes de la policía.

El cuadro final no es muy alentador. Las empresas legales no hacen bien su trabajo de acercarse a la comunidad, trabajar de la mano con las autoridades, suministrar información oportuna sobre los proyectos. Mientras tanto, algunos funcionarios uñilargos se lucran de sus acuerdos bajo la mesa con los mineros informales o emergentes.

Se supone que el oro pueda traer riqueza y desarrollo, siempre que se ejecute una intervención cuidadosa y bien vigilada, que tenga en cuenta desde el primer día a las comunidades locales. Pero las vísperas no son halagüeñas.

El Colombiano, 25 de marzo

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